Actions

Work Header

LA MALDICIÓN DE LA BELLA Y DE LA BESTIA

Summary:

Versión adulta y contemporánea del clásico cuento. No sólo la Bestia sufre por su condición, sino que la Bella, por serlo, también.

Chapter 1: ¿Qué pasó con... ?

Chapter Text

 

¿QUÉ PASÓ CON...?

 

Un hombre maduro, bronceado, repeinado y vestido con ropa propia de alguien con veinte años menos, salvo por la chaqueta de traje encima con la que buscaba la combinación perfecta entre un look casual y juvenil, con uno elegante, sonríe mostrando una antinaturalmente blanqueada e igualada dentadura.

-Y hoy, con todos ustedes, aquí en... -Desaparece para que en su lugar tomen presencia, mientras aún se oye su dinámica voz pronunciándolas, las palabras escritas con una ornamental sangría: ¿Qué paso con... ?- Hablaremos del multimillonario Leonardo Rey. -Como si le obedeciera, de inmediato surge la foto de cuerpo entero de un atractivo joven posando de brazos cruzados con un oscuro y refinado traje, sonriendo de forma altanera por ser consciente de lo bien que lo lucía.- Dueño de uno de los hoteles más lujosos del continente. -Imágenes en movimiento muestran el mentado edificio, sus exclusivas piezas artísticas de decoración en las salas comunes, sus lámparas de araña de cristal de Swarovsky, su piano de cola hecho a mano...- Sin embargo, fue más conocido por su sonora vida social constante en la prensa sensacionalista, y que abandonó súbitamente hace casi cinco años. -Esta vez toman protagonismo varios titulares de revistas amarillistas en el que coincide el nombre de Leonardo Rey y la palabra "Bestia".- Trataremos a fondo toda su vida: desde su infancia, criado entre lujos... -La primera foto tierna aparece mostrando al pequeño tocando alegre el piano frente a unos padres que le contemplan con rostros amorosos, los mismos que se van ampliando por el zoom.- ... pasando por el desgraciado accidente de vuelo en el que sus padres perdieron la vida. - Un repentino negro cubre la idílica estampa dramáticamente.- Lo que le convirtió, con apenas la mayoría de edad cumplida, en el propietario de toda la fortuna de los Rey... -Al fin vuelve a aparecer el dueño de la voz en off para ahora seguir hablando dando su maquillada cara.- ... Junto con su prestigioso hotel, que supo llevar, al contrario de lo que muchos pensaron debido a su juventud e inexperiencia. Continuaremos con los años que le siguieron en los que este auténtico "Rey" disponía de todo: riqueza, juventud, una increíble belleza...- Esta vez sin desaparecer, en un rincón a su izquierda pueden verse muestras de lo que dice, viéndose al protagonista de su discurso codeándose con los rostros más conocidos en desbordantes festejos. -... Y una desmedida atracción por las grandes fiestas que él mismo organizaba o era invitado, gracias a ser dueño del hotel preferido por todo aquél que se lo pudiera permitir. Citaremos a algunas de la interminable lista de modelos, actrices, cantantes y toda mujer que estuviera entre las más deseadas y que no podía escapar a los encantos del apuesto joven. -A una velocidad apabullante, pasan decenas de fotos de Leonardo con una despampanante mujer distinta en cada una de ellas, hasta que se detienen para verle en una actitud completamente distinta con otro hombre.- Apuesto y violento, pues incluso superaban en número las confrontaciones que tenía con otros caballeros, de las que también hablaremos, al de sus romances con las damas, por ello ganándose el sobrenombre dado por la prensa de "Bestia". -Se acaban las imágenes de fondo para que el emperifollado hombre acapare toda la atención.- Acabaremos por tratar de indagar por qué de pronto, con apenas veintitrés años, canceló todas las fiestas que había programado, y dejó de asistir a las demás, y lo más inquietante de todo, por qué no se le ha vuelto a ver el rostro. Después de que siempre hubiese exhibido desinhibidamente su admirable semblante y su cuerpo alto y vigoroso, por los que había recibido ofertas de modelaje y papeles en películas, pasó a esconderse bajo un abrigo, con capucha incluida, evitando a los periodistas y protegido por sus guardaespaldas de que nadie se le acercara, rehusando por primera vez las cámaras. Aun hoy, cuando cuenta con veintiocho años, sigue limitado a los asuntos de sus negocios, absteniéndose de la vida social. Durante el programa, mostraremos sus mejores fotos y videos, sus declaraciones más impactantes, sus entrevistas más reveladoras, y contaremos con la presencia de antiguos amigos y enemigos del multimillonario. ¿Un accidente o una enfermedad le provocarían una deformación que se negara a descubrir?, ¿O habría sido, como la mayoría apuntaba, una pelea en la que al fin hubiese salido perdedor? Quizás logremos descubrir lo que le ocurrió para que decidiera desaparecer. No se pierdan hoy: ¿Qué pasó con... Leonardo Rey?

