¿Cómo fue el fin de los rapanui?
Todavía hoy día es un enigma, diferentes teorías intentan explicar cómo desapareció esta civilización de la isla de Pascua en el Pacífico.
Aunque la mala gestión del entorno sea la explicación más plausible para responder al rápido declive de la cultura rapanui, no ha sido la única esgrimida.
Otra posibilidad apunta a hipotéticas visitas de europeos –no documentadas por ahora– que habrían diezmado a los isleños en poco tiempo. No hay que olvidar que, en 1864, una epidemia de cólera hizo disminuir a la población hasta los 2.000 individuos.
No hay constancia ni razones para sospechar aún de ninguna visita anterior a 1722 y, aunque la hubiera habido, debería explicarse cómo se llegó a la terrible deforestación narrada por el explorador holandés Jacob Roggeveen tras su descubrimiento de la isla.
Aún más, los estudios realizados sobre los sedimentos demuestran que, antes incluso de que Magallanes se convirtiese en el primer europeo en cruzar el Pacífico, Pascua había sufrido una seria deforestación y extinción de especies animales y vegetales.
Una segunda explicación es que esa deforestación se debiese a un cambio climático muy brusco, como una sequía o una irrupción de El Niño (fenómeno climático cíclico en el Pacífico).
De hecho, al no tener datos climáticos de esa época, es una posibilidad que no se puede descartar completamente, aunque la lógica nos dice que la isla ya debió soportar varias sequías con anterioridad y había sido capaz de superarlas.
Por último, hay investigadores que no han logrado aportar una posible causa a esa deforestación, pero que basan su crítica a la explicación más aceptada en que resulta muy extraño que una cultura se autoaniquile por inconsciencia de sus propias acciones.
Jared Diamond, geógrafo y escritor estadounidense, defiende que la extinción del pueblo rapanui se debió fundamentalmente a la presión demográfica y los daños ambientales provocados por ellos mismos y explica: “La totalidad del bosque desapareció y todas sus especies de árboles se extinguieron. Las consecuencias inmediatas para los isleños fueron la pérdida de materias primas, la pérdida de alimentos silvestres y la disminución del rendimiento de los cultivos.
El fin de los recursos
A tal punto había llegado su desesperación que, cuando en 1838 algunas canoas contactaron con un barco francés para comerciar, no dejaban de repetir la palabra miru, que es el nombre de la madera con la que construían sus embarcaciones.
No era para menos, ya que la ausencia de madera les había obligado finalmente a calentarse quemando hierba, a dejar de quemar cadáveres para momificarlos y a alimentarse de ratas, por la desaparición de todas las especies autóctonas y de los cultivos.
No es de extrañar, por tanto, que el capitán Cook los describiera en 1774 como seres “pequeños, enjutos, tímidos y pobres”.
Tras la llegada del capitán Cook a la isla de Pascua, el contacto con los europeos fue esporádico, pero tremendamente dañino para la población local.
En primer lugar, por las terribles enfermedades que introdujeron y que ocasionaron diversas epidemias. La primera de la que hay constancia ocurrió en 1836 y derivó en una gran mortandad por la viruela.
Junto a las epidemias, los isleños también sufrieron desde 1805 la codicia de diversos traficantes extranjeros, que acudían a Pascua para llevarse a lugareños y convertirlos en esclavos.
En 1863, dos docenas de barcos peruanos secuestraron a la mitad de la población del momento, unos 1.500 individuos, para subastarlos en las minas de guano de Perú y en otros lugares semejantes.
Tanta fue la presión internacional para que se reparase aquel desmán, que Perú tuvo que repatriar a un puñado de los esclavizados, lo que desembocó en una nueva epidemia de viruela en la isla.
Para 1872, sólo vivían en Pascua 111 personas. Sin embargo, su ocaso todavía no había terminado.
Bajo bandera chilena
En 1888, el gobierno chileno se anexionó la isla, convirtiéndola en una gran explotación de ganado ovino y obligando a los isleños a vivir confinados en una aldea y a trabajar para la empresa explotadora cobrando en especie, en lugar de en dinero.
No sería hasta 1966 cuando, por fin, se convirtieron en ciudadanos chilenos de pleno derecho.
Eso sí, mientras, el pastoreo de ovejas, cabras y caballos acabó ya definitivamente con los últimos residuos que aún quedaban de la vegetación autóctona, dándole a la isla su aspecto actual.