Aprende a pelear con las monjas del Himalaya entrenadas en Kung fu
Jigme Zeskit Lhamo, originaria de Himachal Pradesh en India, lleva entrenándose ocho años. Todas las fotos por Ahmer Khan.

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Aprende a pelear con las monjas del Himalaya entrenadas en Kung fu

Las mujeres en el convento Druk Gawa Khilwa, ubicado a las afueras de Kathmandu, Nepal, meditan y encabezan las oraciones Budistas. También se entrenan en combate.

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Al rededor de las cuatro de la mañana de cada día, las monjas del convento Druk Gawa Khilwa (DGK) en el Himalaya, se despiertan y se visten con su kimono de artes marciales color granate, para empezar su práctica de Kung fu.

Las voces femeninas son tradicionalmente silenciosas en el budismo, donde los monjes son quienes están a cargo de las responsabilidades importantes. Pero esto empezó a cambiar en 2008 gracias a Gyalwang Drukpa, líder espiritual de una antigua escuela Drukpa, del budismo tibetano.

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Gyalwang Drukpa, quien también se conoce como igme Pema Wangchen, es una activista ambiental, educadora, y defensora de los derechos de la mujer. Después de ir a Vietnam y ver a las mujeres entrenarse en combate, fundó el convento DGK para hacer lo mismo por las mujeres de su región.

El convento ubicado a las afueras de Kathmandu, Nepal, es ahora un enjambre de actividad. Se imparten clases de inglés junto con el entrenamiento en Kung fu, y se les enseñan habilidades básicas de negocios, y a cómo conducir las oraciones budistas. Al rededor de 400 monjas de Bhutan, Nepal, India, y Tíbet viven en este lugar de adoración, donde no es inusual que las monjas hablen múltiples idiomas.

"Decidí convertirme en monja en 2010 y desde entonces he estado aquí. La mayoría de las personas creen que las monjas solo se sientan y oran, pero hacemos más que eso" dice Jigme Yangchan Ghamo de dieciséis años, una de las monjas que se está entrenando en Kung fu.

El Kung fu no es la única actividad física que masterizan las monjas. El año pasado, quinientas mujeres montaron 4000 km en bici, desde Kathmandu hasta Leh, en India, para levantar consciencia sobre el tráfico de seres humanos.


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Las monjas esperan que sus habilidades en artes marciales les ayuden a transformar las actitudes conservadoras hacia las mujeres de su país. Algunas, como Jigme Paldel Lhadol de veintiséis años, incluso dice haberse iniciado como monja en el convento para desafiar a su familia.

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Cada mañana, las monjas inician su intenso entrenamiento, que incluye puños, patadas, y truquitos.

"Desde que era niña siempre quise ser una monja, y nunca me gustó el pelo largo", dice Lhadol. La joven del Tíbet ha sido una monja por los últimos ocho años. "Nunca he querido casarme, aunque siempre recibí presión familiar. De alguna manera, llegué aquí y nunca regresé a casa".

Aparte de los saltos invertidos y las habilidades con la espada, el convento es más que un campo de entrenamiento para artistas marciales impresionantes. Es una comunidad de mujeres que es preferida por ellas, por encima de su lugares de origen.

Solo pregúntenle a la chica de veintidós años, Jigmet Zeskit Lhamo, quien es del estado Hindú de Himachal Pradesh y se hizo monja a los doce años. "Fui persuadida por mis amigas para que visitara el convento en Nepal en 2007", dice. "Inicialmente a mi familia no le gustó la idea, pero ahora no me gusta regresar a casa. Esta es mi casa".

Después de una visita a Vietnam de Su Santidad, donde vio a monjas recibir entrenamiento en combate, él decidió traer esa idea a Nepal y empoderar a las monjas desde la autodefensa.

Cada día a las cuatro de la mañana, las monjas se reúnen para practicar Kung fu.

Las monjas aprenden otras habilidades como hablar inglés, plomería, electricistas, y, obvio, a dirigir y practicar oraciones.

La monjas practican en el mismo estilo de vestuario que se hizo famoso por las películas de artes marciales tradicionales entre los setenta y ochenta.

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Estas monjas utilizaron sus habilidades y energía para socorrer a las víctimas del terremoto de Nepal en 2015.

Una monja alistándose para las oraciones matutinas, después de su sesión de dos horas de entreno.

La monjas entrenan con espadas, palos, machetes, nunchakus, y otros.

La monja más joven del convento tiene nueve años mientras la mayor tiene cuarenta y dos.