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Cómo los presos consiguen porno en la cárcel

Platicamos con varios presos para saber cómo meten porno a la cárcel, cómo lo cambian en trueques y cómo es esconder algo que la gente libre pasa horas viendo todos los días.

En muchas cárceles, el mayor lujo no es el tabaco o las drogas duras, sino el porno. No todos fuman o se drogan. Pero eso sí, todos se masturban, ya sea por que se sienten solos, porque están calientes o simplemente porque están aburridos. En los 21 años que estuve en una cárcel de EU, lo que más extrañé fue la compañía de una mujer, sobre todo porque no me permitían visitas conyugales.

La forma de porno más común que circula en la cárcel es en revistas eróticas fotocopiadas, aunque las revistas de modelos que no contienen desnudos también son muy populares. Con frecuencia, los guardias de las correccionales meten revistas de porno hardcore para ganarse un dinero extra. Si tienes una revista completa, la puedes vender a otros presos hasta en 200 dólares (alrededor de 3,500 pesos), dependiendo el estado en el que se encuentre. Los dueños de las revistas sacan copias y las revenden en blanco y negro a 20 dólares (alrededor de 350 pesos) el juego. Las copias (o las copias de las copias) de dobles páginas de ciertas pin-ups se venden a un timbre postal por página y los presos normalmente intercambian copias cuando se aburren de "sus chicas".

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La otra forma popular de entretenimiento sexual son fotos de internet que los amigos o los familiares que están afuera imprimen en lotes y mandan por correo. Un DVD porno —algo rarísimo en prisión— puede significar una ganancia de cientos de dólares para el guardia que lo metió de contrabando. Los celulares con videos porno ya descargados se venden hasta en 500 dólares (alrededor de 9 mil pesos).

"Los precios que pagamos son una locura", dijo un reo por teléfono. "Pero lo entiendo, es la cárcel. Ver un poco de porno es lo máximo que podemos esperar".


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Como la mayoría de las cárceles de EU prohíben el porno, los presos hacen hasta lo imposible para conservar y ocultar sus colecciones. Dependiendo de las reglas de cada institución, los castigos van desde confiscar el material o unos días en aislamiento hasta traslados disciplinarios o nuevos cargos criminales por contrabando o posesión de materiales sexualmente explícitos. En algunas cárceles, la masturbación, incluso sin porno, se considera una infracción.

Platicamos con varios presos para saber cómo meten porno a la cárcel, cómo lo cambian en trueques y cómo es esconder algo que la gente libre pasa horas viendo todos los días.

Preso número uno
31 años de edad
Cumple una sentencia de diez años en la Institución Correccional Federal Beckley en Virginia Occidental por distribución de cristal (metanfetamina)

Hay quienes viven bien en la cárcel gracias a que venden porno. Tienen clientes frecuentes porque para algunos es una adicción. Antes tenía una edición maltratada de Just 18 de 1999 a la que le faltaba casi la mitad de las páginas y solía rentarla. Costaba cinco timbres postales —alrededor de 1.5 dólares (27 pesos)— por 30 minutos. Puede llegar a ser muy costoso para un masturbador en serie. Algunos tipos son adictos a masturbarse y trato de mantenerme alejado de ellos. Hace poco vendí ese número de Just 18 a 100 dólares (alrededor de 1,800 pesos) junto antes de que me trasladaran a otra cárcel.

En otra cárcel, mi amigo tenía una copia de Buttman que guardaba en un protector de plástico. La vendió en 200 dólares (alrededor de 3,700 pesos) justo antes de salir. Otro de los presos de ahí llegó porque lo trasladaron de la Institución Correccional Federal de Texarkana a Beckley después de que lo atraparon haciendo negocio con una computadora. La computadora tenía cientos de videos porno descargados y la rentaba a 5 dólares (alrededor de 90 pesos) la hora. Cuando lo descubrieron, lo llevaron otra vez a la corte y le aumentaron seis meses a su condena.

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A veces, lo presos venden fotos que su familia o amigos les mandan a la cárcel. Normalmente mandan un paquete de imágenes que venden a tres o cuatro sellos cada una. Cuando se aburren de las fotos, las rotan o las cambian por chicas nuevas. El precio de una foto depende de qué tan gordo sea el trasero de la chica. Algunos hasta hacen pedidos de chicas o estrellas porno específicas. He visto cómo los presos se obsesionan con ellas, como si en serio fueran sus novias.

