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Psicología

Un estudio indaga en la salud mental de los presidentes de EE UU y los resultados son desalentadores

Los investigadores concluyeron que la mitad de los líderes americanos entre 1776 y 1974 padeció algún tipo de trastorno

Depresión, ansiedad, desorden bipolar, narcisismo... Son enfermedades y trastornos de la personalidad que cualquiera puede padecer a lo largo de su vida. Incluidos los presidentes de gobierno (o los candidatos al cargo). Y prueba de ello son las conclusiones a las que llega el psiquiatra Jonathan Davidson y su equipo tras la elaboración de un estudio para la Duke University Medical Center (Carolina del Norte, EE UU), en el que analizan la salud mental de los 37 primeros presidentes (1776-1974) de los Estados Unidos y en el que determinan que la mitad de ellos padecía alguna anomalía mental. Así, James Madison, John Quincy Adams, Franklin Pierce, Abraham Lincoln y Calvin Coolidge sufrieron depresión. Mientras que Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt mostraban signos de ansiedad y desorden bipolar, respectivamente.

Los investigadores llegaron a esta conclusión tras revisar exhaustivamente las fuentes biográficas de los líderes mencionados, e incluso detectaron que ciertas enfermedades físicas tenían un impacto sobre la salud mental de los presidentes, como los episodios de apnea del sueño (patología que se asocia con una disminución de las funciones cognitivas) que sufría el 27º presidente de los Estados Unidos, William Howard Taft (1857-1930).

Parece, por tanto, que ejercer la presidencia de un país no inmuniza frente a las enfermedades mentales, cosa que ya imaginábamos. La cuestión realmente interesante pasa por indagar si la ansiedad, la depresión, un grado extremo de narcisismo o cualquier otra patología psicológica son compatibles con el ejercicio de las funciones que exige un cargo como el de Presidente del Gobierno, ya sea porque se desencadene durante su ejercicio o venga de antes.

Narcisos en La Moncloa

Aunque la sociedad americana no es la española y las diferencias entre ambas son palpables, la esencia del ser humano, independientemente de su pasaporte, no deja de ser la misma. Pero, ¿tanto como para que si un Donald Trump español se presentara a las próximas elecciones los resultados dieran a este candidato ficticio el apoyo de la mayoría? El profesor de liderazgo de INSEAD, José Luis Álvarez, responde con otra pregunta: "¿Por qué no? ¿Son los españoles más sutiles psicológicamente que los norteamericanos?".

Según Álvarez, ya hemos sido gobernados por presidentes con rasgos narcisistas. "La actividad política es un escenario muy apetitoso para el narciso. Seguramente todos los presidentes españoles han tenido momentos narcisistas. Pero, probablemente, aquellos que han gozado de mayorías absolutas son los que han contado con mejores oportunidades para ello", asegura el experto.

¿Y si hacemos extensivo el debate a los candidatos a la Presidencia? En las últimas semanas, no son pocos los medios de comunicación americanos que han hecho referencia a la personalidad narcisista (admiración excesiva que alguien siente por sí mismo) del candidato por el partido republicano a las elecciones americanas, Donald Trump. La revista Vanity Fair le hizo incluso un perfil psicológico donde varios psiquiatras confirmaron su aparente trastorno. Así las cosas, nos preguntamos: ¿es posible conciliar el correcto desempeño de un cargo político, en este caso, el de Presidente del Gobierno, con un perfil psicológico como el del magnate americano? El Doctor en Psicología y subdirector docente de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) Manuel Armayones no tiene ninguna duda al respecto: "Un presidente del Gobierno con una tendencia demasiado marcada hacia el narcisismo es incapaz de entender genuinamente las necesidades de aquellos a los que gobierna. Probablemente será implacable con la oposición política y social. Posiblemente será muy mediático y dará jugosos titulares, pero no será un buen presidente del gobierno."

Este narcisismo, que según Armayones debería frenar al millonario en su carrera hacia la Casa Blanca, parece que lejos de dificultar su avance, le está ayudando a ganar votos. ¿A qué responde este apoyo del electorado americano? Expertos como José Luis Álvarez, profesor de liderazgo de INSEAD y autor de Los presidentes españoles (LID Editorial), achaca a sus extraordinarias dotes de vendedor el apoyo que Trump está obteniendo entre gran parte del pueblo americano. "Su personalidad refuerza un mensaje muy estratégico, con eco en los sectores de la clase media blanca que ha perdido su posición y nivel de vida. Trump no es un psicópata, es un buen vendedor, y si es elegido candidato lo veremos moderarse y limar lo más folclórico de su comportamiento. En mi opinión, Trump simplemente juega a presentarse como un 'no-político' y usa su marca personal para ello", analiza el experto.

¿Virtud o impedimento?

Atendiendo al discurrir de la campaña americana y a cómo alguien del perfil de Donald Trump suma votos a medida que recorre Estado tras Estado, cabe plantearse si esto ocurre a pesar de su personalidad narcisista o gracias a ella. Armayones opina que aunque no debería ser necesario comportarse de ese modo para dirigir un país, "hay determinados cargos que exigen soportar una gran presión por parte de los medios de comunicación, los rivales o las redes sociales. Y Donald Trump hace frente a estos ataques respondiendo con socarronería e incluso, a veces, con agresividad". En este caso, un toque narcisista se convierte en virtud, como sostiene José Luis Álvarez: "Junto con la asertividad y la autoconfianza, son necesarios para sostener un proyecto persona o político". Si es cualidad o trastorno de la personalidad, solo lo puede valorar el especialista tras un trato continuado con el paciente.

Ojo: incluso, aunque se detecte, no tiene por qué invalidar una carrera política. Porque el problema, como recuerda Armayones, no es la patología (depresión, altos niveles de ansiedad, una cardiopatía, un párkinson o diabetes, enfermedades que en muchos casos también implican altos niveles de ansiedad y sufrimiento), sino hasta qué punto dicho cuadro puede afectar al desempeño de las obligaciones que comporta. "Del mismo modo que existen incompatibilidades entre determinados trastornos y ciertas profesiones, también debería haberlas entre aquellos cargos públicos cuyo ejercicio implique tomar decisiones en ausencia de condicionantes y algunas patologías psicológicas". Se abre el debate.

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