Alimentos que nunca tomarías si supieses cómo están hechos

Materia prima

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Ojos que no ven, corazón que no siente. Este refrán cobra más sentido que nunca en el mundo de la alimentación, un campo en el que somos especialmente aprensivos, ya que, según la dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos Laura Saavedra, hay cosas que tenemos en la nevera que, directamente, “no son comida”. Aquí entrarían sobre todo, “bollería, galletas, snacks, barritas y otros alimentos que utilizan aditivos, ingredientes de mala calidad y que son, en definitiva, productos nuevos creados a partir de procesos industriales”.

Pero más allá de los ultraprocesados de sobras conocidos, sobre cuyos peligros para la salud se está haciendo mucho énfasis desde el mundo de la divulgación en los últimos tiempos, existen numerosos alimentos en el mercado que, bajo una apariencia saludable, nunca más volveríamos a tomar si supiésemos cómo y de qué están hechos. Estos son algunos de ellos.

Pavo o jamón York

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Jamón York

Jaromila / Getty

“Mucha gente cree que se está cuidando cuando toma pavo o jamón de York, dos productos que tienen una fama injustificada de saludables”, explica Saavedra, cuando en realidad “si miras los ingredientes de estos derivados cárnicos procesados, la mayoría tiene entre un 60% y un 80% de carne, lo que significa que el resto es relleno”.

Puede ser desde fécula de patata a almidones o harinas de mala calidad, que se utilizan, según la tecnóloga de los alimentos, “para engordar el producto y, por tanto, abaratarlo”. Saavedra recuerda, además, que comprar jamón de York y pavo en la charcutería, en lugar de optar por los envasados, no es sinónimo de comprar saludable. “Puede que no lleven los mismos aditivos que los envasados, pero al final el producto sigue siendo el mismo”. Para ella, estos alimentos deberían ser de consumo muy puntual, y deberíamos apostar por otros ingredientes para bocadillos: “desde una lata de atún a un hummus”.

Embutidos

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Embutidos

fcafotodigital / Getty

En esta categoría, recuerda Saavedra, entrarían en mayor o menor medida todos los embutidos. “La OMS es concluyente: tanto las carnes como los derivados cárnicos podrían ser cancerígenos”. Aunque según Saavedra no es comparable un taco de jamón serrano a uno de mortadela o chopped, “que no es más que la peor carne de cerdo triturada, con grasa inyectada, sales y aditivos”, es conveniente evitar en la medida de lo posible cualquier derivado cárnico.

La mortadela, por ejemplo, se elabora a partir de carne magra de cerdo mezclada con grasas procedentes del tocino o hígado, y otros ingredientes que van desde los aromatizantes a los colorantes, fécula, sal, dextrosa y, en muchísimos casos, también leche en polvo.

Paté

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Paté

Floortje / Getty

Además de contener hígado de cerdo, el paté lleva una gran cantidad de féculas (para homogeneizar y dar estabilidad a la mezcla entre carne y agua), tocino y carne magra, además de harina, proteínas de leche, estabilizantes y sal. De hecho, una cucharada pequeña de paté contiene alrededor del 20% de la sal que la OMS recomienda consumir en un solo día, además de nitritos y, en gran parte de casos, glutamato monosódico, un potenciador de sabor muy utilizado presente en gran cantidad de productos ultraprocesados.

“Hay que pensar, además, que estos productos tan económicos llevan siempre las carnes de la peor calidad”, destaca Saavedra, algo que se podría aplicar también a las salchichas. Para ella, de hecho, el precio es siempre un buen indicador de la calidad de lo que estamos comprando: “cuando un producto cárnico es muy barato, ya podemos desconfiar”.

Postres lácteos

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Flan

Pixabay

Saavedra alerta de que “a los postres lácteos hay que tratarlos como lo que son: postres”. Y no solo hablamos de flanes, natillas o copas de nata y chocolate, sino de cualquier yogur natural azucarado. “Un yogur azucarado estándar de 125 g contiene un 13% de azúcar, lo que se traduce en alrededor de 15 g, es decir, dos sobres”, una barbaridad teniendo en cuenta que la OMS recomienda reducir al máximo el azúcar de la dieta y consumir como máximo entre 20 y 25 g diarios.

Coincide con esta apreciación Antonio R. Estrada, autor de El libro de Sin azúcar.org y creador del blog con el mismo nombre. “Un yogur natural con mermelada de fresa es un producto que por algún motivo tendemos a asociar a salud, y contiene nada menos que 6,5 terrones de azúcar”, explica.

Tomate frito

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Tomate frito

Eleonora Tuveri / Getty

R. Estrada, que en su blog fotografía productos de consumo habitual junto a la cantidad de terrones de azúcar que contienen, destaca otro producto que solemos asociar con la salud y que es una bomba de relojería a nivel de azúcar: el tomate frito procesado.

Es fundamental, por tanto, fijarse muy bien en las etiquetas de las latas de tomate frito, pues es fácil creer que estamos comiendo sano cuando en realidad “podemos estar ingiriendo hasta 9,4 terrores de azúcar en un botecito pequeño, que nos da para un par de platos de pasta”, explica.

Aguas saborizadas

Este producto es, para Saavedra, un buen ejemplo de un alimento innecesario, “que no existía y ha sido creado expresamente, sin que nos aporte ningún beneficio nutricional”, ya que su sabor no procede de las frutas, sino de edulcorantes y aditivos. R. Estrada alerta, además, de la gran cantidad de azúcares que contienen buena parte de bebidas que la industria nos vende como saludables, “desde el té verde de Starbucks, que contiene nada menos que 10,5 terrones de azúcar en un solo vaso, o una bebida de soja y naranja, que también se presenta como presuntamente saludable, y contiene 6,5 terrones de azúcar”.

Palitos de cangrejo

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Surimi

pimonpim / Getty

La industria alimentaria, según Saavedra, “tiende a inventarse subproductos que no existían para dar salida a cualquier sobra”. Un buen ejemplo de ello son los populares palitos de cangrejo, elaborados con surimi, cuya composición consta de la carne de pescados con poca salida comercial a los que se extrae el agua para crear una pasta que se mezcla con azúcar, sal, harina, clara de huevo o fosfatos, entre otros.

Al igual que ocurre con salchichas y embutidos, “el surimi suele contener los pescados de peor calidad”, como el abadejo de Alaska, un pescado de discreto sabor al que se añaden saborizantes para imitar el gusto de otros de mayor calidad, desde el cangrejo a la langosta.

Gelatina

Otro producto que, para Saavedra, se ha puesto incomprensiblemente de moda en los últimos tiempos es la gelatina, que mucha gente ha comenzado a incorporar como tentempié por su supuesto aporte proteico. Se elabora con colágeno, una proteína que se encuentra en el tejido conjuntivo de los animales, es decir piel, tendones, cartílagos y huesos.

La tecnóloga de los alimentos alerta de que su aporte de nutrientes es bajo, que la proteína procedente del colágeno es de baja calidad y que las gelatinas que encontramos en el mercado suelen llevar una gran cantidad de azúcar y saborizantes, ya que por sí sola no sabe a nada. “Si de verdad queremos un tentempié a base de proteína, la mejor opción es llevarnos al trabajo un par de huevos duros”, recomienda.

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