El avance acabó con la foto en primer plano que le habían hecho en uno de sus reportajes, exhibiendo, en su rostro de rasgos viriles, teñido con un sano tono tostado, una sosegada y triunfal sonrisa que dibujaban unos carnosos labios. El zoom se fue cerrando hacia sus azules y algo rasgados ojos, sobre los que caían, a la altura de las cuidadas cejas, algunos mechones de su rizado y azabache cabello. Aquella mirada desapareció al instante entre los cristales rotos de la gran pantalla. Un estruendoso sonido, parecido al rugido de un león, vibró en la habitación.

-Jefe, necesita relajarse. ¿Por qué no se da un baño en la piscina? Eso siempre le sienta bien.

Le aconsejó, y casi rogó, el asistente personal de Leonardo, después de presenciar cómo había arrojado el mando a distancia contra el televisor de su despacho.

-¡No me trates como si fuera un niño!

Rugió con una grave y rocosa voz, que volvió a llenar la sala.

-No lo hago, jefe. Sólo pretendo que descanse de las tensiones del día.

Mantenía estoicamente la compostura Pierre, sin retroceder ante su jefe, por mucho que estuviera instado a hacerlo, notando aquella presencia de dos metros de altura levemente inclinado hacia él, ahora además en medio de una casi completa oscuridad, sólo salpicada por el reflejo que despedía la pantalla en blanco, y las chispas eléctricas que surgían de la abertura por la que el mando la atravesaba.

-Era lo que me faltaba, salir en ese maldito programa. Mañana mismo quiero hablar con Tabares.

-No creo que ningún abogado pueda hacer nada. Tienen derecho legal sobre las imágenes que van a sacar y...

-¡Deja que se encargue Tabares de decidir qué hay de legal en lo que hacen!

Fue interrumpido con aquella agresiva advertencia, y se le heló la sangre.

-Sí, jefe. A primera hora contactaré con él.

Hubo un silencio en el que la gran figura asintió y, lentamente, se dejó caer en su sillón de cuero. Se oyó un crujido.

-¡Mierda! ¡¿Tan difícil es conseguir un maldito asiento que sea decentemente resistente?!

Pierre sacó de su bolsillo su agenda electrónica y anotó todo.

-Tendrá su sillón nuevo mañana mismo, no se preocupe. Y también un televisor. ¿Estaba satisfecho con este, o busco uno mejor?

-Consigue el que tenga más definición, en los últimos dos meses habrán sacado alguno mejor que este.

-Muy bien.

Pierre guardó la agenda, quedando a la espera de nuevas indicaciones.

-Después de tanto tiempo deberían haberse olvidado de mí, pero esa gentuza de la farándula siempre encuentra nuevas formas de superarse y ser más rastreros rebañando en las desgracias ajenas. ¿Es que van a estar toda la vida rondándome como buitres?

A Pierre no le inquietaba menos la voz de su jefe cuando la dirigía en susurros, pues sonaba como el ronroneo de una fiera despertándose. Pero esta vez vio que apoyó un codo en la mesa y dejó reposar la cabeza en la grande y dura mano, y esa pose con la que daba a entender que su abatimiento había podido con su ira, le animó a arriesgarse a tocar el más delicado de los temas en aquél edificio.

-Jefe, no tiene por qué estar toda la vida así. Sabe que esta situación puede revocarse.

-Lo he intentado todo, pero nada ha servido...

Como ni siquiera levantó la cabeza, el valor de Pierre a hablar con soltura siguió elevándose.

-No podía funcionar lo que ha probado hasta ahora, las trampas no sirven en este asunto.

-Me di cuenta enseguida, Pierre. -Cuando Leonardo Rey dirigió lentamente su fiera mirada hacia él, casi se arrepintió de haber hablado.- Me di cuenta cuando me desperté de la anestesia en la camilla tras el intento de operación de que ningún instrumento, por muy afilado que esté, puede introducirse en mi carne dura como la roca.

Su tono, que acentuaba con especial énfasis las palabras referentes a él mismo, había ido ganando vigor al tiempo que apretaba con cada vez más fuerza su puño. Pero Pierre ya no se podía echar atrás.

