Papá, mamá: quiero aprender a ser independiente

Papá, mamá: quiero aprender a ser independiente
Alicia Garrido Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Garrido Martín.

Última actualización: 20 septiembre, 2019

Ser independiente para muchas personas es un reto realmente costoso. Un reto que requiere de un gran esfuerzo y tesón. Ser una persona independiente psicológicamente es una actitud ante la vida llena de valentía, amor y confianza hacia el potencial que uno mismo posee.

Pero, a pesar de todos los beneficios que nos reporta poseer esta actitud ante la vida, para algunas personas no resulta tan fácil. No resulta algo fácil porque no se les ha enseñado a serlo. Algunas personas no aprendieron esta actitud cuando eran pequeños y es ahora cuando la vida les empuja inevitablemente a ello.

“El ideal no es que un niño acumule conocimientos, sino que desarrolle capacidad”

-John Dewey-

Aprender a ser independiente no significa buscar la temeridad a toda costa

Cuando animamos a un niño a realizar tareas por sí mimo le estamos mandando un mensaje claro. Le estamos transmitiendo que tiene posibilidades de desenvolverse en el mundo y que los demás creemos en esas posibilidades. Así, dejará de mirar hacia los demás y empezará a explorar los recursos con los que cuenta: “si los demás piensan que ahí está la clave….pues tendré que mirar”.

No obstante hemos de aclarar conceptos. Cuando hablamos de independencia no estamos hablando de impulsar la temeridad. Hablamos de retos razonables y necesarios para un buen desarrollo personal. Un niño puede aprender a ser independiente psicológicamente en la medida en que sus padres confían en que puede intentar resolver determinados problemas por sí mismo.

niño pensando en un juego

“El niño que ha aumentado su propia independencia con la adquisición de nuevas capacidades, solo puede desarrollarse normalmente si tiene libertad de acción”

-María Montessori-

Si no le dejamos que se equivoque, tampoco le dejamos que aprenda

Podemos poner un ejemplo para entenderlo mejor. Un niño está aprendiendo a dividir por dos cifras. Ya le han enseñado en el colegio y ahora llegó el momento de realizar deberes en casa para practicar este tipo de divisiones. En ese momento puede aparecer uno de sus padres y advertir esta dificultad.

Ver a su hijo enfrentando esta dificultad puede despertar la tentación en los padres de hacerlas por ellos. De hecho, hay niños extraordinariamente hábiles consiguiendo que un adulto realice tareas por ellos, ya que saben cómo ganárselos. Sin embargo, caer en esta tentación no es lo mejor. Como padres sí podemos ayudar a calmar la ansiedad que le produce el reto o incluso comenzar la división para que el niño centre la atención, pero no terminar haciendo los deberes por ellos.

Por otro lado, tenemos que darle espacio al niño para que actúe. Si intervenimos rápidamente, y no le dejamos que se enfrente a la división, le estaremos mandando el mensaje de que no confiamos en su capacidad. Le estamos diciendo que el reto es muy difícil para él, con lo que se rendirá antes.

Para los niños, nuestra confianza es un gran regalo

En el ejemplo anterior, el padre puede actuar también de otra manera. Puede estar junto a su hijo permitiéndole resolver esta división por sí mismo. El niño cometerá errores e intentará hacerla como mejor pueda. Nosotros podemos ir ayudándole en este proceso de ensayo-error. Enseñándole a “ver”, pero no a responder por ellos.

padre e hijo

Hemos de dejarle la posibilidad de errar, porque de esta manera entenderá cómo se realiza una división de dos cifras correctamente. Además, le estaremos dando espacio para que se familiarice con el proceso, se tope con todas las dudas y salga de ellas por sí mismo. de esta manera, con sus huellas dejará marcado el camino y ya no le detendrán nunca más.

Entenderá cuáles son los fallos que comete y podrá ponerles remedio. Este aprendizaje le hará sentir competente y capaz. Esta nueva idea de sí mismo le hará enfrentarse a los “pequeños problemas” de su corta vida con mayor confianza y seguridad en su capacidad.

“Mi padre me hizo el mejor regalo que se puede hacer a un hijo. Creyó en mí”

-Jim Valvano-

Con esta manera de ayudarle no estamos dejando a nuestro hijo solo frente a la adversidad. Le estamos ayudando a desarrollar sus capacidades intelectuales. Le ayudamos a tantear, a generar soluciones, a probarse, a intentar…  Todo ello generará en el cerebro del niño nuevas conexiones. Por ello es vital el papel que cumple la familia en la consecución de este objetivo.

La sobreprotección aleja las oportunidades de crecimiento

La sobreprotección supone una especie de “asistencia inmediata” en la que el adulto interviene rápidamente ante cada mínima dificultad de su hijo. El niño aprenderá que siempre habrá alguien que resuelva por él cada problema que encuentre en su camino. De esta manera dejará de intentar hacer las cosas por sí mismo porque, total, ya habrá alguien que lo haga por él. Solo tiene que sentarse, poner una sonrisa y esperar.

“Hasta el amor más grande necesita aire para desarrollarse”

-Daniel Glattauer-

De alguna manera esta “asistencia rápida” se manda como mensaje de amor, de cariño hacia el niño: “ lo hago todo por ti, porque te quiero ”, pero detrás de ello se esconde un “ yo lo hago todo por ti porque no creo que puedas solo”, y esto inevitablemente transmite al niño la idea de que él no es capaz de realizar las cosas por sí mismo.

Consecuencias de sobreproteger a los niños

Con ello dejará de intentar, dejará de probar, dejará de esforzarse y perderá oportunidades de crecimiento. Cada vez confiarán más su vida a sus padres. Pero todo ello no es gratuito y acarreará una serie de consecuencias:

  • Pedirá muy a menudo la ayuda de sus padres en las tareas escolares.
  • Se desanimará a la más mínima dificultad.
  • No tolerará bien la frustración.
  • Se volverá alguien inseguro y dependiente de los demás.
  • Tendrá un autoconcepto y una autoestima pobre.

Por ello es importante ayudar a los niños a que descubran por sí mismos, a que cometan errores, a que ensayen, a que puedan frustrarse… De esta manera aprenderán que ellos tienen recursos y capacidades para intentar solucionar, si no todos, muchos de los problemas que se generarán en su vida.

Niña dibujando

Concluimos esta reflexión con un proverbio chino que seguramente hayáis escuchado muchas veces: “Dame un pez y cenaré esta noche, enséñame a pescar y cenaré siempre”. Así que desde aquí animamos a todos los padres a que nos enseñen a pescar, a que no nos den el pez a la primera de cambio, a que nos dejen probar e intentar por nosotros mismos. ¡Seguro que será un legado muy útil y necesario para nuestro futuro!


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.