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Google acostumbra a aplastar las ideas que no le gustan. Lo sé porque me ha pasado a mi

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Jim Cooke/GMG, photo: Getty
Jim Cooke/GMG, photo: Getty

La historia de esta semana en el New York Times era inquietante: La fundación New America, un importante think tank, había expulsado a un grupo de estudiantes conocido como The Open Markets Group. New America había advertido al lider del grupo, Barry Lynn, de que estaba poniendo en peligro la institución. ¿Su pecado? Criticar la posición dominante de Google, socio fundador de New America.

La gota que colma el vaso fue un comunicado publicado por Lynn en la propia página del think tank en el que “aplaudía” la decisión de la Comisión Europea de Sancionar a Google con 2.700 millones de dólares por su monopolio en el servicio comparador de precios en los resultados de búsqueda. El post fue rápidamente eliminado y vuelto a publicar. Poco después, Anne-Marie Slaughter, directora de New America comunicaba a Lynn y a su grupo que debían dejar la fundación por no acatar las normas de transparencia y colaboración de la institución.

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Google ha negado cualquier implicación en el despido de Lynn, y Slaughter tuiteó que “los hechos del comunicado son ciertos en su mayor parte, pero las citas están sacadas de contexto y su interpretación es errónea”. A pesar de las declaraciones en uno y otro sentido, toda la historia me resultaba terriblemente familiar. Hace seis años, fui presionada para eliminar un artículo que publiqué en el que criticaba las prácticas monopolísticas de Google porque la compañía se enfadó. En mi caso, el artículo nunca volvió a publicarse.

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En aquella época trabajaba para Forbes y era novata. Además de escribir reportajes, echaba una mano con las redes sociales, así que me metieron en una entrevista con un responsable de ventas de Google para hablar de la que entonces era su nueva red social: Google +.

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El vendedor quería que añadiéramos el botón de +1 de Google Plus a nuestros artículos junto al me gusta de Facebook o el compartir de Reddit. Decía que era importante porque las recomendaciones de Plus iban a ser un factor en los resultados de búsqueda, una fuente crucial de tráfico para medios de comunicación.

La idea me parecía digna de ser contada. El dominio de Google sobre las búsquedas le otorgaba un tremendo poder sobre los medios de comunicación. Ligar las búsquedas al uso de Plus suponía usar ese músculo para forzar a la gente a que entrara en su red social.

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Le pregunté al responsable de Google si había entendido correctamente. ¿Si el medio no ponís el botón de +1 de Plus, las búsquedas se podían resentir? La respuesta fue: sí.

Tras la reunión, me puse en contacto con el equipo de relaciones púbicas de Google como periodista. Les expliqué que había estado en esa reunión y si había entendido correctamente la información. El responsable de prensa me dijo que sí, pero que ellos preferían decir que el botón Plus “influenciaba el ranking”. En ningún momento negaron lo que me había dicho el comercial: Si no pones el botón de +1, tus artículos serán más difíciles de encontrar con Google.

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Con esa información publiqué un artículo titulado: “Pon el botón de Google Plus en tu página web o tus visitas sufrirán”. El post incluía algunas declaraciones de la reunión:

El responsable de Google nos explicó que el nuevo sistema de recomendaciones era un factor en los resultados de búsqueda. “¿Universalmente, o solo para nuestros amigos en Google Plus?” le pregunté. La respuesta fue: “universal”. “Así que si Forbes no pone el botón de +1 en sus páginas, ¿se verá afectada negativamente en sus resultados de búsqueda?”, volví a preguntar. El responsable de Google respondió que la compañía no lo llamaría así, pero sí.

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Un grupo de marketing en Internet pidió que se retirara el artículo, pero en Internet nada desaparece de verdad. Todavía puede leerse aquí.

Google no tardó en reaccionar muy airadamente. Estábamos en 2011. En ese mismo año, el comité antimonopolio del congreso estaba investigando a la compañía precisamente por posible abuso de poder.

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Google nunca discutió la veracidad del artículo. En su lugar, un representante de Google se puso en contacto conmigo para decirme que retirara la historia porque la reunión a la que había ido era confidencial y la información discutida en ella formaba parte de un acuerdo de confidencialidad (NDA) entre Forbes y Google. Yo no había firmado ningún acuerdo, nadie me había dicho que la reunión fuera confidencial y desde el principio me identifiqué en ella como periodista.

