El calentamiento global es una de las amenazas más fuertes para nuestro planeta. A pesar de que la ciencia no lo ha confirmado, sí existen algunas teorías que afirman que las olas de calor han aumentado en los últimos años y que podrían ser una consecuencia del cambio climático. España está viviendo una de las temperaturas más altas jamás registradas como aquellas que vivió Phoenix, Arizona, el pasado mes de junio. Como consecuencia, American Airlines tuvo que cancelar unos 40 vuelos por las altas temperaturas.

Vivimos una «ola de calor» anormal

El calor no solamente nos hace sudar la gota gorda, también tiene un efecto directo en los aviones y, según un estudio publicado este 13 de julio, este fenómeno se seguirá repitiendo. Durante los momentos más calurosos del día, entre el 10 y el 30% de los aviones tendrán que desprenderse de una parte de su carga y así poder despegar a pesar de las altas temperaturas. Esta descarga podrá efectuarse liberando combustible, carga o limitando el número de pasajeros en los vuelos, afirma la investigación realizada por la Universidad de Columbia y publicada en la revista Climatic Change. Ethan Coffel, autor principal del estudio, destacó:

Nuestros resultados sugieren que la restricción de peso puede imponer un costo significativo en la aerolínea y el impacto de las operaciones de aviación en todo el mundo.

Estas medidas, como apunta el especialista, pueden tener consecuencias económicas en las aerolíneas. Se calcula que el peso aproximado debería reducirse en un 4% para que el avión pudiera despegar y eso supondría una disminución del número de pasajeros en vuelo, una medida con un impacto económico relevante. La otra opción para las aerolíneas sería viajar en horas donde la temperatura sea más baja o acceder a aviones más ligeros. Ambas opciones necesitarían inversiones o provocarían retrasos y cancelaciones.

La razón científica a este fenómeno se explica por la densidad del aire, la cual es menor cuando las temperaturas son muy altas. Por lo tanto, las alas de los aviones producen menos elevación y los motores de la aeronave no funcionan de manera tan efectiva. A su vez, son también menos aerodinámicas y necesitan más espacio para despegar y aterrizar a velocidades más altas. La capacidad de soportar el calor depende del modelo de los aviones y de la longitud de las pistas, además de las condiciones meteorológicas y la altura de los lugares desde donde despeguen los aviones.

Todavía no se han podido confirmar cuales serán las consecuencias reales para la industria de la aviación a causa de las temperaturas altas. Lo que sí sabemos hasta el momento es que el calor extremo sí tiene efectos negativos en los aviones y que las olas de calor no van a disminuir en los próximos años. Para 2100, se espera que las temperaturas suban hasta 3 grados Celsius y las olas de calor, lejos de disminuir, se sentirán con mayor intensidad y serán de mayor duración.

Hasta la fecha, los analistas habían investigado cómo las emisiones de los aviones tenían un efecto negativo para la contaminación del aire. Sin embargo, las aeronaves pueden ser también una de las víctimas del calentamiento global y su rendimiento puede empeorar. Los aeropuertos tendrían que alargar sus pistas de despegue, muchos vuelos tendrían que cambiar su horario para las horas de más calor y los fabricantes tendrían que construir aviones que tengan una mayor resistencia a las altas temperaturas. Los cambios que deben realizarse y las inversiones que requieren son muchas y, aunque se llegaran a realizar todas las medidas, el estudio publicado sostiene que se seguirían notando las consecuencias del cambio climático. La única opción, por lo tanto, se reduce a intentar hacer todo lo posible para que no aumente la temperatura global.

Este es precisamente uno de los objetivos del Acuerdo de París, asegurar que la temperatura del calentamiento global no supere los dos 2 grados Celsius. A pesar de que algunos presidentes como Donald Trump ven este tipo de acciones como un derroche de dinero y retiró a Estados Unidos del Acuerdo, muchos políticos tienen un firme compromiso para evitar que el cambio climático se radicalice, para así frenar sus efectos en los océanos, los bosques, la temperatura y la seguridad en los aviones.

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