-Lo único que no ha intentado es hacerlo justamente de la manera con la que ella le dijo que rompería la maldición.

Si el crujido de antes había causado algún problema en el sillón, eso ya no iba a importar, pues este quedó despedazado cuando fue despedido contra la pared. Pierre no pudo evitar retroceder dos pasos cuando su jefe fue hacia él.

-Escúchame bien, Pierre, no vuelvas nunca jamás ha sugerirlo. Consigues que piense que me crees idiota.

-No, jefe, yo...

-¿Va todo bien?

Pierre hubiera besado a Armand por interrumpir en aquél momento. El responsable guardaespaldas había acudido raudo a ver qué ocurría. No es que fuera inusual oír cosas estrellarse, pero dos tan seguidas obligaban a su sentido del deber ir a comprobar la situación. Leonardo le ignoró y siguió dirigiéndose a su asistente como si nada.

-Ambos sabemos perfectamente que es una idea absurda pensar que aquello no era otra cosa que una broma cruel, si me intentas convencer de lo contrario sólo puede significar que tú también pretendes burlarte de mí.

-Por supuesto que no.

Se alivió cuando la inmensa figura dio un brusco giro de ciento ochenta grados con un bufido. Y es que para él aquella noche le estaba trayendo demasiados recuerdos. No sólo sobre sus padres por el entrometido programa que tenía la desfachatez de hablar de ellos, también revivió aquella maldita noche...

 

FLASHBACK

 

Tenía las curvas de la modelo caribeña del mes de Junio entre sus brazos sobre su escritorio. Ni siquiera entonces sabía su nombre, sólo le interesaba de ella que tenía sus largas y piernas morenas rodeándole la cintura. La aupó con un brazo lo bastante para subirle la falda con la otra mano, le arrancó la prenda interior y dejó caer su desnudo trasero sobre la madera de caoba. Ella se quejó por el leve dolor, pero la calló con un frenético beso. Se bajó la cremallera de la bragueta... y entonces la puerta de su despacho, inoportuna e imperdonablemente, se abrió. Hacía mucho tiempo que no veía a su madrina, y allí estaba, tal y como la recordaba la última vez que la vio y la primera por pequeño que fuera. En todos estos años aún tenía la blanca piel igual de tersa y sin imperfecciones, su largo y liso cabello rubio dorado natural seguía sin una sola cana aunque debiera tener la edad que ahora tendrían sus padres de seguir vivos, y disfrutaba de la misma figura esbelta enfundada en un traje chaqueta blanco complementado con un sombrero de ala ancha

-¡Tía! ¿Qué haces aquí?

No pudo evitar preguntar, apartándose de la joven mulata, quien se apresuró en bajar de la mesa y estirarse el vestido.

-Querida, puedes irte, mi ahijado y yo tenemos algo importante de lo que hablar.

La chica, avergonzada, no dudó en coger su bolso y las bragas rotas del suelo, y salió escopeteada de allí.

-¿En serio? ¿No podías esperar?

Se quejó él, limitándose a ello por ser de quien se trataba, mientras se colocaba bien la camisa dentro de los pantalones y abrochaba de nuevo su bragueta. Al menos ya no tenía erección que ocultar gracias a la irritante interrupción que se la había quitado.

-¿Esa es la forma en la que me recibes después de tanto tiempo?

Advirtió entrando en la estancia sin esperar a que la invitaran y cerrando la puerta tras de sí. Aunque esto le desagradó, le concedió una tolerancia especial, y se acercó a ella recurriendo a su encantadora sonrisa.

-Lo siento, es que ya has visto cómo me has encontrado, además de que esto es una gran sorpresa.

Le dio dos besos en las mejillas.

-Claro, no podías esperártelo sólo por mis cada vez más frecuentes cartas en las que te avisaba de que vendría a ponerte en vereda.

Le dijo con una sonrisa increíblemente dulce, que le hizo a él borrar la suya por un instante antes de armarla de nuevo con su estudiado embelesamiento.

-No te quedes ahí, tía, por favor, siéntate.

Le indicó una de las sillas frente a su escritorio.

-Gracias.

La mujer se quitó el sombreo y se sentó, y él hizo lo propio en su butaca.

-¿Cómo has conseguido evitar a mi secretaria y a mi guardia? Nunca dejan pasar a nadie sin que me lo anuncien.

-Supongo que es por lo encantadora que soy.

Contestó con una traviesa sonrisa, tanto que hacía saltar una alarma en cualquier cabeza. Pero Leonardo decidió ir al grano.

