Un año sin Paola: el asesinato de una chica trans que detuvo a la Ciudad de México
Ciudad de México 2017. Kenya Cuevas y compañeras en la misa organizada en San Hipólito a un año del homicidio de Paola Sánchez Romero. El asesino sigue libre bajo por el criterio del Juez Gilberto Cervantes Hernández. Esto contradecían el discurso oficial anti-discriminatorio en donde el jefe de gobierno declaró el  13 de noviembre como el “día de las personas trans” en la CDMX.

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Un año sin Paola: el asesinato de una chica trans que detuvo a la Ciudad de México

El 13 de noviembre se conmemora el día de la población trans en la Ciudad de México, pero los avances en materia de seguridad siguen sin aparecer.

Una fila de chicas trans se acercó al cura párroco al terminar la misa y él aceptó gozoso tomarse una foto con todas ellas. Es la Iglesia de San Hipólito, en el corazón de la colonia Guerrero de la Ciudad de México. Las chicas están ahí porque la misa se dedicó a su amiga Paola, para conmemorar un año de su asesinato, mientras trabajaba en la noche, en la esquina de Puente de Alvarado y Aldama.

Kenya la acompañaba ese día, y desde la noche del 30 de septiembre de 2016, su vida cambió radicalmente.

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Primero, porque se convirtió en testigo del crimen impune. El primer juez que atendió en la causa, Gilberto Cervantes Hernández, liberó al cliente a dos días del crimen, que fue identificado como un guardia de seguridad privado llamado Arturo Delgadillo, dueño del automóvil y de la pistola Pietro Beretta 9 mm con que Paola fue asesinada. La primera patrulla que llegó ese día bajó a Delgadillo de su coche con el arma en la mano; sin embargo, en las pericias no encontraron restos de pólvora en él ni en el cuerpo de Paola.

Ciudad de México 2017. Kenya fuma un cigarrillo de mariguana.

Al liberarlo, puso a Kenya en riesgo. Así lo entendió Cristian Motta, licenciado de la fiscalía de homicidios que luego fue encargado del caso. Motta, contrariando lo actuado por el otro juez, otorgó medidas cautelares a Kenya por encontrarse en riesgo objetivo al ser la principal testigo que señala la responsabilidad del asesino impune. Y reabrió la causa por homicidio que había quedado inconclusa al librar una orden de aprensión contra Delgadillo, que está prófugo.

Kenya no está sola y, desde aquella noche, decenas de chicas trans y otras mujeres amigas, algunas trabajadoras sexuales, con sus historias de vida encima, se acercaron a abrazar a la amiga fallecida, de la que poco se sabía, de la que no se tenía entonces rastro de familia. Ellas fueron su familia, y la velaron y protestaron por ella. De camino a su entierro, bajaron su ataúd del carro fúnebre y cortaron la circulación de la Avenida Insurgentes para protestar por la falta de justicia, por la discriminación que acusaban como motivo de la impunidad y para hacerse visibles, porque no están dispuestas a permitir que las sigan matando sin levantar la voz.

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Esa toma pública, el corte de calle y la manifestación contra la libertad del tipo acusado, fue lo que causó el giro judicial que se dio el 19 de Octubre de 2016 con la nueva orden de aprensión, que lleva un año sin cumplirse. Esa dilación es parte del proceso de impunidad, porque no puede comenzar el juicio por el homicidio de Paola hasta que no se realice la audiencia de vinculación a proceso del acusado. Y para eso, lo tienen que encontrar.

Bere durante el cumpleaños de Kenya.

Luis Alberto Muñoz y Viridiana Valgañón son los abogados de la organización Equis, justicia para las mujeres, quienes llevan por primera vez la defensa de una mujer trans. Al cumplirse un año de la nueva orden de aprensión contra Delgadillo, los abogados presentaron un amparo contra la Policía Ministerial, encargada de investigar dónde está y detenerlo. Y la obliga a que en 15 días hábiles, la policía judicial deba explicitar qué ha hecho para lograrlo.

La contracara de esa dilación es la necesidad de protección de Kenya, que fue negada por la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, argumentando que no va a brindarle una escolta personalizada a una trabajadora sexual trans.

Kenya también ha sentido que su vida corre riesgo, dice, y ha sido difícil volver a trabajar en las calles como antes. Por eso se volcó a su otra tarea, la promoción en salud y contra el VIH entre las trabajadoras sexuales y mujeres trans que viven solas, o en la calle, o de manera muy precaria. Su casa en el Estado de México siempre ha sido un refugio para quien lo necesite, atestiguan las amigas. Porque no todas las chicas trans permanecen víctimas de un destino fatídico e ineludible, y es gracias al apoyo mutuo, a la hermandad que han construido, que logran hacerse dueñas de sus vidas. Algo que no es sencillo, sobre todo cuando casi la única forma de sustento que consiguen es dedicarse al trabajo sexual.

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Ciudad de México 2017. Jennifer y Kenya durante el cumpleaños de la segunda.

