La gran novela de las matemáticas, de Mickaël Launay

La gran novela de las matemáticasEn el instituto me decanté por letras puras porque era lo que me gustaba y lo que realmente se me daba bien: la lengua y los idiomas siempre han sido mi fuerte. En cambio, las matemáticas siempre se me han dado mal. No sé si es un tópico decir que hay personas con una mente más preparada para las ciencias que otras. A mí no lo parece, sinceramente. Y desde que trabajo con niños y adolescentes, lo tengo más claro. En seguida se ve a qué niños se le da mejor un ámbito que el otro. También dicen que el tener un buen profesor hace mucho. Obviamente, si desde pequeños se nos estimula adecuadamente para un campo determinado, es más fácil comprenderlo y disfrutarlo. En cualquier caso, yo no voy a echar la culpa a mis profesores. Me la voy a echar a mí porque cada vez que tengo que hacer un cálculo complicado (y a veces hasta sencillo) pongo la misma cara que Joey en Friends cuando intentaba interpretar un personaje que había recibido una mala noticia.

Aun así, me gustan las ciencias. Me parecen muy interesantes algunas de sus aplicaciones y teorías. Mis carencias en el ámbito científico las intento mitigar viendo al gran Carl Sagan y leyendo, de vez en cuando, libros que se alejan de lo que acostumbro a leer. Aunque a veces no entienda nada, soy así de cabezota. Por eso, La gran novela de las matemáticas me atrajo desde un primer momento. Un libro que se vende tal que así: “Si nunca llegaste a comprender las matemáticas, incluso si las llegaste a odiar, ¿qué te parecería darles una segunda oportunidad? Es muy posible que te sorprendas…” iba dirigido para mí. Tengo que levantar la mano, como si aún siguiera en el cole,  y asentir: sí que las llegué a odiar.

El francés Mickae las matemël Launay, doctorado en probabilidades y apasionado de las matemáticas, nos propone un viaje desde la prehistoria hasta la actualidad a través de las matemáticas. Desde las figuras geométricas usadas para decorar la cerámica y los primeros números usados por los mesopotámicos para contar, hasta conceptos como el número pi, la sucesión de Fibonacci o problemas matemáticos que aún no han podido ser resueltos.

Un viaje diferente, a un mundo que quizá  nunca hemos llegado a entender realmente, pero que gracias a los ejemplos cotidianos y reales que el autor nos expone nos hace comprender mejor todas esas incógnitas. Su lenguaje, claro y directo, y la cantidad de ejemplos ilustrativos que utiliza el francés nos transmite su pasión de manera sorprendente.

No sé si a partir de ahora empezarán a gustarme más las matemáticas ni a dárseme mejor, pero sí que soy más consciente de su importancia y creo que libros como éste son de gran ayuda y los encuentro realmente útiles. Ya sé que a algunos de los niños con los que trabajo les va a encantar y eso es ya una garantía, ¿verdad? Mientras tanto, creo que seguiré poniendo la misma cara que Joey al intentar dividir doscientos treinta y dos entre trece. Me aporta mucha credibilidad.

 

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