“Felices en la esperanza”. Desde el primer momento del despertar del
espíritu por la gracia, el pensamiento consciente del hombre, y sus
aspiraciones, pasan de la criatura al Creador, de lo que es terrestre a lo que
es celeste, de lo que es temporario a lo que es eterno. Es allí donde se
encuentra su tesoro y allí también su corazón. No espera nada de aquí abajo,
todas sus esperanzas están en el mundo por venir. Su corazón renuncia a todo lo
que pertenece a este mundo, nada en él lo atrae ya, y él no espera ya ninguna
alegría. Se regocija en los bienes que vendrán; ellos son los que espera
firmemente poseer algún día. Este trasplante de los tesoros del hombre y de los
deseos de su corazón, es uno de los rasgos esenciales del espíritu despierto y
ardiente. Hace del hombre un peregrino que, sobre la tierra, busca su patria,
la Jerusalén celeste. Tales deben ser las características de todos los
cristianos que recibieron la gracia. Es por ello que el Apóstol prescribe
también en otro lugar: “Si habéis resucitado con Cristo (es decir, si habéis
sido despertados en el espíritu por la gracia de Cristo) buscad las cosas de lo
alto, allí donde se encuentra Cristo, sentado a la diestra de Dios. Poned
vuestro afecto en las cosas de lo alto, no en las de la tierra, pues estáis
muertos y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios” (Col. 3:1-3). El Apóstol
quiere decir, aquí, que vosotros estáis muertos para todas las cosas
terrestres, creadas, temporarias.
Soledad, oración, meditación
Rechazad todo lo que podría extinguir esa pequeña llama que comienza a
arder en vosotros, y rodeaos de todo lo que pueda alimentarla y transformarla
en un fuego ardiente. Permaneced en la soledad, orad, reflexionad en lo que
debéis hacer. La regla de vida, la ocupación, el trabajo que habéis adoptado
cuando os encontrabais en la búsqueda de la gracia, son también ayudas
poderosas para desarrollar en vosotros la acción de la gracia que comienza
ahora a hacerse sentir.
Lo que más necesitáis en vuestro estado actual es soledad, oración y
meditación. Vuestra soledad debe ser más recogida, vuestra oración más
profunda, vuestra meditación más intensa.
El Arte de la Oración