Cafetería Trevi: una historia de resistencia a la gentrificación de la CDMX
Fotografías de Paulina Munive.

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Cafetería Trevi: una historia de resistencia a la gentrificación de la CDMX

Una empresa pretende acabar con ella para poner en su lugar un coworking o un hotel boutique. Pero los vecinos no están dispuestos a permitirlo.

Artículo publicado por VICE México.

En sus mejores años, la Cafetería Trevi tuvo fama de ser uno de los epicentros del centro de la Ciudad de México. Fue lonchería, bar, romería dominguera, sobreviviente del terremoto de 1985 y hasta punto de encuentro entre Fidel Castro y el Che Guevara.

Hoy el restaurante es un sobreviviente en vilo de la gentrificación en la capital del país. Se ha convertido en un símbolo de resistencia en el número 1 de la calle Colón, en el Centro Histórico. Una empresa ha comprado el edificio y pretende convertirlo en oficinas de coworking, o en un hotel boutique, y sus vecinos están indignados por la noticia y firmes en impedir que eso suceda.

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Después de 63 años de existencia, la Trevi se ha hecho parte del paisaje de la zona. Y su encargado, Julio César Castillo, lo sabe y lo dice mejor: “todos nos conocen, pero desafortunadamente también nos hemos convertido en una isla en medio de un océano de tiburones inmobiliarios. Y eso no es cosa fácil”.

Tan fácil como comprar un edificio

Lo verdaderos problemas empezaron el día del terremoto de septiembre del 2017, y se materializaron una mañana de marzo de este año.

Sin más, una notificación escrita llegó hasta las manos de Julio. En ella, se le informaba a los seis comerciantes y 30 habitantes del edificio —que por fuerza de costumbre también se conoce comúnmente como Trevi—, que tenían que dejar sus hogares.


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De acuerdo con el documento, después del 19S el inmueble estaba a la venta por la cantidad de 80 millones de pesos. Pero no cabía la posibilidad de que cada quien comprara su departamento: o alguien adquiría el edificio completo, o tenía que irse y ceder su oportunidad a quien sí la aprovechara.

“Entramos en pánico. El edificio estaba intacto, pero nadie contaba con que nos corrieran, y mucho menos tenía esa cantidad de dinero para salvarnos a todos. Lo que no nos imaginamos nunca es que el dueño ya había vendido, o por lo menos apalabrado, la propiedad con alguien más, porque estaba seguro de que nosotros no podíamos solos”, dice Julio.

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Y así fue. Un día simplemente les informaron que los lugares que ocupaban ya pertenecían a otra persona, y que ya existía una fecha límite para abandonarlos.

“Inicialmente supimos que los nuevos dueños eran tres jóvenes que pertenecían a una empresa llamada Público. Luego, la segunda abogada que atrajo nuestro caso descubrió que no era así, que ellos más bien le habían pedido financiamiento al banco Mifel, para ‘hacerse’ del edificio. Es decir: el verdadero propietario era el banco”, explica el dueño de la cafetería.

Eso lo complicó todo. Seis de los vecinos, quienes de inmediato se reunieron para formar un bloque de acompañamiento y resistencia, supieron hasta entonces que contra lo que luchaban era mucho más grande de lo que imaginaron. Y desde ese momento no hay día que no se levanten con el propósito de no dejarse, de rebatir y de quedarse.

La vida entre terremotos

La cafetería Trevi es un monumento histórico. Uno bastante rojo, por cierto. Sus mesas, sus sillas, sus legendarias luces neón, sus vitrales y hasta sus meseras, portan el color del restaurante. En el sitio reina la costumbre, las fotos de Frida Kahlo, el aire de barrio y el tiempo detenido.

Fue en 1955 cuando un italiano que se refugió en México, lo inauguró. Se llamaba Franco Pagano, y no tardó en hacerse de personal para sacar a flote su negocio, que desde sus inicios era bastante parecido a lo que es ahora. Así fue como José Luis Dávila, de 15 años y tío de Julio, entró a trabajar ahí.