La cosa se puso fea muy rápido. Mis superiores me llamaron para decirme que Google les había llamado pidiendo que retiraran el artículo porque era problemático. Las llamadas dejaban implícito que el asunto podía tener consecuencias para Forbes. Era un asunto delicado teniendo en cuenta el tráfico que llegaba por búsquedas y Google News.

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Yo creía que la historia era importante, pero no quería causar problemas a la empresa que me empleaba. Igualmente, si el resto de participantes en la reunión habían firmado un NDA, entendía las objeciones de Google. Sin embargo, y dado que había acudido al gabinete de comunicación de Google para confirmarlo antes de publicar, decidí que el artículo se quedaba. Al final, sin embargo, mis jefes recibieron tanta presión que retiraron el artículo, una decisión de la que siempre me he arrepentido. Forbes declinó comentar nada más sobre el tema.

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La parte más inquietante es lo que ocurrió después de que retiraran el artículo. De alguna manera, y muy rápidamente, los resultados de búsqueda dejaron de mostrar el artículo. Al principio quedó una versión almacenada en caché, pero pronto desapareció también. Aquello era inusual. Las historias que acen en Google crawler no desaparecen así como así. Incluso los artículos que se retiran tienden a aparecer en los resultados de búsqueda, al menos como titular. Versiones copiadas y pegadas suelen permanecer un tiempo aquí y allá, pero el artículo que escribí desapareció sin dejar rastro. Al principio pensé que podía haber sido Forbes, pero dudaba de que nadie en la empresa tuviera los conocimientos técnicos para ello. Además otros artículos eliminados en Forbes seguían apareciendo en Google.

Manipular deliberadamente los resultados de búsqueda para eliminar referencias a un artículo que a Google no le gusta es un abuso de poder sobre el derecho a la información que roza la distopía. No tengo pruebas tangibles de que haya sido Google el responsable de la desaparición de mi artículo, pero es algo que me ha inquietado desde entonces. La idea de que la historia que Google no quiere que leas sencillamente será imposible de encontrar con Google.

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Imagen para el artículo titulado Google acostumbra a aplastar las ideas que no le gustan. Lo sé porque me ha pasado a mi

Cuando les preguntamos por la historia, en Google remitieron un comunicado explicando que había sido Forbes la que había eliminado el artículo porque no se había publicado de forma responsable, una velada referencia al supuesto acuerdo de confidencialidad bajo el que se desarrollaba la reunión. De nuevo, nadie me pidió firmar nada y me identifiqué como periodista desde el principio.

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Algunos profesionales que prestan atención al sector notaron la desaparición del artículo y publicaron sobre ello. Al menos sus artículos no han desaparecido.

En cuanto a la efectividad de la estrategia de Google, su dominio sobre otras marcas no ha dado los resultados esperados con Plus. Seis años más tarde, la red social es un pueblo fantasma y la compañía prácticamente ha tirado la toalla con ella. Lo que está claro es que en 2011, cuando Google creía que podía competir con Facebook, estaba dispuesto a todo para conseguirlo.

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Google es una compañía que nació con el objetivo de garantizar el mejor accceso posible a la información. Con el tiempo se ha convertido en una de las mayores y más rentables empresas del mundo y sus prioridades sencillamente han cambiado. Mientras lucha contra particulares que quieren borrar información personal sobre ellos en Internet, la compañía no duda en suprimir información sobre ella misma.

Google asegura que no presionó a New America para que despidiera a Lynn y su equipo, pero realmente una empresa como Google no necesita hacer ultimatums. Tiene tanta influencia que sencillamente puede lograr que las empresas hagan su voluntad sin usar la fuerza. Lynn y sus compañeros planean fundar una organización sin ánimo de lucro desde la que continuar su actividad. Por ahora han lanzado una página web llamada Ciudadanos contra el monopolio para que cuente su historia. En ella dicen que “Google hace todo lo posible por acallar las voces de think tanks, periodistas y defensores de la opinión pública que piden el fin de la concentración del poder en manos privadas”.

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Todo indica que no van a recibir muchos fondos por parte de Google.

Esta historia ha sido escrita por el departamento de proyectos especiales (Special Projects Desk) de Gizmodo Media Group.

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