jueves , 28 marzo 2024

Poeta, deportista y labrador de las bellas artes: don Luis Gutiérrez Medrano

  1. Por: Julio Ríos

El 25 de agosto de 2014, un mensajero tocó la puerta de la casa de don Luis Gutiérrez Medrano. Le entregó una caja de cartón que venía de Guadalajara. Al abrirla, encontró una carta firmada por Avelino Sordo Vilchis, el más prestigiado editor de libros en la perla tapatía, quien había descubierto su poesía. Cautivado, compiló parte de la obra de don Luis en un precioso volumen de pasta dura.

Era una caja de ejemplares que reunían los poemas «Gritando en Silencio», de 1988 y «Perfume de Otros Tiempos», de 2004, así como otros versos, hasta entonces inéditos del más grande poeta en la historia de Tepatitlán. Un amplio tiraje se distribuiría en las librerías más importantes de la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

Y es que Luis Gutiérrez Medrano solo tuvo dos sueños: jugar en la cancha con la camiseta del Atlas y escribir poesía. No logró su primer anhelo, porque a pesar de ser un jugador prodigio, su padre y su madre le prohibieron responder a la invitación para firmar un contrato con los rojinegros en 1947. Su papá le ordenó que se quedara en el rancho El Guayabo, a sembrar y en aquel tiempo, lo que los progenitores disponían era irrebatible.

Callado, Luis Gutiérrez Medrano se abrazó con pasión a la poesía. Gritando en silencio, jamás se soltó de su vehemente lírica. Y como buen agricultor sembró la semilla de la poesía en Tepatitlán, la cual germinó para dejar un sólido legado que hasta la fecha siguen varias jóvenes promesas que han sido galardonados con el premio que lleva su nombre. Un premio que, por cierto, el ayuntamiento de manera inexplicable ya no entregó en 2022.

Poeta, actor, estupendo declamador, dramaturgo, agricultor, deportista, promotor de las artes, cuyas aportaciones a la construcción del patrimonio cultural intangible de Tepatitlán han sido invaluables, don Luis Gutiérrez también es padre de una familia de artistas. Ha sembrado la semilla en los surcos de la tierra roja de mil maneras.

Perfume de otros tiempos

 

El futbol: su primer amor

La historia de don Luis Gutiérrez Medrano, está ligada al fútbol, ese deporte que en su sencillez y su injusticia resulta ser una metáfora de la vida misma y, por ende, enamora a las masas.

Don Luis Gutiérrez Medrano nació en el 25 de agosto de 1927, el mero día de San Luis Rey. Fue el hijo único de Rafael Gutiérrez y Dolores Medrano Rodríguez, quienes se dedicaban a la agricultura.

Desde niño, don Luis mostró gusto por la lectura y le encantaban las películas de la época de oro del cine mexicano. También tenía el don de versificar, por lo cual siendo apenas un parvulito escribía sus primeras rimas que asombraban a su maestro en la escuela de El Rancho «La Mina», quien incluso al inició intentó castigarlo, porque pensaba que sus poemas no eran de él, sino copiados de algún adulto, hasta que el pequeño tuvo que componer sus versos frente al docente y con eso se disiparon las dudas. Era un niño prodigio y así se le apodó.

Sus primeras letras estaban inspiradas en el entorno campirano que le rodeaba y a los ocho años de edad dedicó su primer poema a su padre, en formato de soneto.

Al mismo tiempo, el pequeño Luis mostraba un amor por la pelota de cuero, con la que, en aquellas épocas, entre torbellinos de tierra, se jugaba en las canchas del pueblo. En la recámara donde hoy don Luis pasa sus días, cuidado por sus hijas, está rodeado de fotografías, algunas de sus días como deportista donde luce el hermoso uniforme clásico del Tepa, de color azul, con una franja roja horizontal en el pecho.

Luis continúo sus estudios en el Colegio Morelos y luego se trasladó a Guadalajara para inscribirse en el Colegio Cervantes. En la capital tapatía se enamoraría del Atlas. Y el destino incluso lo puso en la antesala del fútbol profesional.

El Arrayan en el Colegio Cervantes

 

El corazón rojinegro que se rompió

En Guadalajara, Luis se alojó en la casa de su tío, canónigo Luis Medrano, en la calle Guillermo Prieto, cerca del Santuario de Guadalupe. Aquel sacerdote era un erudito. Políglota y músico multi-instrumentista, quien contaba con una biblioteca de más de 10 mil volúmenes relata Patricia Gutiérrez, hija de don Luis.

Ahí Luis Gutiérrez se internó en las páginas de los libros de Sócrates, Aristóteles, Cicerón, Homero, Sófocles, Virgilio, San Agustín de Nipona, Emilio Salgari, Julio Verne, José Martí, Rubén Darío y otros grandes de la filosofía, la poesía y la literatura universal.