-Tía, no tienes por qué enfadarte conmigo. Sabes que cuido del legado de mis padres, no he dilapidado la fortuna que me dejaron, llevo estupendamente los negocios, no...

-Sabes perfectamente que no es eso en lo que me tienes defraudada, querido ahijado.

Le cortó ella, cruzando sus piernas y descansando su sombrero sobre su regazo.

-Cuando tus padres nos dejaron, asumí como algo natural la actitud que adoptaste. Al fin y al cabo, eras un crío, mayor de edad según la ley, pero un crío, y si ya en una situación normal a esos años se esperan ese tipo de... ocurrencias, lo empeoró, por una parte, la vivencia tan traumática, y por otra, que contaras con esta fortuna. Pero los años han pasado, y tú no has madurado.

-Tía, con todos mis respetos, soy un hombre de negocios. Creo que he demostrado más que suficiente que no soy un crío. Llevo todo esto yo solo. Tengo éxito, yo...

-Eres caprichoso, visceral, materialista, no tienes autocontrol, no eres capaz de tener ninguna relación de afecto con nadie y sigues encolerizado por la muerte de tus padres, por lo que tratas a los demás peor de lo que merecen y tú mismo eres infeliz en ese perpetuo estado tóxico.

Con todo lo que los dos tenían que decirse, y el silencio se apoderó del despacho. Sólo se mantuvieron la mirada. Hasta que él encontró la forma más educada de replicarle.

-Eras la mejor amiga de mis padres, no por nada te hicieron mi madrina, pero eso no te da derecho a venir aquí y darme una reprimenda. Yo ya soy bastante mayor, no tiene que venir nadie a corregirme.

-No estoy aquí sólo por el amor que me unía a tus padres. Si te diera por perdido, no me hubiera tomado la molestia a pesar de ello. Pero te conozco, te he visto crecer, he estado siempre unida a tu familia. Tú no eres ese pedazo de cabrón que pareces ser.

Leonardo casi se divirtió al fin en esa charla.

-¿Quién tiene ahora falta de autocontrol?

-No seré yo, no hay palabra que haya mencionado que no me parezca adecuada.

-Está bien tía, ya es suficiente.

Sin más paciencia, el joven se levantó directo a la puerta, la abrió y esperó con la mano en el pomo.

-No, cariño, de esto no vas a poder escapar. -Cogió con una mano su sombrero y se puso de pie para continuar hablándole mientras se acercaba lentamente a él.- De hecho, es a lo que te ha llevado el camino que has escogido. -Se plantó frente a él.- "Bestia" es la forma en la que te llaman. -Leonardo se molestó aún más, odiaba aquél apodo. Pero entonces su madrina alzó la mano y él notó su cálido roce cuando la posó suavemente en su mejilla.- Crees que es un mote ridículamente inapropiado con esa cara tan bonita que tienes... pero es que no te has dado cuenta, de que si te llaman así, es porque es eso lo que ven. Tus actos tienen más presencia que una imagen. Es una Bestia lo que ellos ven... e incluso es una Bestia la forma en la que te sientes.- Ella rompió su contacto y ante su mirada sobrecogida, pasó por su lado para salir de allí.- Recuérdalo, ahijado, porque de verdad te lo digo con todo mi amor: Es esto lo que ahora eres, no porque te lo haya hecho yo, tú solito te has empeñado en convertirte en ello. Cuando seas capaz de volver a amar como un ser humano, y hagas que alguien más te vea como tal, toda esa "bestialidad" -Leonardo estaba desconcertado con todo aquél diálogo, pero se sintió especialmente confundido y alarmado cuando su madrina movió su dedo extendido hacia él para señalarle por todas partes cuando dijo aquella precisa palabra.- ... desaparecerá.

Se volvió a colocar el sombrero, y con una triste sonrisa, se dio la vuelta sin añadir nada más. Leonardo cerró la puerta, completamente desubicado. No entendía nada de lo que había pasado. Debía estar cavilando demasiado en ello, porque le estaba empezando una migraña horrible. Se llevó las manos al cuero cabelludo. Todo por culpa de sus incompetentes empleados, no tendrían que haberla dejado pasar. Con una mano aún en la cabeza, a la que de repente le pareció que le hacía falta pasar por peluquería, volvió a abrir la puerta con la otra, dispuesto a cargar toda esa frustración.

-¡Armand! ¡Marie!

