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Bright: la primera película de Netflix con Will Smith es un bodrio infumable

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Sobre el papel, Bright lo tiene todo. La plataforma perfecta: Netflix. Un actor mítico: Will Smith. Un argumento interesante: la ciudad de Los Ángeles moderna pero llena de orcos, elfos y humanos Tolkenianos en la que de repente sucede “algo”. El resultado, sin embargo, es tan catastrófico que cuesta entender cómo de tan buenas ideas se consigue llegar hasta ahí.

Lo que sucede es que del papel al rodaje y del rodaje al resultado final se han quedado demasiadas cosas por el camino. Demasiadas. El resultado de esa conjunción de elementos prometedores es una película que se extiende dolorosamente durante dos horas plagadas de diálogos malos de cine B, un guión inconexo e incoherente con un ritmo agotador que provoca mirar al reloj con más dedicación que a la propia pantalla.

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Por qué, Netflix, por qué

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¿Es todo horrible en la película? Casi, pero no. Hay varios elementos notables: para empezar, la serie de ideas que citaba al inicio. Una de las cosas que más frustra de Bright es precisamente que el universo en el que se desarrolla, esa Los Ángeles moderna con sus elfos, sus orcos en sus guetos y los humanos es fascinante. Desde el momento en el que arranca la cinta quieres saber más, quieres entender cómo es esa realidad alternativa y cómo se ha llegado hasta ahí. Hay pistas, materiales, referencias y guiños en toda la cinta suficientes como para construir un buen lore y contar historias fascinantes sobre él.

El problema es que se hace mal, y a medias. Un buen ejemplo es que a mitad de la película alguien hace referencia a qué es Bright (lo que le da nombre a la película y que no explicaré aquí para evitar spoilers), pero lo hace de una manera tan torpe y tan confusa que los siguientes 30 minutos los pasas buscando señales en cada escena intentando averiguar si es lo que has creído entender o sí es otra cosa completamente distinta. Hay demasiadas cosas en Bright que generan un genuino esfuerzo mental derivado de un guión confuso y de unas explicaciones inconexas. A menudo se hacen referencias a cierto ritual que tienen los orcos y que es vital para el desarrollo de la trama, pero qué es y por qué resulta tan importante solo queda claro, y a medias, cuando termina la película y llevas diez minutos parpadeando como un estúpido.

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Sobre las actuaciones, el único que lo hacen medianamente bien es Joel Edgerton, que aunque se supone que debe acompañar y orbitar en torno al estelar Will Smith consigue robarle buena parte del protagonismo.

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¿Merece la pena verla?

No. Huye y no mires atrás. O, si de verdad, de verdad quieres verla, queda advertido de que te esperan dos horas de desoladora mediocridad, diálogos infumables y aspiraciones que se quedan cortas. David Ayer, por cierto, es el mismo tipo que dirigió Suicide Squad y muchos problemas que tenía aquella película quedan plasmados también en Bright.

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Es la producción más cara en la historia de Netflix y la compañía ya ha anunciado que producirá una segunda parte. Solo queda desear muy fuerte que no repita la larga, eterna, lista de fallos que tiene la primera. 0/10.