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Las 'bombas de fuego': por qué no tiene remedio el incendio de Portugal
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Los expertos son pesimistas

Las 'bombas de fuego': por qué no tiene remedio el incendio de Portugal

Veteranos agentes forestales explican la causa por la que el fuego de Portugal es casi imposible de apagar y la razón por la que avanza a tanta velocidad destruyendo todo a su paso

El incendio portugués, que ahora galopa hacia Coimbra, no tiene remedio. Después de haber arrasado miles de hectáreas y de cobrarse más de 60 víctimas mortales desde el pasado sábado, la extinción de las bombas de fuego que van calcinando todo a su paso solo depende de cuatro factores: “Que cambie la orografía, que aumente la humedad, que bajen las temperaturas o que llueva”. Esa es la predicción de Rubén Cabrero, presidente de la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales de España: “Eso, en las condiciones actuales, no lo apagan ni desplazándose todos los agentes de la Unión Europea”. Los augurios no invitan al optimismo: se esperan temperaturas cercanas a los 38º y vientos semejantes a los del fin de semana.

La explicación de Cabrero y su pesimismo se basa en unos datos bastante aterradores. La temperatura que alcanza el epicentro del incendio es de cerca de 1.000º C. Eso provoca que la manera que tienen de avanzar las llamas es por convección o radiación. “Significa que lo que va ardiendo lo hace como cuando uno pone un mechero a unos 10 centímetros de un folio. Al final, se quema después de una explosión”, explica Cabrero. A esto lo llaman “bombas de fuego”. “El calor seca todo lo que tiene por delante y todo sale ardiendo en cuestión de segundos”, insiste Cabrero.

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Las llamas, cuando el desastre se está produciendo en un valle con muchos barrancos, van secando la ladera contraria a la que están y en segundos la queman tras una pequeña explosión. El fuego es particularmente incontrolable en el momento en el que va hacia arriba. Eso hace que el siniestro se propague a la asombrosa velocidad que denunciaban las víctimas portuguesas: “Nos dijeron que estaba a 20 kilómetros y en una hora habían ardido nuestras casas”, se quejaban algunos afectados. El fuego, en estas circunstancias, corre a más de 300 metros cada pocos segundos.

Cada superficie que está delante de la dirección en que corren las lenguas de fuego queda completamente deshidratada y, de repente, sin que sea de una manera progresiva y por contacto, "hay una explosión y toda esa área sale ardiendo de golpe en segundos", precisa Cabrero.

Ruido insoportable

"Ya eso no se puede apagar", coincide Cipriano Dorrego, último representante de una estirpe de guardias forestales del municipio segoviano de El Espinar. "Ese tipo de fuegos o se cogen a tiempo, o después ya hay que esperar a que las llamas lleguen a las coteras y se extinga solo. Así se acababan los fuegos en la Guerra Civil, nadie los paraba". "Un fuego de esas características, además de coger unas temperaturas increíbles, de subir por las laderas a una velocidad impresionante, genera un ruido insoportable a más de 100 metros de distancia. Eso es un infierno", describe Dorrego.

El veterano guarda está de acuerdo con Cabrero en que "en llano se podría ir rodeando poco a poco, pero con barrancos no hay nada que hacer, porque cuando va vaguada arriba, además de rápido, se va dividiendo en muchos brazos y sube muy veloz, visto y no visto, a base de las explosiones". Tampoco ve sencilla la tarea de los bomberos: "Andando es muy peligroso y no tiene sentido, los aviones con el humo tampoco pueden volar y las barreras de defensa cuando se ha llegado a estas dimensiones poco pueden hacer...".

Ese tipo de fuegos o se cogen a tiempo, o después ya hay que esperar a que las llamas lleguen a las coteras y se extinga solo

“El viento no es un factor determinante, porque las llamas generan su propia dinámica de aire”, coincide el veterano Ángel Rivera, antiguo trabajador de la Agencia Española de Meteorología, que también señala que en un ambiente tan seco y con temperaturas tan altas, la combustión se produce de manera espontánea. Es decir, con las bolas de fuego explosivas. "El aire va hacia arriba dentro de la propia llama y se va ajustando al fuego, el que haga más o menos viento llegados a este punto no me parece lo más decisivo", añade.

Al siniestro se han desplazado hasta 2.000 efectivos para tratar de controlar el pavoroso incendio que se propagó en la localidad de Pedrógao Grande, en el centro de Portugal. España ha contribuido con el envío de seis aviones. El jefe de operaciones de Protección Civil, Elísio Oliveira, tampoco fue muy optimista en sus observaciones: "La situación es muy preocupante por las condiciones meteorológicas adversas", sentenció. Hay seis frentes abiertos y activos que hasta el momento han dejado un balance (al margen de las 62 víctimas mortales) de 134 heridos, de los cuales 13 son bomberos.

"Fuera de capacidad de extinción"

La dificultad para extinguir un fuego de estas características es extrema. “Las temperaturas son tan altas que no puedes utilizar agua porque se evapora antes de tocar el suelo”, explica el experimentado agente medioambiental, que también revela que las personas encargadas de la extinción no pueden estar en la cabeza del incendio porque perecerían y que lo tienen que intentar atajar por los lados y desde atrás.

El incendio portugués, por el momento, está en lo que los expertos llaman “fuera de capacidad de extinción” y la esperanza pasa por que llegue a un territorio llano o cambien radicalmente las condiciones meteorológicas, lo que no parece que vaya a suceder a cortísimo plazo. En estos casos, la recomendación de Cabrero es centrarse más "en la prevención" que en acabar con el fuego en sí. Es decir, sobre todo, en desplazar a la población en riesgo de ser afectada.

El incendio portugués, que ahora galopa hacia Coimbra, no tiene remedio. Después de haber arrasado miles de hectáreas y de cobrarse más de 60 víctimas mortales desde el pasado sábado, la extinción de las bombas de fuego que van calcinando todo a su paso solo depende de cuatro factores: “Que cambie la orografía, que aumente la humedad, que bajen las temperaturas o que llueva”. Esa es la predicción de Rubén Cabrero, presidente de la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales de España: “Eso, en las condiciones actuales, no lo apagan ni desplazándose todos los agentes de la Unión Europea”. Los augurios no invitan al optimismo: se esperan temperaturas cercanas a los 38º y vientos semejantes a los del fin de semana.

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