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Sexo

Parejas de primos hermanos nos hablan de su relación

En muchas partes del mundo, el matrimonio entre primos es extremadamente común, y los riesgos genéticos para su descendencia son bajos. ¿Por qué, entonces, se sigue estigmatizando este tipo de relaciones?

*Se han cambiado algunos nombres para preservar la intimidad de los protagonistas.

Casey está orgulloso de llevar 23 años casado con Sara, aunque quiere dejar claro algo desde el principio: “No siento atracción por ninguna otra de mis primas y tampoco decidí perseguir conscientemente a la que ahora es mi mujer”.

Los dos son de Carolina del Norte y la química entre ambos surgió cuando eran adolescentes. Pero el padre de Casey y la madre de Sara son hermanos, por lo que los dos jóvenes se vieron obligados a reprimir sus deseos durante cinco años. Finalmente, dieron rienda suelta a lo que sentían —”Era algo que no podíamos ignorar”— y, cuando tenía 22 años, Casey le pidió matrimonio a Sara.

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La noticia sentó fatal a la familia. “Un tío me dijo que me merecía terminar en una fosa y mi padre me dijo que acabaría en la cárcel, aunque los ánimos se calmaron cuando nos casamos”, recuerda Casey. “Sigo sin hablarme con algunos de mis tíos, pero bueno, ya no les gustaba antes de que pasara todo esto”.

“Ni yo mismo podía creerme que hubiera ocurrido”, añade Casey. “Pero aparte del hecho de que somos primos hermanos, nuestra relación es totalmente normal”.

Aunque ahora los dos hablan más abiertamente de su relación de parentesco, Casey recuerda que cuando empezó a salir con Sara solo se lo había contado a un amigo. “Me daba vergüenza y tenía miedo de que la gente me dijera que nos estábamos equivocando”, explica. “Fue duro lidiar con esos sentimientos”.

En Occidente, esta práctica no está tan extendida, aunque en Europa y Estados Unidos este tipo de uniones era común hasta mediados del siglo XIX

Por lo general, la idea de que dos primos mantengan relaciones sexuales se considera repugnante. Es un pariente. Uno no se acuesta con miembros de su propia familia. Sin embargo, las relaciones entre primos son “una costumbre muy arraigada” entre una quinta parte de la población mundial, sobre todo en las comunidades musulmanas del Sureste Asiático y Oriente Próximo, en las que las relaciones de consanguinidad constituyen el 30-50 por ciento del total.

En Occidente, esta práctica no está tan extendida, aunque en Europa y Estados Unidos este tipo de uniones era común hasta mediados del siglo XIX, cuando las relaciones de consanguinidad se empezaron a condenar debido al rechazo de la comunidad médica.

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“Más de mil millones de personas de todo el mundo han nacido y viven en comunidades en las que entre el 20 y el 50 por ciento de los matrimonios son entre [al menos] primos segundos”, afirma Alan Bittles, jefe de investigación del Centro de Comparativa Genómica de la Murdoch University.

Bittles, que lleva más de 40 años investigando las relaciones de consanguinidad, señala que esta cifra representa, como mínimo, el 10 por ciento de la población total. “Y lo más probable es que sea incluso más alta, ya que hay muchos países, como Indonesia, Bangladesh y los países subsaharianos, de los que no disponemos de datos”.

“Desde el punto de vista cultural, no hay razón por la que no debiéramos aceptar este tipo de relaciones”, añade Bittle.

Pocas escrituras religiosas o legislaciones nacionales prohíben explícitamente las relaciones de consanguinidad. En Australia, por ejemplo, es perfectamente legal casarse con un primo hermano (o con un sobrino o un tío), pero sigue considerándose tabú en Occidente.

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“El estigma deriva del miedo a que la descendencia pueda nacer con defectos o dos cabezas”, apunta Casey, “pero eso solo demuestra ignorancia. Ahora mismo estamos intentando tener hijos y los dos sabemos que no hay nada que temer”.

Al parecer, tener un hijo con un primo o una prima implica cierto riesgo de que surja un rasgo recesivo de uno de los padres. Sin embargo, el doctor Greg Jenkins, obstetra que ha asistido al nacimiento de al menos 4.000 bebés fruto de parejas con lazos de consanguinidad, asegura que el riesgo de defectos congénitos es inferior a lo que se cree.

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“Según los datos que tenemos en el Hospital de Auburn, la posibilidad de que se den anomalías congénitas en las relaciones entre personas con lazos de consanguinidad es dos o tres veces mayor, y el riesgo de que el bebé nazca muerto también se duplica”, afirma Jenkins. “Solo el 2 por ciento de todos los nacimientos presentan algún tipo de anomalía congénita, de los cuales el 5 o 6 por ciento corresponde a nacimientos de parejas consanguíneas. Por tanto, el 94 por ciento de los bebés de parejas con relación de consanguinidad nacen perfectamente sanos.

“El estigma deriva del miedo a que la descendencia pueda nacer con defectos o dos cabezas”

“Estamos hablando de cifras pequeñas, pero que son ‘grandes’ cifras pequeñas cuando se trata de parejas consanguíneas”, explica. “Por ello no creo que debamos ir diciéndole a nadie que no debe reproducirse con sus primos hermanos. Lo mejor que podemos hacer es informar a las parejas sobre los riesgos que ello puede conllevar”.

Además del factor genético, la oposición a este tipo de relaciones también tiene un fuerte componente social y religioso, como demuestra el caso de Devleena, de 20 años, que lleva tres años de relación con el hijo de la hermana de su padre, relación a la que se oponen los miembros de su comunidad, en Nueva Delhi. Hay zonas de India en que se acepta y practica el matrimonio entre primos, según explica Devleena, “pero yo soy hindú, y en nuestra religión este tipo de cosas las decide más la comunidad”.

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Al igual que Casey y Sara, Devleena y su primo se conocieron de adolescentes; poco después, él le confesó su amor por ella y un año después empezaron a salir juntos. Al principio temían que su relación acabara dividiendo a la familia, recuerda Devleena. “A nuestra familia no le gusta nuestra relación. Mis padres no son violentos, pero no dejan de decirme cosas horribles y quieren organizarme un matrimonio con otro hombre, pero yo me niego”.

“Cuando me vaya a vivir con él, sé que nunca más volveré a ver a mi familia”, añade Devleena. “Una relación así asusta, porque a veces hay asesinatos por temas de honor. Tengo amigas que salen con sus primos y que han recibido amenazas de muerte de sus padres”.

Pese a la firme oposición de sus padres y su comunidad y el riesgo de ser víctima de un asesinato por honor, Devleena cuenta con el apoyo de amigos que están en su misma situación. Ha conocido a otras 15 parejas con lazos de consanguineidad por las redes sociales y en persona, dos de ellas en su propio círculo social. Y, sobre todo, cuenta con el apoyo de su pareja, que me asegura luchará por su relación si hace falta.

“No creo que me opusiera a ningún tipo de relación consensuada”, señala Devleena. “El amor es el amor”.

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Este artículo se publicó originalmente en VICE AU.