El sacerdote también era un apasionado aficionado rojinegro y capellán del equipo. De hecho, murió años después de un infarto viendo un partido del equipo de sus amores, que siempre suelen ser en extremo emocionantes. En el Club Atlas hay un busto con la efigie de este prelado, impulsor de fuerzas básicas y director espiritual.

En el barrio de El Santuario, había otros jóvenes que también practicaban el fútbol Ahí conoció a varios personajes como «El Bambi» (un legendario portero) y «Chepe» Naranjo, quien se convertiría en su compadre. Ellos lograron enrolarse en las filas del Atlas. Al joven Luis Gutiérrez también le pondrían un nuevo apodo: “El Arrayán”.

El joven tepatitlense fue un consumado mediocampista creativo, con una técnica privilegiada para el toque de balón. Su altura y su físico imponente también intimidaba a los rivales. Y a pesar de ello, jamás hizo uso excesivo de su fuerza y hasta ahora ostenta un récord: nunca fue amonestado, ni expulsado, durante su trayectoria futbolística.

Las facultades de Luis llamaron la atención, no solo de sus compañeros y rivales en los partidos que jugó, primero como seleccionado en el Colegio Cervantes, sino en partidos amistosos disputados en diversas canchas. Los cazadores de talento del Atlas también lo detectaron y le ofrecieron un contrato.

«Él estaba estudiando ingeniería en la Universidad Autónoma de Guadalajara, alcanzó a cursar tres semestres y ya tenía el gusanito del fútbol. Pero mi abuelo no quiso. Y lo regresó de Guadalajara, al rancho El Guayabo, porque como hijo único solo él podía ayudarlo en las labores de campo. Y antes lo que decía el papá era la Ley. Mi abuelo le dijo: te vienes porque necesito tu ayuda en el rancho y no quedó de otra. Se le rompió el corazón, porque siempre fue rojinegro. Pero se regresó al rancho a ayudarles a sembrar» recuerda su hija Patricia Gutiérrez, con la mirada de quién se pregunta qué hubiera pasado si el destino hubiera permitido a don Luis cumplir su sueño.

Incluso, posteriormente el Club Deportivo Guadalajara (que todavía no eran conocidas como Chivas) le invitaron a firmar un contrato. Pero ahora lo que se le se atravesó fue una lesión de rotura de ligamentos cruzados que le impidió enfundarse el uniforme rojiblanco.

Don Luis nunca dejó de jugar fútbol, en equipos como el Tepatitlán, el Industrial y el Cruz Roja, por invitación de don Lupe de León. Además, solían disputar partidos amistosos contra combinados de jugadores de Guadalajara.

«Yo acompañaba siempre a mi papá a todas las canchas, aquí al Campo Hidalgo en Tepa y en Guadalajara. Allá iban con un equipo en el que estaban «El Caimán» Jaime Camarena, Jimmy Franco, Juan Vera, Ramiro Sánchez Vera y a veces hasta «Pepe» mi hermano. Era un equipo joven organizado por Enrique Padilla. Y eran tan buenos que yo recuerdo que una vez los del equipo de la Colonia Providencia pararon el partido. Que se salgan jugadores de ellos o no seguimos. Nos advirtieron eso porque los de Tepa les estaban poniendo un baile», recuerda entre risas la hija de Don Luis, Patricia Gutiérrez.

El glorioso Tepa de la época de oro

 

Versos encendidos, como la brasa del amor

Don Luis contrajo matrimonio en 1949 con una mujer que también compartía el gusto por las bellas artes: doña Elia Navarro Peña. A ella se dirigía cariñosamente como “Mi chaparrita” y le dedicaba delicados versos de amor y la colmaba de cariño. Tuvieron siete hijas y cuatro hijos.

En Tepa se dedicó siempre a las labores del campo como agricultor. Jamás dejó esa faceta, sembraba trigo, cebada y maíz. Pero como un hombre muy culto, también cultivó otra semilla en Tepatitlán: la de las bellas artes.

«Leer siempre le encantó. Leía, escribía, jugaba y se dedicaba al rancho, esa fue su vida. Escribió tanto que perdió la cuenta de cuántos poemas tiene. Tiene tres libros, pero mucha de su obra sigue inédita. El escribía sobre todo del campo, de la naturaleza y del amor. Del entorno campirano que le rodeaba», explica su hija Patricia.

