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España, paraíso de la tolerancia sexual

Nuestro país tiene una larga historia de opresión a los gais y lesbianas, pero en las últimas décadas se ha convertido en un modelo de libertad.

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Del próximo 23 de junio al 2 de julio, Madrid acogerá el World Pride 2017, la gran fiesta mundial del Orgullo LGBT (siglas de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), que este año reunirá en un solo lugar tres eventos: el ya clásico desfile del Orgullo Gay de la capital española; el EuroPride, una manifestación continental que se celebra cada año desde 1992; y el WorldPride, un evento mundial que nació en el año 2000.

En 2016, esta reivindicación lúdica reunió en la capital de España a más de un millón de personas, y se estima que la cifra podría duplicarse –como mínimo– en la inminente edición. Además, esta respuesta explosiva a tantos siglos de ocultación, represión y sufrimiento tiene un gran impacto económico. La Confederación de Comercio de Madrid calcula que el acontecimiento podría dejar 300 millones de euros en la ciudad, con el comercio, la hostelería y los hoteleros como principales beneficiados.

Y llegó la libertad

Casi nadie se sorprende hoy de esta tolerancia hacia el colectivo LGBT, quizá porque la memoria es débil. Hasta los años setenta del pasado siglo no comenzó una verdadera liberación para estas personas, y el proceso está siendo muy lento, aunque con sorpresas impensables hace pocas décadas: hoy, la tradicionalmente represiva España representa un ejemplo mundial de derechos legales y tolerancia a la sexualidad libre.

En nuestro país, castigos –y hasta ejecuciones– terminarían en el siglo XIX; en 1822, la influencia liberal francesa llevó a decretar el primer código penal que no incluía la sodomía como delito, aunque a los homosexuales se les podían aplicar las leyes contra el escándalo público. La penalización en forma de fuertes multas volvió durante el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), desapareció en la Segunda República y retornó con Franco en el poder.

Muy duro se hizo el castigo a partir de 1954, con la modificación de la ley de vagos y maleantes de 1933, un cambio destinado a reprimir a los homosexuales. Muchos violetas –término acuñado por las autoridades franquistas– serían condenados a campos de trabajo como el de Tefía, en Fuerteventura, donde hubo decenas de ellos. La ley de peligrosidad y rehabilitación social de 1970 hablaba de "curar a estos desviados". Con ese objetivo se crearon dos penales: uno en Badajoz, para los pasivos; y otro en Huelva, para los activos. En ambos se aplicaban terapias de aversión.

Saliendo del armario

Ese mismo año nació en Barcelona el clandestino Movimiento Español de Liberación Homosexual, a la zaga de los existentes en Europa desde hacía décadas. El fin de Franco cambió las cosas; en 1978 se produce la primera salida del armario pública, la del activista Armand de Fluvià. Grup de Lluita per l’Alliberament de la Dona, creado en Barcelona en 1979, sería la primera iniciativa enfocada a las lesbianas. Ese año se libera a los últimos presos por homosexuales.

Las trabas continuaron en los 80, pero fenómenos como la Movida madrileña, iniciativas políticas locales en torno a las uniones de hecho y ciertos sectores de la cultura y la prensa fomentaron la tolerancia, un proceso culminado en 2005 bajo el gobierno del PSOE con la Ley de Matrimonio Homosexual, que hizo de España el tercer país del mundo en aprobar las uniones de parejas del mismo sexo.

Imagen: Roberto Gordo Saez / CC by 3.0

Más información en el reportaje La imparable revolución LGBT, escrito por Manuel Mañueco para el número 433 de Muy Interesante (junio de 2017), ya a la venta.

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