El anillo volante de Henry Villard

El éxito de los Hermanos Wright de 1903 en en Kitty Hawk supuso un cambio radical en la historia de las máquinas volantes. Desde entonces, muchos de los pioneros anteriores a ellos pasaron al olvido. Es natural, se recuerda a quien consigue un logro, no a los cientos de apasionados que lo intentaron… y fallaron. Un caso singular de entusiasta de las aeronaves fue el de Félix Henry Villard (1869-1916).

Uno de los «anillos volantes» de Henry Villard. Imagen de 1902.

Ingeniero francés, se obsesionó desde muy temprano con lograr volar en aparatos más pesados que el aire movidos por motor, esto es: quiso construir un avión, aunque su idea se acercaba más a la de los helicópteros y, por ello, hay quien lo considera un precursor de estos aparatos. Su concepto, al que llamó Ornis, se materializó en varios prototipos desde el año 1901. No logró volar de forma controlada, pero nunca dejó de intentarlo. La revista El Mundo Científico, editada en Barcelona, describía de esta manera uno de sus primeros aparatos en su número del 3 de mayo de 1902:

Los aviadores, o las aeronaves más pesadas que el aire, empiezan a estar de moda, disputándose el dominio de la atmósfera con los globos y dirigibles.Entre unos y otros se encuentran prodigios del ingenio de los inventores, cada vez más cercanos a la definitiva conquista de su ideal, como se encuentran también aberraciones más grandes de la inteligencia extraviada, cuyo resultado llega a ser algunas veces una catástrofe económica cuando no el más lastimoso fin del inventor y del invento.

Entre los aparatos teóricamente viables, si bien sus pruebas no han dado hasta ahora resultado positivo, figura el avión de Henry Villard, en el cual se ponen a prueba varios principios: el del aeroplano, el del paracaídas, el del giroscopio y el de la cometa.

Constituye la parte principal del aparato un anillo rígio horizontal de siete metros y medio de diámetro, reforzado con numerosos vientos de alambre tendidos en su plano, los cuales sostienen además un círculo de tafetán de globos. Este disco de tela, en caso de avería del motor, es suficiente para servir de paracaídas. No es perfectamente plano, y al girar con gran velocidad, hace el efecto de una hélice, contrarrestando la gravedad y evitando el descenso, o produciendo elevación. Este giro rápido tiene otra ventaja: el efecto giroscópico que produce, impide que el aparato se incline y se ponga el disco en vertical. El motor es de gasolina, sistema Buchet de dos cilindros, con 12 caballos de fuerza a 1920 revoluciones por minuto. Mueve, además del paracaídas, una hélice propulsora de forma especial. El timón es circular, de plano vertical y fijo al extremo de una larga horquilla.