A su Tepatitlán, le dedicó fogosas rimas en las que al mismo tiempo declaraba su amor y quizá su sentimiento de no haber salido del pueblo a probar suerte en las grandes ciudades.  Aquí un ejemplo de lo que escribió:

Deja arrancar reverente

De tu inspiración las galas

Para cantarle a la tierra

de mi infancia

la tierra que fue mi cuna,

y que será mi mortaja

Pocos saben que Don Luis Gutiérrez Medrano es el autor del Himno al Señor de la Misericordia y del Himno del Colegio Morelos de Tepatitlán. En su faceta como dramaturgo es autor de la comedia «El Tenorio Mitotero», en el que los personajes eran tomados de la vida real de Tepatitlán. Y por supuesto, también le encantaban la música y la actuación, por ello en los años 60 y 70, Don Luis y su esposa Elia aparecían en obras de teatro y sainetes.

«Actuaban con Nacho Mora y su esposa, el licenciado Cayetano Casillas y la señora Margarita. Se presentaban en el salón de los Caballeros de Colón. En el Cine Alteño también incluso se hicieron algunas presentaciones», agrega Chela, una de sus hijas.

 

Sembrando la semilla: hijas y nietos artistas

La semilla de la cultura también germinó en sus hijas e hijos. Un ejemplo fue la señora Lupita Gutiérrez quien como ganó en tres ocasiones el Premio a la Mejor Actriz en la Muestra Estatal de Teatro de Jalisco y como cantante participó en varios grupos, como The Strombers, primera banda de rock de la historia de Tepatitlán.

Además, dirigida por el experimentado Nacho Cortés, Lupita ligó cien representaciones con el Grupo Expresiones, junto a Omar Gutiérrez, Lulú Gómez y Lilia Mora Cruz como los baluartes histriónicos en una época de efervescencia teatral en los años 90 y la primera década de los 2000. Otra hermana, Chela, desde los seis años ya aparecía en obras de teatro y su otra hija, Norma también actuaba muy bien.

El legado continuó con Alan Estrada Gutiérrez, nieto de don Luis e hijo de Lupita y que ha destacado en cine, teatro y televisión como actor y cantante, además de que ha obtenido gran popularidad por su canal de YouTube «Alan por el Mundo».

Famila de don Luis

Su paso por la Casa de la Cultura: seis años de efervescencia

Era natural que don Luis Gutiérrez Medrano con el tiempo fuera nombrado como director de la Casa de la Cultura. Y así se desempeñó durante dos trienios, 89-92 y 95-97. Su mano derecha en aquellas labores fue su hija Patricia, quien luego continuaría su carrera en la política cultural como Directora de Publicaciones de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco.

«Él fue en dos ocasiones director de la Casa de la Cultura y siempre se propuso promover la mayor cantidad de expresiones artísticas y darle foro a los profesores y estudiantes de los diferentes talleres. Con mi papá el auditorio de la Casa de la Cultura reventaba. Se llenaba para ver teatro, música, danza. Y los boletos se terminaban».

Había cuartetos de cuerdas, opera, grupos de viento, orquestas, flamenco y mucho teatro. De todas las artes y de diversos municipios, pero muy en especial, se le daba proyección a quienes estudiaban en los talleres de la misma Casa de la Cultura, pues don Luis pensaba que, si alguien aprendía teatro o danza, tenía que estar en un escenario. Además de ello, promovía intercambios con otros municipios para que los tepatitlenses fueran a mostrar su talento a Guadalajara o a otras poblaciones. Aquella fue una etapa de esplendor.

También le gustaba sacar los eventos a la Plaza Morelos para que la gente disfrutara de la música y de los cantantes, sobre todo porque el Auditorio de la Casa de la Cultura no daba abasto para la gran cantidad de espectadores que querían presenciar los espectáculos artísticos.

«La idea cuando traíamos artistas de fuera, era elegir algo que la gente de Tepa no pudiera ver tan fácil y que además la gente no tuviera que pagar. Si metíamos la misma música que había siempre en Tepa pues eso no tenía caso. Y mi papá tenía una frase: Si tú no salías con un centímetro más de cultura, entonces no servimos. Si una persona entra a la Casa de la Cultura y sale con un poquito más de entendimiento, estamos cumpliendo nuestra misión. De lo contrario, no servimos, solía decir mi padre», rememora Patricia en entrevista con Kiosco Informativo.

 

El don de la palabra

Don Luis Gutiérrez se abrazó y jamás se soltó de la poesía y del amor que es la máxima fuente der inspiración de la palabra. Fue un hombre que amó a su esposa, a sus hijas e hijos y a su Tepatitlán. A doña Elia, le dedicó delicadas y tiernas rimas. A su tierra, fervorosas elegías dónde describía a este rincón de México como «ese girón de su patria provinciana. La más limpia, la más pura, la más sana entre todas las provincias mexicanas».

«Tenemos 95 años de edad los dos y 73 años de casados. Y lo más bonito es estar juntos y ver bien a nuestros hijos. Que Dios nos tiene aquí y ha sido muy bueno con nosotros. A mí también me dedicó muchos versos muy bonitos. Escribió un libro y me gusta mucho el poema que hizo de Tepatitlán. Es una bendición estar con él y mi familia», señala Doña Elia en una breve conversación con el reportero.