Preso número dos
46 años de edad
Cumple cadena perpetua en el Centro Penitenciario Correccional de Pickaway en Ohio por narcotráfico

Las revistas Blacktail, De'Unique, Penthouse, Playboy, Buttman, Freaky Girls, Video Illustrated son nuestros "libros para coger". En la calle, el precio de una revista es alrededor de 10 dólares (180 pesos) pero en la cárcel, un número reciente de Blacktail puede costar hasta 200 o 300 dólares (entre 3,500 y 5,500 pesos). Estas revistas son de contrabando y si las encuentran, las confiscan. Hasta te pueden reportar o poner bajo investigación solo por posesión de porno. Para proteger tu colección, tienes que disfrazar la revista con una portada falsa de una revista decente.


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Cuando vendía revistas, tenía que numerar las páginas yo mismo porque juro que algunos güeyes son tan buenos para arrancar páginas que ni te das cuenta si falta una. Y si te das cuenta, de todas formas no sabes exactamente quién fue. Rento las pocas revistas que tengo a un grupo selecto y reviso las páginas antes y después para que no haya malentendidos.

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Tengo una foto de una chica muy guapa y exótica que tiene vello púbico sedoso y rizado, y trae un dildo en la boca. Su mirada lo dice todo. Además, la forma en que está sentada me invita a complacerla. La compré por una bolsa de café y no se la presto a nadie. Tengo pensado escribir algo vago pero específico como "Nueva York" en la parte de atrás con marcador mágico en caso de que la policía revise mi celda y se pierda la foto. Está de la verga escribir tu nombre en una foto pero he visto cómo otros presos escriben su nombre y su número de registro en sus posesiones más valiosas.

Preso número tres
38 años de edad
Cumple una sentencia de 18 años en la Penitenciaría Big Sandy de Estados Unidos en Kentucky por robar un banco

En los 14 años que llevo de cárcel he estado en varias penitenciarías y en todas he visto las mismas fotocopias de porno en blanco y negro. Las copias de las copias son cada vez peores y aun así las compro. Es lo más cercano a una pepa que voy a ver en mucho tiempo. Hay muchas formas de meterlo, como por correo. Pero la forma más común es la clásica: por medio de los policías y los guardias de seguridad. Les hacen portadas falsas y las meten con otras revistas.

Las imágenes en blanco y negro se pueden guardar donde sea. Los guardias no se meten con tus chicas porque saben que no has cogido desde que Bush era presidente. Si un preso que recibió cadena perpetua está obsesionado con [la estrella porno] Pinky, créeme, lo último que quieres es interponerte entre él y su foto.

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Aquí no hay internet. No tenemos acceso a nada. Hace unos años tuve la oportunidad de jugar con un celular en otra cárcel. Tenía tanto porno que casi me da un paro cardiaco. Otros presos usaban el teléfono para actividades nefastas pero yo lo único que quería era ver porno. Decían "¡Puedes ver el camión de seguridad dando vueltas alrededor de la prisión en Google Earth!" y yo así de "Güey, eso vale verga. Mira todo este porno".


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Preso número cuatro
40 años de edad
Cumple una sentencia de 35 años en el Centro Metropolitano de Detenciones Brooklyn en Nueva York por asociación delictuosa

Cuando re encierran en esta jungla de concreto, tus chicas son Manuela y Solana; siempre puedes contar con ellas. Cuando entré, las únicas revistas disponibles en la cárcel eran Smooth y Straight Stuntin', que no contienen desnudos. Salían modelos como Buffie the Body, Maliah, CoCo, Rosa Acosta, y Vida Guerra y nosotros nos moríamos por tener fotos exclusivas de estas mujeres. Intercambiábamos revistas antes de que cerraran las celdas y nos masturbábamos para liberar estrés.

Un día trasladaron a un amigo a nuestra unidad y trajo una colección de porno en DVD. Pusimos un reproductor DVD que metimos a escondidas en un cajón del lavabo —como los que hay en los closets de los conserjes— con una silla y al poco tiempo, los presos ya hacían fila para rentar ese espacio y jalársela. Le apodamos el "cuarto bum bum" y estaba justo al lado de donde jugábamos póker. Era lo mejor de dos mundos y tenías la oportunidad de escoger tu veneno.

El porno es un negocio muy fuerte en la cárcel. Si quieres alejar tu mente de todo lo que está pasando, lo mejor tomar unas cuantas revistas o imágenes de chicas desnudas, loción, pañuelos desechables, colocar tu toalla sobre la ventana de tu celda y poner manos a la obra. Cuando termines te vas a sentir mejor, al menos hasta que regreses a casa y tengas sexo real.

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