Llamó a los que creía culpables del incómodo rato que había tenido que pasar, y se sorprendió del efecto que el dolor de cabeza estaba provocando en sus oídos por lo molestamente grave que percibió su voz. Se dirigió al escritorio esperando a que llegaran sus empleados, y se mareó al ver alejarse el suelo. Se sentó con cuidado y al apoyar los brazos partió los de su sillón. Impresionado, miró las piezas rotas buscando las defectuosas solturas. Le empeoró la mala sensación y dejó caer la cabeza sobre la mesa.

-Buenas noches, jefe. ¿Qué deseaba?

Oyó a su secretaria. Y no sólo eso. La olió. Hubiera pensado que sólo era que hoy se había pasado con su perfume. Pero su guardaespaldas no usaba ninguno, y también le olía.

-¿Cómo habéis dejado pasar a mi madrina?

No tenía fuerzas para hablar tan enfadado como le hubiera gustado, sin embargo oyó su voz mucho más fuerte de lo que la hubiera logrado poner de haberlo pretendido.

-Pues... ¿No dio permiso usted?

Percibió la duda en la voz de Armand, y aunque fuera muy raro, era como si no hubiera estado seguro de qué contestarle.

-¿Qué ha ocurrido aquí?

Levantó la cabeza para mirarles, y entonces vio cómo sus rostros se desencajaron. La mujer pegó un grito.

-Señor...

Sólo consiguió emitir el fornido hombre.

-¡¿Qué pasa?!

-Está... está...

Sin poder soportar más a esas dos personas siendo tan inútiles, se levantó, fue hacia su baño y se miró en el espejo...

 

FIN DEL FLASHBACK

 

Leonardo soltó un rugido al recordar lo que se había encontrado en el cristal aquella noche.

-¡¿Cómo pudo hacerme esto?! ¡¿Cómo pudo resultar la mejor amiga de mis padres, aquella a la que nombraron mi madrina, ser una maldita bruja?!

-Vamos, jefe, cálmese, por mucho dinero que tenga, al final va a ser capaz de gastárselo todo en muebles nuevos.

Armand era el único de todos sus empleados que se atrevía a hablarle con franqueza. Los demás lo achacaban a su entrenamiento militar, aunque sospechaban que debía haber habido alguna formación secreta y mucho más intensa también, algo inimaginable para que le diera tremendo valor.

-¡No tendría por qué ponerme así si no me dieran motivos! Nuestro querido Pierre ha sugerido que haga caso de lo que dijo esa bruja para romper la maldición.

-Bueno, no estaría de más probarlo. Es mejor que quedarse cruzado de brazos sin hacer nada... o destrozando cosas, como es más bien su caso.

-No sé qué hago discutiendo esto con dos empleados. -Ambos ignoraron sus despectivas palabras, por achacarlo a su mal humor y por costumbre.- Tampoco es algo sin lo que pueda vivir, me va bastante bien así. Sigo teniendo dinero y mujeres.

-Sí, unas mujeres encantadoras.

Habló el guardaespaldas con un nada oculto sarcasmo, entornando los ojos. Pierre estuvo a punto de rogarle que por favor empezara a ser aunque fuera una décima parte de comedido de lo que era cualquier otro que trabajaba para el jefe que compartían.

-¿Qué más da lo encantadoras que sean? Siguen estando buenas.

Replicó Leonardo, sentándose en su escritorio y cruzándose de brazos con el ceño fruncido. Su asistente sintió una punzada de celos, pues por enfadado que siguiera viendo al señor Rey, Armand había conseguido, como solía hacer, sacar de él un trato parecido al que se le da a un amigo.

-No es el tipo de chicas que pueden romper la maldición. Siguen siendo de las que sólo se sienten atraídas por su físico. ¿De verdad quiere continuar en esas relaciones violentas y auto destructivas con mujeres que sólo quieren a una bestia y que le hacen seguir siéndolo?

- "Ser capaz de amar como un ser humano y conseguir que alguien me vea como tal"

Aún con la mirada desviada, recitó de memoria aquellas palabras con una mezcla de rencor y humor. Se puso en pie y les dio la espalda a los otros dos para acercarse a la ventana que brindaba la vista de unas concurridas calles y el suelo de las azoteas del resto de los edificios. Desde la última planta del hotel, el cielo de la noche se exponía sin que un sólo astro celestial pudiera esconderse, pero Leonardo Rey no pudo evitar que le absorbiera el leve reflejo de sí mismo en el cristal, aborreciéndole cada día más aquella imagen.

-¿Qué otro tipo de chica podría sentir algo por esto? ¿Quién va a ver a un ser humano en mí?