Por su avanzada edad, Don Luis ya no sale de su casa. En la recámara donde descansa, está rodeado de sus blasones. Y es que ha sido merecedor de varios premios y reconocimientos.

El 24 de agosto de 2017, en una ceremonia realizada en el mítico y reluciente Teatro Degollado, recibió de manos del gobernador Aristóteles Sandoval Díaz y su esposa Lorena Jasibbe Arriaga, presidenta del DIF Jalisco, el reconocimiento al Adulto Mayor Distinguido del año.  El galardón consistió en una estatuilla “Árbol de la Vida”, del famoso escultor tlaquepaquense, “Rodo” Padilla.

También recibió la Presea 30 de Abril por parte del Gobierno Municipal de Tepatitlán y la Preparatoria Regional de la Universidad de Guadalajara le entregó un galardón por su trayectoria cultural y sus invaluables aportaciones a la vida artística de la ciudad.

Para honrarlo, el gobierno municipal entregaba anualmente un premio de poesía que lleva su nombre. Concurso que inexplicablemente fue suspendido en 2022, y el cual su familia y quiénes lo admiran, solicitan que regrese.

Como herederos de su legado, en Tepatitlán destacan límpidos poetas y poetisas como Elba Gómez Orozco, Martha Eugenia Martín del Campo, Rusbelina Castellanos, Cinthya Gómez, Rocío Rentería Palafox, Ramiro García Guzmán, Roberto Reyes, Erandi Gómez, Beth Guzmán, Martha González,  Esmeralda López Lupercio, Francisco Oviedo, María Dolores Julia Pérez Ledesma, Tito Nazareth, Daniel Barba, entre otros autores que están irrumpiendo en la escena literaria regional y estatal.

Respecto a la obra de Don Luis Gutiérrez, se han referido varios intelectuales con críticas positivas. Y es que su poesía no abusa de palabras inentendibles o vaporosas, sino que vehemente, pero fresca y sólida. Don Luis no usa su pluma para lucirse. Él escribe en función a lo que necesitaba cada verso, por eso su poesía es como la brisa. O mejor dicho, lozana como la hierba del campo alteño en época de lluvia.

Esta virtud de la obra de Don Luis Gutiérrez, la describe mejor el afamado editor y crítico literario de Guadalajara, Avelino Sordo Vilchis, quien escribió alguna vez lo siguiente:

«Tersura de un regato que baja musical de la montaña; así es de transparente y melodiosa la poesía de Luis Gutiérrez. No hay en ella rebuscados entreveros de oscuros vocablos emanados de viejas, mitologías, ni tampoco los prosaicos vulgarismos como recurso barato de tantos versificadores – No poetas –cuyas obras se exaltan sin recato. Luis no busca la empalagosa perfección alambicada que modela, esteriliza y encasilla con aséptica frialdad cada poema».

Entrega de reconocimiento

 

Aquí un ejemplo de esa febril poesía de don Luis:

He pecado, y lo confieso

Quiero desnudar mi alma

Aunque me avergüence hacerlo,

Porque si esto callara,

¿Quién reconocería el mérito

De una mujer abnegada

Que entre sollozos y rezos

Hizo que resucitara

El Lázaro que había muerto?

 

Sordo Vilchis también lo describió como amable y recto. Al igual que “los eucaliptos que nos cuenta que plantó su padre, echan raíces muy profundas y dejan una huella imposible de borrar. Ni el tiempo, ni la distancia pueden hacer que sus obras queden en el olvido, es un hombre que nació para trascender».

Ese es don Luis Gutiérrez, un hombre que siempre fue culto y carismático. De complexión fuerte y alto como un roble. De una presencia imponente, pero al mismo tiempo paternal y tierno. Fino, como era su estilo de juego en la cancha de futbol y firme, como sus convicciones y sus valores.

Hoy a sus 95 años de edad, don Luis Gutiérrez resume su existencia en una simple frase: «A Dios no tengo nada que pedirle. Solo tengo que agradecerle»

Y a los tepatitlenses, nos hereda una fortuna artística intangible en sus poemas. Muchos de ellos aún inéditos y a la espera de ser publicados. Otros, con la esperanza de una reedición que pueda llevar a las nuevas generaciones esos elegantes versos, que como dijo alguna vez el mismo Sordo Vilchis, son poemas, no para declamar, sino para leerse en la soledad.

 

 

¡Qué lástima!

¡Qué lástima!

Que yo no tenga

Ese don de la palabra.

¡Que convence!

¡Que subyuga!

¡Y que conmueve hasta las lágrimas!

¡Qué lástima!!

 

 

 

 

 

 

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