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Columna
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Los gais en Marruecos, los catalanes en España y la Brigada de la Realidad

Decir lo que a uno se le pasa por la cabeza es propio de la calentura de los bares

Juan Cruz
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Una de las mejores contribuciones al sentido común que ha hecho, y hace, Antonio Muñoz Molina a la vida nacional se halla un texto que publicó en 1999, cuando nos hacían cosquillas el nuevo milenio y ascendían por las costillas cansadas de España los tópicos autosatisfechos de la hipocresía disfrazada de la facundia del lugar común. El texto se titulaba Borrador para un informe sobre la Brigada de la Realidad y ahora se podría aplicar perfectamente a la frase en la que la periodista Empar Moliner asocia la vida de un gay en Marruecos con la vida de un catalán en España.

Según aquel escrito, que forma parte de su libro Nada del otro mundo, el admirable Muñoz Molina explica algunos casos de periodistas o escritores, o de graciosos contentos de sí mismos, que se parecen a lo que ahora ha hecho, o dicho, la mencionada periodista catalana. Según el autor de Nada del otro mundo, unos brigadistas uniformados de oscuro, con las iniciales BR bien puestas en sus gorras, tienen la misión de estar atentos a cualquier exabrupto de ese tipo (ser catalán en España es como ser gay en Marruecos, en Cuba se vive mejor, con Franco no pasaba esto, esta es la misma mierda que el franquismo) para trasladar de inmediato a la atmósfera que sirve de punto de comparación a quien tiene la desfachatez, o el jolgorio, de provocarla.

En este caso a Empar Moliner se la llevaría esa Brigada de la Realidad a Marruecos, sea gay o no lo sea, para que compruebe y compare lo que pasa en España con un catalán con lo que allí sucede con un homosexual, sea catalán o canario. En este caso, la Brigada de la Realidad no devuelve el dinero, como el grancanario Manolo Luque devolvía el jabón: la deja allí un tiempo indefinido para que investigue la realidad de las cosas. Y que vuelva luego, se dé una vuelta por España y vaya finalmente a Ara, donde publicó su exabrupto, o a TV3, donde quema esencias de España, a ver a qué huelen, y que allí cuente, “salvando las distancias”, a qué abismo se asomó para decir tamaña tontería. Y, concluida su investigación, mostrados sus resultados, satisfecha su necesidad de saber para hablar y no sólo para hacer gracias, que se guarde las llamas hasta nueva orden, por si la sigue vigilando la Brigada de la Realidad y la manda a salvasealaparte.

Decir lo que a uno se le pasa por la cabeza es propio de la calentura de los bares. Antonio Muñoz Molina sacó su metáfora de la ficción, naturalmente; pero contó, para sustanciar su texto, algunos hechos inventados que concuerdan con la ocurrencia malsana de Empar Moliner, que no se manifiesta así, facunda, por primera vez. Como ocurre en las redes sociales, estos bares de mala muerte en las que se dicen, como si fueran perentorios, vómitos que parecen bellos, ella siente que le aplauden y se crece. Cuando mire hacia abajo observará a la Brigada de la Realidad recogiendo los restos de sus ocurrencias para construir el inmenso Monumento a la Nada en que se convierten estos exabruptos que se dicen para que te aplaudan.

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