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“Hola, viajamos a la Luna. ¿Quiere ser nuestro proveedor?”

La conquista del espacio hace 50 años fue posible gracias al apoyo empresarial. Así se fraguó un viaje para la Historia

Sala de control del Centro Espacial John F. Kennedy durante el despegue de la misión Apolo 11 en julio de 1969.
Sala de control del Centro Espacial John F. Kennedy durante el despegue de la misión Apolo 11 en julio de 1969. AFP/Getty Images

Neil Armstrong puso un pie en la Luna hace 50 años y el mundo entero pudo escuchar su mítica frase, “es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad” gracias a la tecnología de los auriculares Plantronics (hoy Poly). “Nuestros ingenieros solo tuvieron 11 días para rediseñar la tecnología del auricular MS-50 y adaptarla a la Luna. Se incorporaron dos micrófonos independientes: uno debajo del casco y el otro para la manga del traje”, relata Paul Clark, vicepresidente sénior del grupo de tecnología. Además de Poly, un puñado de empresas como IBM, General Motors, Hasselblad, Whirlpool, Omega, Westinghouse o Kodak, impulsadas por este enorme desafío, colaboraron con la NASA en el viaje espacial. Y para ello, aportaron su mejor conocimiento e investigación implicando a decenas de sus empleados. Algo que convirtió la llegada del hombre a la Luna en un éxito también empresarial. “Se logró en tiempo récord incluir en el gorro de telecomunicaciones (llamado Snoopy) que llevaban los astronautas bajo el casco —continúa el directivo de Poly— dos auriculares y dos micrófonos de brazo flexibles para proporcionar redundancia operativa”.

Así más de 400.000 empleados de diversas compañías y organismos como la NASA, trabajaron por el mayor desafío mundial que una nación pudiera ambicionar; ganar la carrera espacial. Y lo hicieron contra reloj cuando el recién elegido presidente, John Fitzgerald Kennedy (1961), anunció al Congreso que antes de que finalizase la década, el hombre pondría sus pies en la Luna. A partir de ese momento, las investigaciones, las metodologías y el liderazgo para desarrollar la tecnología que precisaba el gigantesco proyecto, fueron el leitmotiv de los colaboradores.

“Sin IBM el hombre jamás hubiera llegado a la Luna”, sentencia sin dudarlo la directora de innovación para España y otros países del gigante informático, Elisa Martín. “La tecnología manual empleada por los pilotos en los aviones exigía ser reevaluada, para dar el gran salto e introducir la automatización a través de computación”. El primer sistema de información para empresas, conocido como 360, se convertía así en la piedra angular de esta novedosa tecnología. “Ir a la Luna exigía desarrollar al límite las capacidades del 360. Y lo hacía en tres sentidos: que se pudieran interconectar varios sistemas al mismo tiempo (interoperabilidad); hacer posible la multitarea en un mismo sistema y poder procesar información en tiempo real, condición indispensable para traer de vuelta a los astronautas”, añade Martín. Y se trabajó con precisión de cirujano “porque el corredor por el que debía descender la nave era un espacio de 40 millas de ancho que, a la distancia a la que estamos desde la Tierra, es como el filo de un papel”, apunta la directiva de IBM. Así nada menos que 4.000 empleados construyeron los ordenadores y escribieron muchos de los programas de software complejos que lanzaron las misiones Apolo. “Liderar y con éxito un equipo de estas dimensiones es toda una hazaña”, apunta el profesor de ESADE, Jordi Vinaixa. “Pero todavía lo es más focalizar la energía y el conocimiento de todo un país volcado en el objetivo de recuperar la moral colectiva estadounidense”.

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Tras colocar la bandera de las barras y las estrellas, Neil Armstrong y Buzz Aldrin se pusieron manos a la obra para tomar muestras de suelo lunar y fotografiarlo “todo”. Las cámaras Hasselblad y la película Kodak trabajaron sin descanso para afrontar la oscuridad del espacio. “El reto era conseguir la mayor luminosidad jamás empleada tanto en ópticas como en película”, apunta Eva Casado, presidenta de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de España, AFPE. “La Hasselblad, de fácil manejo destacó por su gran adaptabilidad al espacio y, su versión de medio formato, se hizo compatible con un negativo más grande, desarrollado por Kodak, que lograba ampliaciones mayores y de mejor calidad”, agrega Casado.

La carrera por ganar el oro espacial llegó también a la cocina. El potente enemigo a batir, la gravedad cero, necesitaba una solución de altura. “Que flotasen las migas de alimentos en el módulo espacial”, explica el director general de Whirlpool España, Armando Anjos, “suponía un riesgo que podía contaminar la tecnología” y así “se diseñaron dos tipos de alimentos liofilizados (rehidratables y cubitos sólidos), así como unos pequeños tubos que permitirían a los astronautas inyectar la comida en su boca”.

En la preparación de estos alimentos Whirlpool debía hacer también frente a la conservación, la miniatura, las propiedades calóricas y nutricionales y todo ello sin perder el buen sabor. Así se compusieron menús personalizados para cada astronauta para 14 días. Comieron carne asada, ensalada de patatas, pastel de dátiles, cubos de beicon, frutos secos o postres como brownie o budín de chocolate. Un total de 60 empleados de esta corporación diseñaron y desarrollaron también la cocina espacial, “que necesitaba encajar en un espacio cilíndrico de 10 pies de largo y 7,5 de diámetro, e incluía un refrigerador termoeléctrico en miniatura, un congelador, un horno de tres cavidades, un sistema de agua autocalentable, un espacio de almacenamiento para alimentos y unidades de eliminación de desechos”, detalla el directivo de Whirlpool.

Con toda la tecnología espacial a punto, el viaje a la Luna debía afrontar otro gran reto: la percepción emocional de los astronautas. Algo para lo que la administración del tiempo resultaba vital. “Los astronautas pidieron un cronógrafo de pulsera para manejar su propio tiempo. Lo ajustaron analógicamente con la hora de Houston, para mantener conciencia con lo que pasaba en la Tierra, pero también por si fallaban las comunicaciones”, cuenta James Ragan, ingeniero aeroespacial de la NASA, quien sometió modelos de diferentes marcas a 11 severas pruebas de temperatura extrema, vacío, humedad, corrosión, golpes, vibraciones, aceleración y presión. “Unas pruebas que solo pasó el Omega Speedmaster, y que la Historia conoce como el Moonwatch”, destaca Ragan.

Nuestros ingenieros solo tuvieron 11 días para rediseñar la tecnología del auricular de los astronautas
Nuestros ingenieros solo tuvieron 11 días para rediseñar la tecnología del auricular de los astronautas Vicepresidente de Plantronics

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