May 24, 2014

La guerra también ha tocado a mi familia

Mi familia no ha estado exenta del flagelo de la violencia, quienes nos conocen saben que no tenemos ningún puesto importante, pero aún así de forma muy humilde y honrada cada generación se ha empeñado en aportar a la paz.

Durante la juventud mi bisabuela vio cambiar su mundo cuando la guerra alcanzó al olvidado pueblo donde vivía.  A pesar de ser analfabeta sintió una fuerte necesidad de ayudar a la patria.  Con el corazón destrozado y una firme convicción envió a mi abuelo al ejercito, donde a este joven campesino le arrebataron su inocencia, pues en aquel momento la única regla del conflicto para ambas partes, era ser muy crueles y despiadados con el enemigo.

Al culminar mi abuelo su servicio militar, la familia decidió pelear por Colombia desde otro frente, desde el salón de clases, convirtiéndose en educadores y diseminándose por la geografía del país.  Esta sería después una profesión de alto riesgo, por ahí dicen que “la pluma es mas poderosa que la espada”.  Por ejemplo, mi madre en San Vicente del Cagüán y mi tío Leibman en el Urabá, arriesgaban todos los días su vida, pues con cada joven educado le robaban un combatiente a la guerrilla y a los paramilitares (convivir).

Por su parte mi abuela comentaba como los niños con los que jugué entre mis 2 y 5 años en el barrio San Vicente de Paúl de la ciudad de Medellín, pronto fueron reclutados por un nuevo actor armado, el narcoterrorismo.  A pesar de que algunos lograron sobrevivir a esta oscura época, el veneno de la droga los consumió.

Ha llegado mi turno para hacer algo por el país como lo ha hecho mi familia desde que inició esta guerra, quizás no sea un acto tan valiente como el de ellos, pero es muy importante y decisivo; votaré por la paz.