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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 4 a. Semana – Ciclo A

“El les dijo: “Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tanto los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”. (Mc 6,30-34)

¡Qué bien que nos viene este Evangelio!
Porque todos estamos perdiendo la paz y la tranquilidad.
Porque todos andamos esclavos del reloj.
Todos andamos esclavos de la hora.
Y para colmo, muchos tienen que marcar tarjeta.

La gente le seguía por todas partes.
También habría que decir de él que no daba abasto.
Hasta el punto de no tener tiempo ni para comer.
Por eso invita a los discípulos a irse a un lugar solitario y tranquilo.
“A descansar por un poco”.

Hemos convertido todos los días en laborables.
Incluso los días festivos tenemos que trabajar.
Y si no vamos a trabajar, ahí está el campo de fútbol o de deportes.
Que al fin, terminaos todos bien cansados.
¿Cuándo descansamos?
¿Se han dado cuenta de la pinta que tenemos los lunes?
Tenemos una cara que parece como apagada.
Incluso no vamos a misa porque “tenía que trabajar”.
Nos hemos olvidado de que el descanso es tan importante como el trabajo.
Nos hemos olvidado de que un poco de descanso nos haría rendir más en el trabajo.
Pero sobre todo, el descanso es necesario para el cuerpo.
Es necesario para el espíritu.
Y esto lo vemos cada día por lo tensos y nerviosos como andamos.

Resulta curioso que en el Génesis hablando de la creación se nos diga “y Dios descansó”.
¿Será que también Dios necesita del descanso o no será más bien una manera de decirnos que, al menos un día a la mesa, hay que descansar.

Jesús y los suyos vivían agobiados, no por el trabajo como tal, sino porque la gente no les dejaba descansar.
El atender a la gente también fatiga.
El atender constantemente a la gente, también nos impide dedicarnos un tiempo a nosotros.
Ellos “no tenían tiempo ni para comer”.

¿No nos sucede algo parecido a nosotros?
¿Cuándo podemos reunirnos en familia para comer traquilos?
Cada uno cargamos con nuestra ponchera?
Hasta los chiquillos llevan su lonchera al colegio.
Tenemos un tiempo medido para poder almorzar.

Y sin embargo, Jesús no encuentra ese lugar tranquilo.
Porque las gentes se le adelantan.
Y él las ve “como ovejas descarriadas y sin pastor”.
Y cuando se trata de atender a los necesitados, no espacio para descansar.
No estoy seguro de que ese día almorzasen.
Porque se olvidó a la comida y atendió a la gente descarriada.

Tal vez aquí esté la diferencia entre Jesús y nosotros:
Nosotros no descansamos por causa del trabajo y ganarnos algo.
Jesús no encentra descanso por causa de la gente necesitada.
Tenemos que aprender a descansar del trabajo.
Pero ojalá no tuviésemos tiempo porque nos dedicamos a atender:
A los enfermos.
A los ancianos.
A los que viven solos.
A los que no tienen qué comer.

También los domingos y días festivos necesitan de nosotros.
Las personas están siempre por encima de nuestro descanso.
Las personas tienen prioridad a nuestro almuerzo.
Los enfermos, los ancianos, los que viven solos, los que no tienen que comer, pueden ser el mejor culto dominical y festivo.
“¿Sentimos, como Jesús, compasión?”
¿Cuánto tiempo dura ese culto?
¿Nos sentimos a gusto con él?

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos para la Pascua de Resurrección: Lunes después de la Ascensión

“Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo”. (Jn 16,29-33)

Jesús afronta la hora definitiva con serenidad.
Sabe que ellos le abandonarán y se lo dice claramente:
“Está por llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre”.

Jesús sentirá el abandono de los hombres.
Le dejarán solo.
Pero no se sentirá solo.
Porque sentirá que “está conmigo el Padre”.
Una compañía misteriosa, porque tampoco él verá al Padre e incluso sentirá su ausencia y abandono. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”.
Jesús hará el camino de la cruz abandonado de los hombres que, “se dispersarán”.
Pero lo hará acompañado del Padre, aunque nadie lo vea entre la gente, aunque no dé cara por él en ningún momento.
También el Padre sufrirá la Pasión del Hijo.
Pero lo hará en la invisibilidad de una presencia.

¿Y por qué les cuenta todo esto precisamente en uno de los pocos momentos en los que los Discípulos expresan cierto entusiasmo:
“Ahora sí hablas claro y no usas comparaciones”.
“Ahora vemos que lo sabes todo”.
“Ahora no necesitamos hacerte preguntas”.
“Ahora creemos que saliste de Dios”.

Cuando parecía que se encendía el sol de la alegría en sus corazones, les pone el parche de la inmediatez de su hora, de su Pasión.

Pero lo hace con una intención: “para que encontréis paz en mí”.
Jesús encuentra su paz en el hecho de que “conmigo está el Padre”.
Y nosotros estamos llamado a tener paz, precisamente porque la encontraremos en él: “para que encontréis la paz en mí”.

Jesús va a enfrentarse con su hora.
Pero tampoco a nosotros nos anuncia días fáciles:
“En el mundo tendréis luchas”.
En el mundo tendremos problemas y dificultades.
En el mundo tampoco abundarán las aprobaciones.
En el mundo más bien encontraremos obstáculos.
En el mundo encontraremos demasiadas piedras en el camino.

Será también “nuestra hora”.
Será también “nuestra Pasión”.
Jesús quiere que nos parezcamos en todo a él: en lo difícil y también en el consuelo y la paz.
La compañía del Padre será lo que le dé serenidad y ánimo.
Su compañía será lo que nos dé paz y alegría a nosotros.
Además tenemos una garantía de éxito: “Yo he vencido al mundo”.
El mundo tiene su fuerza. Pero ya está vencido por Jesús.
El mundo tiene sus propias armas. Pero ya está vencido por Jesús.
El mundo tiene sus propias posibilidades. Pero ya está vencido por Jesús.

A nosotros nos tocará luchar con un mundo ya vencido.
A nosotros nos toca vencer al que ya está vencido.
Y aquí está nuestra esperanza.
No estamos exentos de luchas. Pero sabemos que somos más.
No estaremos exentos de problemas y momentos difíciles. Pero sabemos que somos más.
Tenemos demasiados complejos.
Jesús no quiere seguidores acomplejados.
Quiere seguidores que tienen el coraje de decir sí, aunque todos digan no.
Seguidores que están dispuestos a llegar hasta el final, aunque sea saltando por encima de los pedruscos del camino. Todos debiéramos tener siempre delante de nosotros la frase de Jesús: “Yo he vencido al mundo”. Seguirá la guerra pero serán los últimos coletazos del que “ya está vencido”.

Clemente Sobrado C. P.