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Kenya llevaba más de un mes preparando la misa en conmemoración de la amiga fallecida, y el día de su fiesta de cumpleaños, un par de semanas antes, aprovechó para repartir las invitaciones que había hecho, con un retrato de Paola, para invitar a esta celebración. Muchas de las chicas que conocimos cuando el crimen, están en la fiesta.

La primera que saluda es Bere. Ha pasado un año y parece otra. No la reconozco. Trae el pelo rubio y larguísimo y el gesto despierto. “Dejé de drogarme”, dice. En realidad cuenta que se sumó a una comunidad para adictos y se hizo madrina. Esa noche tenía junta, pero pidió permiso para no fallar al compromiso con Kenya y su padrino le permitió ausentarse. Está contenta.

Kenya deambula de un lado para otro atendiendo a la treintena de personas que llegó a festejar su cumpleaños, les ofrece una cuba o un platito de pollo en mole verde. Adentro de la casa varios niños haraganean sobre su cama y miran la tele. Ella también está distinta, se cortó el pelo, lo tiñó de rojo y lleva unos lentes de contacto de color claro. Se ríe con ganas y sigue atendiendo a los invitados. Baila una cumbia cuando pasa por la pista. Está contenta de vernos, de que hayamos llegado a compartir la fiesta en su casa.

Ciudad de México 2017. Mujeres trans bailan durante el cumpleaños de Kenya.

En la mesa está Jenifer, otra amiga que cuando le grita al perro atado en el segundo piso que ya no va a poder bajar a hacer su desmadre, se le nota un acento caribeño. Lleva un año en el país. Hablamos de la diferencia de México con el sur del continente, de cómo las drogas consumen a las chicas, de que por eso ella sólo fuma motita.

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Ivonne está afuera, flaquísima, diciendo que ella aguanta cierta convivencia con su madre porque “¿cuántas madres hay que la quieran y la acepten a una así?”, se detiene, levanta los hombros y sigue: “así como una es”.

Diana es la cuarta en la ronda, es altísima y lleva una melena lacia que le cae de lado sobre el ojo derecho, que ya está pensando en irse, porque al día siguiente le toca ir a visitar a una amiguita al Reclusorio. ¿A Cuál? “Al Norte”. Tiene que estar a las once allá para entrar a la visita: conversan, comen juntas, conviven un rato. “No sabes cómo le cambia la cara cuando me ve”, dice, porque la amiguita llevaba un año y medio sin que nadie fuera a verla. Kenya también pasó el verdadero día de su cumple festejando con otras amigas que están presas. Es una marca, la cárcel, que muchas chicas trans traen en el cuerpo, con el agregado de que aunque se vean como mujeres, son enviadas a los penales masculinos.

Ciudad de México 2017. Jennifer se maquillas durante el cumpleaños de Kenya

Diana sonríe tanto que me animo a preguntarle quién la revisa en la visita al Reclusorio. Un hombre, dice, pero que así lo prefiere, porque el guardia hombre apenas revisa, mientras que las mujeres hasta la hacen desvestirse completamente. “El hombre no te hace eso porque le da miedo lo que pueda encontrar”.

Shanté estaba en el cumpleaños de Kenya y también está en la misa. Y es una de las cuatro chicas que siguen hasta el panteón san Lorenzo Tezonco, a visitar la tumba de la amiga. Aquí se la ve más cómoda que allá, y ella dice que sí, que los muertos la limpian a una, que ella practica la santería y que desde niña puede comunicarse con ellos.

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Ciudad de México 2017. Diana se alista para ir a visitar a sus amigas al Reclusorio.

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Cuando terminó la misa en San Hipólito, Kenya y otras cuatro chicas siguieron hasta el Panteón San Lorenzo Tezonco a visitar la tumba de la amiga. La lápida de Paola es de granito y durante el año que ha pasado desde su asesinato, Kenya logró tener contacto con su verdadera familia, saber su fecha de nacimiento —14 de febrero de 1991—, corregir sus verdaderos apellidos en la cruz: Sánchez Romero.

Ciudad de México 2017. Shanté en el Panteón San Fernando Tezonco a un año del homicidio de Paola Sánchez Romo.

Alrededor todo se llenó de tumbas y flores y plantas en este año: la evidencia del ritmo de la muerte, que no se detiene. Ellas tampoco se van a detener. El asesinato de Paola no es el único, pero sí marcó un quiebre en la ciudad, cuando las chicas tomaron las calles para decir basta, a plena luz del día y sin intermediarios. Si algo debe celebrarse en el día de la población trans de la CDMX, es esto.

“La impunidad es el producto de la falta de trabajo de la autoridad”, dice Kenya, mientras la entrevistan en el Panteón. Y ella sabe bien que al odio también se le puede ganar si se le planta cara y se levanta la voz.

Ciudad de México 2017. Kenya Sale del Panteón San Fernando Tezonco a un año del homicidio de Paola Sánchez Romo.