Una abuela de ochenta años compartió su receta de galletas de marihuana

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Drogas

Una abuela de ochenta años compartió su receta de galletas de marihuana

Por sesenta años, Brigitte Biesel sufrió de dolor crónico y depresión, hasta que su nieto la introdujo al mundo de la comida con marihuana.

Este artículo apareció originalmente en VICE Alemania.

La mayoría de la gente de la edad de Brigitte Biesel usa mini básculas para pesar comida, pero esta señora de ochenta años, compró la suya para pesar hierba. "Recientemente, vi uno similar al mío en Bares für Rares [una tienda alemana de antigüedades]", me dice con entusiasmo. Mientras ella está hablando, también está tratando de concentrarse en "rascar" los cogollos de cannabis en su delicada báscula de plata.

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Hoy es día de hornear en la casa de Biesel en Köpenick, Alemania, un pintoresco distrito de Berlín. "Creo que es seguro decir que soy la primera persona en hornear esta variedad específica de galletas aquí", dice riendo.

A Biesel le encanta hornear. Semanas previas a Navidad, hizo rollitos de vainilla, estrellas de canela y otras delicias para su familia y amigos. Pero la cocción de hoy no es para nadie más. Estoy aquí para ayudarle a preparar su "medicamento", como a ella le gusta llamarlo: galletas enriquecidas con cannabis de una farmacia cercana.

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Biesel no está tratando de trabarse y escapar del mundo. "Eso no es lo mío", dice. Por el contrario, gracias al cannabis, se siente más viva. Hace que su dolor crónico sea más llevadero, le ayuda a levantarse de la cama por la mañana y le permite sentarse cómodamente en su jardín bajo las azaleas, unas flores que ama especialmente cuando se vuelven de color rojo, blanco y púrpura en primavera y verano.

Su historia es similar a la de miles de alemanes que descubrieron que el cannabis funciona cuando la medicina convencional falla. En marzo de 2017, se legalizó la obtención de marihuana medicinal en Alemania con fórmula médica, pero relativamente pocas clínicas lo prescriben, y muchas compañías de seguros de salud no quieren cubrir esos costos. A fines del año pasado, más de 13.000 personas habían presentado reclamos a las tres compañías de seguros de salud más grandes del país. El gobierno alemán había estimado que solo 700 personas se presentarían. "No tienen idea", dice Biesel.

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Durante los últimos sesenta años, Biesel ha tenido problemas de dolor crónico. A los diecinueve años, le diagnosticaron escoliosis, una afección en la que su columna vertebral se retuerce y salen de su lugar. Si te paras detrás de ella, puedes ver claramente que su columna vertebral no es recta, sino que tiene forma de "S".


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Aún así, Biesel estaba decidida a vivir una vida plena y activa, a pesar de su condición, y cuando tenía veinte años se la pasó esquiando, montando en bicicleta y nadando, mientras trabajaba como sastre de vestuario para las revistas en el teatro Friedrichstadt-Palast de Berlín. Pero a sus treinta años, se despertó una mañana casi incapaz de sentir toda la mitad izquierda de su cuerpo. "No podía mover la mano izquierda, simplemente no funcionaba", recuerda.

En una clínica del este de Berlín, estuvo amarrada a una cama mientras era empujada a una sala de cirugía. Luces brillantes, veinte estudiantes y dos profesores la miraron como si ella fuera la única superviviente de un aterrizaje forzoso de OVNIS, me dice ahora. Nadie podía explicar su parálisis. En ese momento, los hospitales en Alemania Oriental no tenían escáneres de tomografía computarizada, por lo que la alternativa era introducir una aguja hueca en su médula espinal para recoger el líquido espinal. El dolor era tan insoportable que se desmayó.

Los doctores descubrieron que la causa de su parálisis era un disco deslizado entre su quinta y séptima vértebra. Vivió con la parálisis durante casi quince años hasta que, en la década de 1980, tres médicos de Berlín lograron estabilizar su cuello con una pieza de hueso de la cadera. Recuperó gran parte de la sensación que había perdido. A los médicos se les permitió irse de la Alemania Oriental Comunista para presentar su cirugía revolucionaria en Alemania Occidental, pero nunca regresaron. "Tuve que hacer rehabilitación por mi cuenta y asegurarme de que las cicatrices sanaran adecuadamente", dice.

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Ese no fue el final de sus problemas médicos. En el año 2000, sufrió un derrame cerebral, y la medicación posterior que se le administró le dañó los intestinos y el revestimiento del estómago. Además de eso, recientemente fue diagnosticada con PNP, una rara forma de parálisis muscular en la cual su sistema inmune lucha contra su propio sistema nervioso. A veces, ella no puede hacer que sus piernas hagan lo que su mente quiere que hagan.

