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Corbyn, Sanders, Melenchon, Carmena y el éxito electoral de candidatos mayores

El candidato demócrata estadounidense Bernie Sanders y el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn.

Andrés Gil

Del 15M a mayo del 68. La conexión entre las generaciones movilizadas en los años 2000 –después de la revolución conservadora y neoliberal impulsada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan; la caída del Muro de Berlín y la abdicación socialdemócrata de la Tercera Vía– con aquellas que se movilizaron en los 60 y 70 se está evidenciando en diversos procesos electorales.

Manuela Carmena, Bernie Sanders, Jean-Luc Mélenchon y, este jueves, Jeremy Corbyn, han cosechado grandes resultados electorales representando opciones de marcado perfil de izquierdas. ¿Casualidad?

El coordinador federal de IU, Alberto Garzón, reflexiona al respecto: “Yo destacaría dos hipótesis. La primera, que el escenario de mediatización subraya el componenente individual y espectacular de la política, por lo que realza los perfiles fuertes por encima de las organizaciones políticas. Sobre esto hay mucho escrito, pero tiene que ver con la conjunción de nuevas tecnologías (televisión, internet) que dan un peso mayor a la imagen y lo simbólico frente a lo ideológico y de compromiso político, al corto plazo frente al largo plazo. Esto tiene que ver con titulares que resaltan las características del líder pero esconden los fenómenos sociales y políticos que están detrás de sus ascensos: ¿podría Manuela Carmena haber existido en 2003 y con burbuja inmobiliaria? ¿Podría Corbyn haber ganado dos veces las primarias en los tiempos fuertes de la Tercera Vía? Ninguna de esas reflexiones se abordan en estos tiempos ”mediatizados“.

“Por otra parte”, prosigue Garzón, “la otra hipótesis es que hay una ruptura en la concepción del mundo de las clases subalternas y también generacional. Los perdedores de la globalización, sea por condiciones materiales o por expectativas frustradas, están más abiertos a aceptar discursos rupturistas o antiestablishment (Trump, LePen, Sanders, Corbyn o Mélenchon). En todas las elecciones coincide que los más jóvenes apuestan de forma acentuada por lo nuevo y antiestablishment (EEUU, Francia, UK, España...), mientras que los mayores tiran a lo conservador (caso brutal de Francia con Fillon pero también ahora con May o en España con Rajoy)”.

En este sentido, Imma Aguilar, experta en comunicación política, afirma: “Quién mejor que un abuelo de izquierdas para ser un candidato anti. Hoy es lo que buscan los equipos de campaña, que tu candidato encarne el antisistema, que lo parezca. Me pregunto quién en España podría revelarse como ese abuelo izquierdista. Es posible que esa fuera una buena clave de futuro para los huérfanos políticos: el candidato (anciano) a la contra (de la élite) recuerda el inmenso liderazgo que tuvo José Luis Sampedro en el 15M; los perdedores son muy buenos en anti, como Pedro Sánchez; la indignación y el enfado encaja bien con los candidatos mayores de izquierda –los viejos refunfuñan mucho e inspiran ternura al mismo tiempo–; la demostración de que la edad y la inexperiencia no son decisivas en el voto, todo lo contrario, incluso. La gente a menudo miente en las encuestas cuando dice que quiere gente nueva que viene de fuera de la política y jóvenes preparados: esa es otra de las falacias que los analistas manejamos. Todo ha cambiado y no siempre nos damos cuenta”.

“Quizá estamos haciendo categoría de tres caso”, tercia Lluís Orriols, director del Máster en Análisis Político y Electoral de la Universidad Carlos III de Madrid. “En muchos sitios parece que hay una correlación entre voto joven y voto a la izquierda, como pasa con Podemos, y es llamativo que candidatos mayores sean atractivos entre el electorado joven, porque solemos pensar que los votantes a la hora de elegir a los representantes lo hacemos teniendo en cuenta la representación que más se parecen a nosotros. Si somos jóvenes, buscaremos a un joven y llamativo que se arrope a un candidato mayor con entusiasmo, porque supera la barrera clásica del elemento descriptivo. Pero quizá se trate más de elementos muy ad hoc, en cada caso, no tanto de una regla”.

“En suma”, concluye Garzón, “las condiciones estructurales de la fase actual del capitalismo han introducido diferentes cleavages [bloques de electores] que dividen a la población entre jóvenes/mayores y ganadores/perdedores que están alterando los sistemas políticos. Una hipótesis adicional es que la capacidad de alcance es mayor cuando el representante del discurso antiestablishment es una persona mayor y aparentemente de orden, especialmente en sociedades no demasiado desestructuradas”.

Owen Jones, por su parte, escribía en eldiario.es: “Los jóvenes se sienten con frecuencia no representados, ignorados, traicionados o totalmente atacados por la élite política. Son mucho más progresistas en los temas sociales que la generación de sus abuelos. Y están ayudando a impulsar movimientos que van de Sanders a Podemos en España, de Syriza a Jeremy Corbyn. Para los británicos mayores, la izquierda puede ser asociada con el fracaso desastroso del totalitarismo soviético y la ruptura del consenso de la posguerra. Para los británicos jóvenes, pueden tener más influencia las consecuencias del colapso financiero y las profundas desigualdades que muestra claramente la sociedad. Es la caída de Lehman Brothers, y no la del Muro de Berlín, la que puede ser más significativa”.

“Para mí”, añade Garzón, “es importante el discurso antiestablishment y la honestidad que se les presupone en su compromiso. Es importante porque tanto Sanders, Corbyn o Mélenchon son gente con largas trayectorias políticas en partidos mainstream. Algo que choca con la idea de ”nueva política“ que pueden abanderar algunos movimientos”.

“Lo fascinante”, reflexionaba el responsable de Internacional de Podemos, Pablo Bustinduy, tras la victoria de Sanders en las primarias demócratas, “como en el caso de Corbyn, es que la campaña de Sanders (y toda su trayectoria política y personal) ha dependido de una apuesta decidida por politizar la estructura electoral del Partido Demócrata, incorporando a las primarias una mezcla heterogénea de activistas de viejo cuño, movimientos sociales de todas las orientaciones imaginables (del ambientalismo al feminismo, pasando por los sindicatos, las minorías, el antimilitarismo, etc), una nueva hornada del movimiento estudiantil y toda una generación políticamente educada en la gramática de Occupy y los levantamientos democráticos de 2011”.

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