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Covid-19 : una mirada trágica

Una fotografía nunca recoge todo el horror de una tragedia, pero sin imágenes no podríamos documentar nuestra memoria histórica. Este trabajo del fotógrafo Ricardo Garcia Vilanova, que será parte de un libro colectivo, refleja un instante de esta catástrofe global en España. Él mismo lo cuenta

Existen 5.457 residencias en España que gestionan 381.000 plazas. En la imagen una trabajadora de una de ellas atiende a una anciana.
Existen 5.457 residencias en España que gestionan 381.000 plazas. En la imagen una trabajadora de una de ellas atiende a una anciana.Ricardo García Vilanova

Este trabajo es el reflejo de una mirada, de un instante de la mayor catástrofe que ha devastado al mundo este siglo a nivel global, y en concreto a nuestro país desde la Guerra Civil (1936-39). Es un recorrido por los dos principales focos de la pandemia en nuestro territorio, Madrid y Barcelona; por sus hospitales, residencias de ancianos (el colectivo más castigado), funerarias, cementerios y por la llamada "nueva normalidad". Las cifras oficiales, hasta la fecha más de 32.000 muertos en España y más de un millón de fallecidos en todo el mundo en menos de un año, dejan muy atrás las de pérdidas humanas que puedan producirse en cualquier conflicto con armas convencionales.

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La pandemia me atrapó en Siria (país en el que a mediados de febrero ya estaban haciendo, al menos, pruebas de temperatura) y finalmente, tras muchas dificultades, pude volver a casa, encontrándome a mi llegada una sensación de muerte silenciosa. En una guerra siempre hay destrucción asociada a la muerte, aquí era todo lo contrario, todo parecía que estuviera dentro de la normalidad, excepto por la ausencia de personas.

Tratar de cubrir la pandemia en España fue especialmente difícil porque hubo un gran bloqueo a la prensa, sobre todo al principio, pero que, poco a poco, se pudo más o menos superar. Y pudimos tomar algunas imágenes. Aun así, el mensaje que se transmitió en gran parte, fue uno que dista de la realidad. Lo que consiguieron con ese veto informativo, fue tratar de evitar que nuestra sociedad se enfrentara con la mayor crisis vivida desde la Segunda Guerra Mundial. Infantilizar a la población con mensajes e imágenes fue la peor de las opciones, porque era alejarla de esa realidad. No mostrar imágenes de víctimas formó parte de esa suerte de maquiavélico juego, por el cual quizá ahora pagamos el precio de no ser conscientes de lo acontecido con descrédito y actitudes irresponsables o negacionistas.

Como fotoperiodistas, nuestra responsabilidad hacia la sociedad era mostrar la magnitud de la tragedia y contribuir a crear una memoria histórica de lo sucedido para las futuras generaciones. Pero esto no pudo ser así, lo que tenemos en gran parte se traduce en imágenes de aplausos y corazones, obviando totalmente la parte más dramática y real, la muerte y lenta agonía de los más de 32.000 fallecidos por la pandemia. Nuestro objetivo era que esa imagen, ese mensaje, cristalizara en el pensamiento del lector para poder sensibilizarlo desde una perspectiva real, dándole al menos opción de respuesta. Esa es nuestra labor como fotógrafos.

La realidad es que tenemos más de 32.000 víctimas y no tenemos memoria histórica de cómo vivieron el fin de sus días

Las fotografías intentan aportar información, emoción y composición. Entiendo que estas son las tres claves que debe tener una imagen para marcar la diferencia, pero eso no sirve de nada sin acceso a la información, en este caso, la realidad escondida. Nuestros detractores nos hablan de amarillismo y periodismo carroñero, y de que no es necesario enseñar algo de lo que, dicen, todo el mundo es consciente. La respuesta a ello es doble.

Por una parte, cuando hablamos de portadas de periódicos nacionales que nos acercan a desgracias o conflictos de países lejanos, ¿eso es amarillismo o periodismo carroñero? Esas portadas o noticias entonces no existirían. No tendríamos información. La doble moral de la víctima es algo que lamentablemente está demasiado arraigado en nuestras sociedades. Nuestro problema es la relación que establecemos con la muerte, tratamos de esconderla, de ignorarla, cuando es cercana, y eso no nos deja madurar como sociedad.

Respecto a la segunda respuesta. ¿Cómo podemos imaginar algo que no hemos visto, y que eso se corresponda fielmente a la realidad? Queramos o no, ese drama existió, y la técnica del avestruz simplemente es una trampa que no resuelve nada. La realidad es que tenemos más de 32.000 víctimas y no tenemos memoria histórica de cómo vivieron el fin de sus días. Imaginemos la Guerra Civil española sin tales imágenes o testimonios. Lo que sucedió solo serían palabras desdibujadas con el tiempo.

Ahora vivimos una segunda oleada de covid-19. Y diversas fuentes sanitarias nos recuerdan que esto es solo el comienzo del camino

Ricardo García Vilanova ha realizado este trabajo con apoyo del European Journalism Center dentro del programa llamado Covid-19 Emergency Support Fund. Más información en www.ricardogarciavilanova.com y en su Instagram #ricardogarciavilanova

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