No busques la perfección en tu trabajo: tu salud te lo agradecerá

  • Las posibilidades de sufrir depresión son más altas en esas personas que se definen como perfeccionistas.
  • El perfeccionismo presenta muchas contraindicaciones puesto que en el trabajo ya se tiene un alto nivel de estrés.
Un hombre arreglándose la corbata.
Un hombre arreglándose la corbata.
GTRES
Un hombre arreglándose la corbata.

Dice la RAE que perfeccionismo es la “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. Y aunque lo de indefinidamente no crea precisamente tranquilidad, cuando alguien se define como perfeccionista, lo hace con orgullo. De algún modo se habla de perfeccionismo como sinónimo de persona trabajadora, minuciosa y detallista. Pero no.

Ser perfeccionista, buscar la perfección en el trabajo, puede ser algo que acabemos lamentando… por salud. Según explica la doctora Marisa Navarro, las personas que siempre esperan que todo sea perfecto, “se convierten en esclavos de querer obtener un resultado que no existe y es que nada, ni nadie lo es”. Por este motivo su nivel de ansiedad y frustración suele ser constante y las posibilidades de que sufran depresión son más altas.

Lo cuenta en su libro La medicina emocional: “Existen muchas contraindicaciones, a la intención de querer ser inmejorables, que siempre suelen acabar convirtiéndose en problemas de salud. Sobre todo en lo que al trabajo se refiere, puesto que este es un entorno, en el que ya se tiene un alto nivel de estrés y en el que pasamos muchas horas al día. El perfeccionismo nunca se sacia, y lo he podido comprobar en mis años de experiencia como terapeuta”.

La doctora describe los problemas más comunes a los que estas personas se enfrentan en su entorno laboral:

  • Se hunden con facilidad cuando las cosas no salen como esperaban. Esto además, suele ser muy a menudo, porque nunca el resultado estará a su nivel de exigencia y siempre les quedará la duda de si podrían haber hecho algo más. Por ello tienden a exagerar y a encadenar unos pensamientos negativos con otros, que les generan mucha ansiedad y les desvían de intentar buscar soluciones.
  • Se maltratan, y se exigen demasiado. Piensan que si las cosas no han salido todo lo bien que se esperaba, ellos son los únicos responsables. No tienen en cuenta que todo depende de muchos factores o de que hay circunstancias ajenas, que a veces no se pueden controlar. Cuando una persona se exige demasiado, también lo hace con los demás, y por ello pueden volverse totalmente insoportables, para las personas que les rodean, convirtiéndose en compañeros o jefes tóxicos.
  • Se comparan con otros constantemente. No tienen suficiente con lo que están haciendo, y también tienen que estar pendientes de cómo lo están haciendo los demás. Asimismo, suelen darle mucha importancia a la opinión que otros tengan de ellos, lo que se traduce en una baja autoestima y en un automaltrato psicológico en el que llegan a ser muy crueles.
  • Quieren controlarlo todo. No confían en nadie, y por ello les cuesta mucho delegar, pues piensan que sólo si ellos son los responsables de algo, el resultado será el que esperan.
  • Tienen verdadera fobia a cometer errores. Es muy fácil que el perfeccionista no llegue a ningún sitio, pues tiene tanto miedo a fracasar, que en muchas ocasiones prefieren no empezar, o si comienzan cabe la posibilidad de que abandonen al primer obstáculo que se les presente o si sospechan que se va a producir un error.
  • Tampoco disfrutan con sus éxitos. Si consiguen algo seguramente le quitarán el mérito, no lo disfrutarán o lo harán durante muy poco tiempo y no suelen sentirse agradecidos por ello, porque están constantemente buscando otras metas o poniendo su atención en otras acciones para seguir intentando conseguir que sean perfectas.

Cómo dejar de ser perfeccionista

Tratar de dejar de ser perfeccionista no es fácil, al igual que no lo es abandonar cualquier otra costumbre, que puede llegar a ser una verdadera adicción. Pero, argumenta en su libro la doctora Navarro, “todos tenemos que saber que el verdadero éxito está en esforzarse y hacerlo lo mejor posible, y si se cometen errores, y las cosas no salen como hubiéramos deseado, aprender, seguir adelante y crecer con ello”.

Si somos perfeccionistas, primero hay que preguntarse de dónde viene esa necesidad, y después –explica– adoptar la excelencia, que consiste en dar lo mejor de nosotros mismos y hacer las cosas lo mejor que podamos, teniendo en cuenta las circunstancias y los recursos con los que contamos, y sin obsesionarse con el resultado, y disfrutando del camino. “Si en cada momento la persona está dando lo mejor que tiene, su trabajo será excelente”, afirma Navarro.

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