Desde que tiene memoria, los médicos en más de cincuenta hospitales y clínicas diferentes le han formulado analgésicos para dolores muy fuertes, pero nada ha funcionado. Y a menudo, para combatir los efectos secundarios de las pastillas, se le formularon incluso más medicamentos con aún más efectos secundarios. Cuando la escuchas esbozando su historial médico durante media hora, resulta obvio por qué hay un pequeño montón de marihuana en la mesa de la cocina junto a un florero de tulipanes frescos.

Biesel haciendo una infusión de mantequilla derretida y marihuana | VICE DE

A fines de 2016, el nieto de Biesel fue a visitarla y le llevó algunas galletas de hierba para que ella probara, para ver si ayudaban con el dolor. Consideró por un momento antes de decidir que, hicieran lo que hicieran, no podría ser mucho peor que su medicación habitual. Ella mordió una. Se demoró treinta minutos hasta hacer efecto. "Mi dolor no desapareció por completo, pero cuando comí las galletas, me sentí más ligera", explica. "No pensaba tanto en el dolor y tampoco me sentía tan triste". Ella continúa, diciéndome que ha sufrido depresión durante los últimos quince años, desde que se sometió a una operación estomacal particularmente difícil. "No todo es tan malo cuando tengo las galletas".

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Biesel pagó 110 euros [aproximadamente 390.000 pesos] por cinco gramos de cannabis y 160 euros [570.00 pesos] como tarifa de consulta, mientras que su esposo manejó diez millas hasta una farmacia que tiene marihuana medicinal. Cada vez que hornea, hace un lote lo suficientemente grande como para que dure unos dos o tres meses. Su compañía de seguros debería cubrir el costo, "pero a veces pueden ser difíciles", dice ella.

El último médico de Biesel le recetó dos tipos diferentes de cannabis medicinal: Bakerstreet para ayudar a controlar su dolor por la mañana, y Bediol para ayudarla a dormir en la noche. Prefiere no fumar porro, me dice, porque fumar le daba problemas con la circulación. Su nieto también le dio un libro de cocina con recetas de hierba, pero las galletas son sus favoritas. "Y dos al día no me harán engordar", se ríe. "De todos modos, deberíamos comenzar a hornear, ¿no?"

Ingredientes:

  • 1,5 gramos de cannabis triturado
  • 200 gramos [1 1/2 tazas] de harina
  • 100 gramos [1/2 taza] de mantequilla
  • 50 gramos [1/4 taza] de azúcar
  • Una pizca de polvo de hornear
  • 1 yema de huevo

Biesel pone cuidadosamente un poco de cannabis en la báscula. En 1,47 gramos, para antes de agregar lentamente un poco más, pero excede la cantidad por 0,2 gramos. "No, eso es demasiado", se dice a sí misma antes de quitar un poco de marihuana hasta alcanzar exactamente 1,5 gramos. Ella sabe tan bien como cualquiera que la precisión es la clave, tanto con medicamentos y como con la cocción.

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Biesel mezcla la mantequilla de marihuana con la masa. | VICE DE

Biesel amasa los ingredientes de la masa y la cubre con una envoltura de plástico antes de dejarla reposar durante al menos una hora. Luego, derrite un trozo de mantequilla en sartén pequeño y, mientras hierve a fuego lento en su estufa, mete los cogollos aplastados en la mantequilla.

Su cocina, con sus cuadros enmarcados de bancos acogedores y acuarelas de frutas y rosas, pronto se llena con el dulce aroma de la receta de su nieto. "Todo esto se pone bastante oloroso", me advierte.

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A medida que la mantequilla de cannabis se enfría, ella precalienta el horno a 220 grados centígrados y mezcla la mantequilla con hierba con la masa, hasta que aparecen manchas verdes. Antes de que ella termine, combina esto con los residuos de aceite sobrante en el sartén. "No quieres que nada se desperdicie", explica.

"Las personas que dicen que [el cannabis es] solo un narcótico no saben lo que es el dolor real", dice Biesel. Ella nunca come tanto para no drogarse. Bueno, excepto una vez con su nieto por diversión. "Estábamos sentados afuera en el jardín y comí tres galletas", recuerda. "Sentí que había bebido un vaso y medio de vino tinto".

Después de una hora, ella extiende la masa "uniforme y delgadamente para un efecto constante", antes de coger un vasito de shots (su cortador de galletas improvisado) y formar treinta círculos de masa redondas en una bandeja. Luego los círculos entran al horno por doce minutos. Cuando salen, Biesel tendrá una forma de controlar su dolor durante los próximos meses.