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Este artista dedica su obra al erotismo radical y al exterminio

Entre lo absurdo y lo satírico, Roee Rosen detona incómodas narrativas mentiras, escándalos y falsas identidades dinamizan una perversa propuesta visual.
Captura de video, vía.

Roee Rosen es un artista multidisciplinario de origen israelí que explora la pintura, el cine y la escritura al mezclar la ficción, la experimentación y la intertextualidad de los medios. Con un tono que oscila entre el humor y el sarcasmo, provocador e irreverente, Rosen expone en sus obras la política, el homoerotismo, la pornografía y la historia como detonantes de narrativas que revelan una postura poco convencional de lo social y lo político.

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A primera vista, las obras de Rosen parecen insinuar lo familiar y lo habitual, es decir, una narrativa guiada por el sentido común que atribuye a las situaciones la forma, el género y el contenido que las hace coherentes; no obstante, conforme la trama avanza, un estado de perplejidad se apodera del espectador al darse cuenta que no es un sistema de verdades o un esquema lógico a lo que se enfrenta; mucho menos una demostración de falsedades sino todo lo contrario. Es más bien el juego entre estas “aparentes” dualidades -verdad y falsedad- lo que nos aborda, disloca el sistema ordinario de percepción y presenta la vida como algo azarosos, contradictorio, ambivalente y volátil.

Entonces, una suerte de surrealismo social toma posesión, dando lugar a una puesta en escena poderosa y perturbadora que destruye toda certeza de lo que somos y nos afirma como una pluralidad que siente y piensa. En los ensayos visuales de Rosen tanto actores como espectadores son parte de una multiplicidad que se expresa por medio de gestos, espasmos y dislocaciones; intensidades e instintos en estado crudo que no pueden ser dominados, tan sólo vividos.

Esta poderosa perturbación traza una trama entre imágenes azarosas, medios de expresión y el cuerpo receptor, entretejiendo complejos mecanismos discursivos que develan estratos inadvertidos de la imaginación, convergencias espontáneas de los sentidos y contradicciones problemáticas para el pensamiento.

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A través de un entramado de tensiones que libera deseos, angustias y miedos, Rosen detona momentos de intensidad y pasión en donde se hace audible una multiplicidad de voces que devienen puntos de conflicto y estallidos que rompen la ilusión cinematográfica, planteando problemas y cuestiones de lo humano: lo maldito, impúdico y cruel que no busca respuesta, simplemente ser.

A manera de las Confesiones de San Agustín o de Rousseau, pero con un trasfondo más perverso, las Confesiones de Roee Rosen (2007), reales o ficticias, son relatadas por tres diferentes mujeres inmigrantes que sin saber hebreo entonan y articulan el lenguaje de una manera extraña, no sólo en su fonética, sino en su perverso y oculto significado. Así, las tres diferentes interlocutoras se transforman en una máquina parlante que no habla el idioma, tampoco lo entiende, pero libera expresiones y conexiones rebeldes a los significados dominantes. Las Confesiones despliegan una transdiscursividad que genera otros pensamientos y otros problemas; apertura a una dimensión asignificante y asubjetiva que disuelve la historia, la intriga y la acción, para dar lugar a capacidades, actitudes y posturas corporales que llevan al espectador a pensar, no lo ya establecido sino lo impensado. Lo impensado, esa región árida, desértica, en donde surge lo indeterminado del cuerpo, desbordado en sus cotidianidades, gestos inútiles, repetitivos y seriados, eso que no piensa pero que impulsa al pensamiento a cuestionárselo todo.

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En este sentido, podríamos pensar las visualidades de Rosen como un cine político, no porque aborda los temas desde su obviedad, sino más bien porque recae en una política del cuerpo, en un deslizamiento de posturas, choques y gestos. Posturas del cuerpo que revelan lo que no se deja mostrar.

Procesos autoreflexivos emancipan al espectador al abordar con rebeldía e ingenio temas problemáticos como el racismo, el deseo, la política y la muerte. Las exploraciones audiovisuales de Rosen son máquinas de acción y discurso que exponen un acontecimiento interior a una sociedad. Cuestionamientos experimentados activamente sin pudor, sin temor a la represión ni las consecuencias que éstas originen. Como Hilarious (2010), mezcla de esquizofrenia, humor negro y suspenso. Una mofa al fetichismo cinematográfico y a la industria cultural. Una parodia que afecta los gestos y los sonidos. Teatralización cotidiana del cuerpo que desarticula el humor; una postura que apunta al pensamiento no al espectáculo o a la diversión. Hilarious expone a través de una especie de stand up la posibilidad del humor como un mecanismo disfuncional que aborda temas perturbadores y prohibidos. La risa como una agitación social expone diferentes temas, desvaneciendo el disfraz que se le otorga como instrumento de entrenamiento, surgiendo como un poderoso medio de denuncia política, del acontecer que estremece la vida diaria.

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Otro ejemplo de provocadora expresión es Out (Tse, 2010 ). En este cortometraje, el encuentro entre dos mujeres miembros del BDSM israelí es el preámbulo de una propuesta sexual y política radical que articula una suerte de ritual sadomasoquista. Fusión de dominación y sumisión, en donde las intensidades despliegan no sólo espasmos de placer y dolor, también murmullos de oraciones y plegarias. Variaciones intensivas que adquieren el tono de una confesión bajo tortura, y a la vez un ritual exorcizante, a partir de una documentación de placer voluntario que desata interconexiones entre cuerpos y voces: de repente escuchamos a una de las mujeres gemir, de repente los gritos del demonio resuenan en su cuerpo o más bien son las confesiones del ministro de Israel, Avigdor Lieberman, un político de extrema derecha racista. Al final del ritual, resuena un ritornelo musical con las palabras del poeta ruso Yesenin; postámbulo que funge de homenaje al director de cine yugoslavo Dusan Makavejev y su película El misterio del organismo (1971), una docu-ficción de tintes sexuales y políticos que revela no el significado, sino la polisemia de las imágenes.

Out, stills from the video, 2010

Identificado con cineastas como Buñuel o Todd Solondz, Rosen no aborda los temas desde la obviedad sino justo desde ese otro extremo, que no es un extremo, más bien, gradientes de pluralidad que la vida tiene en su devenir. Ahí surge la pregunta: ¿se puede hablar de polos opuestos? Para Rosen lo que menos cuenta es la oposición entre polos opuestos, sino como saltas del uno al otro hasta que se vuelven indiscernibles. Live and Die as Eva Braun (1995-1997) abre un cuestionamiento al mundo de los buenos y los malos: ¿hasta donde se puede delimitar el bando de los mártires y tiranos? ¿realmente existe tal dicotomía o es más bien una comodidad para no cuestionar nuestra verdadera postura moral ante las cosas que nos afectan? Este ensayo visual pone en cuestión el tema de la sensibilidad, el tema de la representación del holocausto y las repercusiones que implican pensar el pasado sin cuestionarse el presente. Desde una postura que no admite la repetición de un discurso ya gastado, Rosen replantear la postura que tenemos ante los conflictos que fueron y que aún nos siguen afectando desde otros limites y posibilidades.

La obra de Rosen refleja una belleza aparente que te atrae; un vibrante erotismo que te posee, de repente, lo grotesco, lo monstruoso aparece, pero ya es demasiado tarde; las imágenes te han atrapado, se encarnan dentro de ti para hacerte participe de eso que ingenuamente negamos, pero es parte de nosotros: una ruptura de lo previsto que nos sumerge en el mundo de lo absurdo y lo inexplicable.

Mira aquí para conocer más de Rosen.