​Fotos: Andrea Tejeda.
Fotos: Andrea Tejeda.

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La quiniela del muro: la frontera apuesta contra Trump

Los pronósticos juegan en contra del plan de amurallar EUA. No sólo en la frontera sino en muchas otras partes y sectores del país.

Artículo publicado por VICE México.

Es medio tiempo en el mandato de Trump como #POTUS y en la cabecera sur, cuyas gradas viven enrejadas desde hace varios años, el chisme cuenta que no habrá muro para cuando se oiga el pitido final. Esa promesa de campaña, rencorosa y garante de votos a la vez, pareciera que se queda en el tintero. No obstante, los desconfiados temen que pueda construirse en tiempo de compensación, o si llegara a reelegirse Donald, en el partido de vuelta.

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Brownsville.

Brownsville/Matamoros es una de las múltiples caras de una línea sinuosa —tan real como imaginaria— que parte el continente desde el Golfo hasta el Pacífico. Sus ciudadanos fronterizos aún recuerdan lo que no existía hace un par de décadas: precisamente la noción de un confín divisorio.

Luis Degollado, empleado del campo de Golf River Bend, ubicado en la ribera del Río Bravo, recuerda que el solía bañarse en el río y, aún con nacionalidad gabacha cruzaba ‘ilegalmente’ y se colaba por los campos de maíz y calabaza donde los granjeros le regalaban de la cosecha.

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Su jefe, Jeremy Barnard, es una inusual víctima de la xenofobia de su presidente. Cuando se publicó el trayecto del paredón, cayó en cuenta que su campo de golf quedaría en el lado sur del muro. Su primera estrategia fue hablar el único idioma en el que Trump es realmente fluido: el de empresarios golfistas. Lo invitó a jugar para que reconsiderara no degollar en concreto los dieciocho hoyos pero no obtuvo respuesta. La situación se hizo mediática y sus intentos por frenar la construcción se tradujeron en gigas y gigas de correos de odio. Los demócratas se burlaron de él por haber firmado su sentencia al votar por Trump y los republicanos lo acusaron de ser un pésimo patriota. Sin embargo, Jeremy defiende su derecho a negociar, el derecho más americano de todos.

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Jeremy Barnard.

Meses después, cuando vio la cantidad de papeleo y los costos de compensación que generaron noventa metros cuadrados que tuvo que ceder al estado para ampliar una carretera tuvo su epifanía: dos años no es suficiente tiempo para negociar con cada terrateniente y además construir el muro.

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Kike, de padres chilangos pero nacido en Brownsville —la capital del condado de Cameron—, afirma que no hay suficiente capital para levantar el muro. Además señala que ya existe una barrera física a lo largo de varios tramos del condado y la sensación general es que no aporta gran cosa en el control de los cruces.

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Kike en Brownsville.

Zach, él mismo un foráneo en Texas que migró de Indianápolis, se ríe de la noticia. Recuerda los muros de China y de Berlín, tan porosos como la moral de sus centinelas más débiles. Para él, el muro no se construirá porque no tiene sentido.

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Zach.

Gilbert es un armero en un campo de tiro a las orillas del río. El lo ve con aún mayor pragmatismo, el muro sí se va a construir, pero la pared se irá interrumpiendo de forma intermitente por largos tramos para permitir el paso de propietarios a sus hogares o negocios. De cualquier forma, la promesa absolutista y dictatorial de Trump naufraga en el marcador.

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Gilbert en su armería.

Brownsville es una ciudad que niega su situación y busca crecer en una dirección radicalmente opuesta a lo que el muro dice, o dirá, o solamente prometió en año electoral. Se considera bicultural y miles de sus habitantes cruzan cada tanto a Tamaulipas. Unos lo hacen para ver a la familia, otros porque sólo ahí logran cubrir los gastos de las consultas médicas y hay razones tan particulares para ‘bajar’ como el visitar galerías de arte o porque el menudo simplemente sabe mejor en México.

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El centro de la ciudad revive después de una década de abandono. Ahora aparecen los primeros bares y restaurantes hipsters: anzuelos gentrificadores. En la pizzería Dodici’s trabaja Yessica. Ella es mexicana y, contrario a lo que el resto opina, especula que sí habrá muro. Los abogados que le ayudan con su papeleo migratorio se lo han confirmado. Asevera que lo hará en su último año, cual capricho irracional de una autoridad infantil.

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Yessica en Dodici’s.

Son múltiples hipótesis que, fiel a la cosmovisión gringa, no quedarán en empate. Habrá o no habrá muro para cuando Trump concluya su presidencia. La jugada clave al comienzo de esta segunda mitad será si Ted Cruz gana la re-elección o si Beto O’Rourke se convierte en el primer senador demócrata de Texas desde 1994. Sorprendentemente Beto es quien va a la cabeza. Ha sabido aprovechar el apodo que el mismo Trump le puso a Cruz en la carrera por la candidatura republicana: Lyin’ Ted. Los codazos en el vestidor del GOP podrían —ahora sí— costarle caro a la hora del partido.

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Los pronósticos juegan en contra del plan de amurallar EUA. No sólo en la frontera sino en muchas otras partes y sectores del país. Sin embargo de peores se ha logrado escabullir con la suya el #SCROTUS. Tal vez hasta ese exceso de confianza en el rival es lo que buscan en la Casa Blanca. A 1760 kilómetros de distancia, los fronterizos —que viven en la práctica las teorías radicales de Washington— apuestan por el fracaso trumpista y, a escondidas, se muerden las uñas.