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Poco a poco, el lugar se hizo de un nombre. Su ubicación estratégica, al lado de Paseo de la Reforma, y enfrente del entonces Hotel Regis, lo hicieron crecer lento, pero seguro. En algún momento, el italiano decidió traspasarle el negocio a José Luis. Él era el nuevo dueño.

Sus primeros clientes asiduos fueron los oficinistas de la zona que encontraban refugio en sus desayunos, comidas y cenas baratas, los 365 días al año, siempre de 8 de la mañana a 11 de la noche. Luego, entre la década de los 60 y 80, tuvo su época de oro y vio entrar y salir lo mismo a artistas, líderes sindicales, periodistas, y hasta al Che Guevara y Fidel Castro, quienes recién habían llegado a refugiarse al país.

“Recuerdo haber visto eso desde niño. Yo crecí aquí. Cada domingo mi familia nos traía a comer con el tío José Luis, y éramos testigos de cómo la gente a veces tenía que hacer fila para entrar, de cómo cada Navidad o 6 de enero veíamos congregarse a decenas de Santa Closes o Reyes Magos en la acera. Eran días muy movidos y muy felices”, recuerda Julio.

Luego vino el terremoto de 1985. Y desde entonces, aunque la cafetería no sufrió daños materiales, de alguna forma se sepultó. Nunca más volvió a recuperarse de la tragedia.


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Muchos de sus clientes murieron; otros, simplemente olvidaron que seguía vivo detrás de las ruinas del Regis y ya no regresaron por su café lechero de rutina; lo más, asociaron el Centro Histórico con muerte y devastación y no lo pisaron en mucho, mucho tiempo.

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Las cosas mejoraron por ratos. Empeoraron en otros. José Luis envejeció, un día se tropezó, se rompió la pelvis y dejó como encargados de la cafetería a Julio y a su esposa, Evelin.


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Ambos renovaron sutilmente el lugar. Hicieron mejoras. Pensaron en nuevas estrategias para hacerlo crecer. En el Trevi ya se grabaron varios comerciales para TV, películas como Matando Cabos, Los insólitos peces gato, la serie de José José; ha sido sede de entrevistas con futbolistas famosos.

Y llegó el nuevo terremoto.

Y con él, nuevos saldos, sepulturas y una batalla por ganar. Ahora, además de atender la cafetería como normalmente lo hacían, Julio y Evelin piensan en alternativas para quedarse, se reúnen con sus vecinos interesados, siguen de cerca el curso legal del caso y en el camino han creado una comunidad única.

Razones para no mudarse

La Plataforma Vecina y Observatorio del Centro Histórico 06000, nació al calor de la desgracia. Desde hace meses, los habitantes del edificio, ubicado a un lado de la Alameda, la crearon para abrazarse, sentirse juntos en la causa y dar batalla con la demanda que interpusieron por su derecho a no mudarse.

Han organizado eventos en el restaurante, en las Tortas Robles que tienen al lado, en el Café Denmedio que está a dos locales. Intentan hacer visible su caso con música, lecturas de libros, comilonas. Buscan concientizar a quienes quizá todavía no dimensionan la magnitud del asunto y pudieran abonar en la resolución.

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Imagen cortesía de 06000.

Imagen cortesía de 06000.

En una declaración que hicieron a medios en marzo de este año, la empresa Público habló de sí misma diciendo que lo que hacen “es una idea millennial: ser nómada, iconoclasta, igualitario. Con una nostalgia por un tiempo con historia en una época que parece querer borrarnos la memoria. Espacios que no gentrifican, es decir, que no expulsan a los habitantes originales del barrio y suben las rentas de modo exorbitante”.

Pero los vecinos del edificio Trevi no piensan lo mismo.

“Si de algo nos ha servido la red es para darnos cuenta de muchas injusticias, de muchos malos manejos, de lo abusiva que puede ser la gente cuando uno no lucha por sus derechos”, asegura el encargado de la cafetería.

No obstante, también asegura que eso mismo les ha dado mucha fuerza. Tanta, que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de quedarse. 06000 les ha mostrado que como el suyo, hay más casos. Algunos, mucho peores. Y no sólo en el Centro, sino en toda la ciudad.

“Tienen que entender que esta es nuestra casa, y gran parte de nuestra vida, y que no nos vamos a dejar”, asegura.

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