Os Cangaceiros, los legendarios bandidos que fotografió Benjamin Botto

Los cangaceiros eran temidos en todo Brasil. Nadie los había podido fotografiar y menos aún filmar. Hasta que llegó Benjamin Botto...

Las fotografías e imágenes que tomó Benjamin Botto son a día de hoy uno de los más valiosos testimonios gráficos que hay sobre los bandidos rurales del nordeste del Brasil conocidos como cangaceiros, en la época de liderazgo indiscutible de Virgulino Ferreira da Silva, «Lampião», entre 1926 e 1938. Benjamin Abrahão Botto huyó de su Líbano natal para no combatir en la Primera Guerra Mundial. Aunque su destino original eran los Estados Unidos, terminó por instalarse en Brasil, donde se buscó la vida como vendedor ambulante de telas, alimentos y todo aquello que pudiera pasar por sus manos. En uno de sus viajes a Juazeiro do Norte, un municipio del estado de Ceará, conoció al padre Cicero, un anciano religioso a quien consideraban santo los numerosos peregrinos que acudían a verle de todos los lugares del Nordeste del país. Botto ganó su simpatía y confianza contándole que era originario de Belén, Palestina, el lugar de nacimiento de Jesucristo, y pronto descubrió que junto a este hombre de religión venerado por los cangaceiros de la región, le aguardaba un próspero futuro.

El padre Cicero junto a su secretario Botto

El padre Cicero junto a su secretario Botto

El padre Cicero consintió en hacerse esta fotografía con su secretario Botto para hacer público su perdón, y terminar con los rumores que hablaban de su expulsión, tras descubrirse que se había llenado los bolsillos vendiendo fraudulentamente recuerdos y joyería religiosa de su mentor.

«Tras una costosa negociación con el líder de los cangaceiros, Benjamin Botto consigue en 1936 hacerse esta foto dando la mano a Lampião. Cuentan que con ella, el fotógrafo quiso despejar la desconfianza del líder de los bandidos, poniéndose ante el objetivo de la cámara para demostrar que no se trataba de ninguna trampa»

Al morir Cicero, Botto volvió a las andadas e intentó mantener su nivel de ingresos vendiendo a precio de oro mechones de pelo del difunto, fragmentos de su sotana y otras reliquias… Pero cuando vio que el negocio no daba más de sí, pensó en aprovechar el haber conocido de mano de su protector a Lampião, el famoso jefe de los cangaceiros, para hacer algo al respecto... Llegó a un acuerdo con Ademar Bezerra de Albuquerque, propietario de ABA-FILM, para que este le proporcionara material fotográfico y de filmación, comprometiéndose a obtener imágenes hasta entonces nunca vistas de aquellos bandidos. Estaba seguro de que se venderían muy bien a la prensa y las salas cinematográficas.

Botto estrecha la mano del legendario Lampiao

Botto estrecha la mano del legendario Lampiao

Tras una costosa negociación con el líder de los cangaceiros, Benjamin Botto consigue en 1936 hacerse esta foto dando la mano a Lampião. Cuentan que con ella, el fotógrafo quiso despejar la desconfianza del líder de los bandidos, poniéndose ante el objetivo de la cámara para demostrar que no se trataba de ninguna trampa.

Los cangaceiros que conoció Botto formaban un grupo compacto y disciplinado alrededor de su líder, Virgulino Ferreira da Silva «Lampião». Muchos aseguran que el motivo de su ingreso en al Cangaço fue el deseo de venganza por la muerte de su padre. El caso es que durante casi tres décadas vagando por el nordeste del Brasil, Virgulino sembró el terror y la muerte allá por donde pasaba. El fracaso de las operaciones preparadas para capturarlo y las recompensas ofrecidas a quien lo matase, solo consiguieron aumentar su fama.

María Bonita, en el centro de la imagen, junto a Lampiao

María Bonita, en el centro de la imagen, junto a Lampiao

María Gomes de Oliveira, conocida como Maria Bonita, abandonó a su primer marido para unirse a los cangaceiros y acompañar a Lampião durante los ocho años siguientes. A lo largo de ese tiempo participó en todas las acciones de sus compañeros, resultando herida solo una vez. Llegó a ser considerada como «la reina de los Cangaceiros». Todo terminó a las cuatro de la mañana del 28 de julio de 1938, cuando Lampião y otros diez cangaceiros murieron tras caer en una emboscada. María Bonita fue atrapada con ellos aún viva y degollada en aquel mismo lugar.

Cristino Gomes da Silva Cleto, alias «Corisco»

Cristino Gomes da Silva Cleto, alias «Corisco»

Cristino Gomes da Silva Cleto, «Corisco», segundo hombre más importante del Cangaço, era también conocido como el «Diabo Loiro» —Diablo Rubio—, debido a lo llamativo de su cabello claro y su porte físico atlético. En 1940, un año después de la caída de Lampião, murió junto a su mujer Dadá en una emboscada en Fazenda Pacheco. La muerte de Corisco es considerada el fin del ciclo general del cangaço. Corisco fue enterrado en Bahía. Después de algunos días su sepultura fue asaltada, el cadáver exhumado, y sus restos mortales aparecieron expuestos en el Museo Nina Rodrigues junto a las cabezas de Lampião y Maria Bonita, donde permanecerían durante cerca de 30 años.

Sergia Ribeiro da Silva, alias «Dada», junto a Corisco

Sergia Ribeiro da Silva, alias «Dada», junto a Corisco

Sergia Ribeiro da Silva, «Dada», fue secuestrada por Corisco cuando tenía trece años. Él le enseño a leer, escribir y usar armas, creándose un vínculo afectivo que les mantuvo unidos hasta el día de la muerte de Corisco. Aunque en aquella emboscada perdió una pierna como resultado de una herida de bala mal curada, Dada sobrevivió largos años, hasta 1994. Durante toda su vida luchó tanto por el respeto a los restos de sus compañeros, que durante mucho tiempo fueron expuestos como objetos de feria en un museo,  como por los derechos de los más desfavorecidos.

En una de las escenas del documental Lampião, O rei do cangaço, que filmó Benjamin Botto, una mujer camina entre sus compañeros en dirección a la cámara, haciendo entre risas que apuntan a ella dispuesta a disparar. Esta mujer se hacía llamar Durvinha y es quizá a la que esperó un futuro más sorprendente. Ella y su marido, conocido como Moreno, consiguieron huir de las sucesivas emboscadas que tendieron a la agonizante cangaça, permaneciendo ocultos durante varios años, hasta que salieron a la luz con identidades falsas. Vivieron así, sin contar la verdad ni a sus propios hijos y nietos hasta el 2005. Un año después participaron en la filmación de un documental dedicado a los cangaçeiros dirigido por Wolney Oliveira.

Como puede observarse en la fotografía, los hombres usaban sus característicos sombreros en forma de media luna, adornados con monedas de oro y plata, una especie de pantalón ancho y colgaban de sus hombros dos alforjas bordadas con coloridos adornos. Las mujeres se cubrían con gruesos vestidos llenos de bolsillos, ataban un pañuelo al cuello y con otro cubrían su cabeza bajo el sombrero. Durante el tiempo que pasó entre los cangaceiros, Benjamin Abrahão Botto pudo hacer cerca de 70 fotos y una película, que tuvieron gran éxito, y se reprodujeron en los principales periódicos brasileños de la época. Pero la alegría no le iba a durar mucho: en 1936, la dictadura del Estado Novo secuestró la mayor parte de sus imágenes, así como de la filmación. Muchos originales desaparecieron entonces, y del documental, que durante mucho tiempo se dio por perdido, pudieron recuperarse hace algunos años alrededor de 11 minutos.

El 9 de mayo de 1938, dos meses antes de la muerte de Lampião, Botto apareció asesinado con 42 puñaladas, sin que se llegara averiguar ni la autoría ni el motivo del crimen.