Hoy hemos decidido ir al parque. Los tres, es decir, los dos
enanos delincuentes y el padre ciclotímico, porque la madre ha puesto pies en
polvorones y está trabajando. Son las 10:00 de la mañana, así que vamos a ir
haciendo un poco de tiempo, que es sábado y tampoco es plan de pasarnos la
jornada completa de descanso entre arena y toboganes. Aprovecho un despiste de
ambos, que parecen ocupados destrozando el mobiliario de la habitación, para
meterme en la ducha. Los ecologistas y Árias Cañete recomiendan duchas rápidas,
pero eso es porque no tienen niños, porque de lo contrario la recomendación se
presupone. Es inviable regocijarse en la ducha con un niño aporreando la puerta
y una niña diciendo “papá date prisa que me hago caca”.
Tras pasar por la ducha como por un túnel de lavado, toca
vestir a los dos calamares. Con Adriana no hay mucho problema, salvo porque ha
olvidado limpiarse el trasero después de hacer popó. La coleta ya es otro cantar,
pero en fin, dicen que esta primavera-verano se llevan las asimetrías. Lo de
combinar colores y tejidos tampoco es relevante para ir al parque.
Con Nacho el combate comienza de inmediato. Primero hay que
perseguirle por toda la casa, después inmovilizarle y arrastrarle hasta al
cambiador evitando manotazos y patadas voladoras. Una vez allí, conviene rezar
al Altísimo para que en ese pañal no haya deposiciones sólidas, o de lo
contrario la batalla entra en un nuevo nivel. Con el niño en posición
horizontal, hay que utilizar el brazo izquierdo para sujetar piernas y brazos y
evitar que se incorpore, mientras con el derecho procedes a la operación
limpieza. Para que luego digan que los hombres no sabemos hacer dos cosas a la
vez. Vestirle es pan comido una vez superado el cambio de pañal, sólo hay que
centrarse en mantener la inmovilización con el brazo izquierdo mientras con el
otro quitas body, pones body, colocas calcetines, metes camiseta, subes
pantalón y abrochas zapatillas. Luego hay que peinarle e intentar que no
parezca Eduardo Inda, pero aquí fracaso siempre.
Hale, listos, los dos niños están vestidos y presuntamente
peinados. Papá tiene que volver a pasar por la ducha porque el esfuerzo ha
derivado en transpiración, y hay que estar presentables no vaya a ser que una
vez en la calle surja algún planazo imprevisto como ir al Mercadona a por
potitos.
Adriana dice que qué pasa, que cuándo vamos a llegar al parque. Nacho dice que jdefrefjnkaj el coche y que adsndfsondfoine al carro. Así que recojo sus sugerencias y amables apreciaciones y salimos a la calle. Bueno, al portal, porque hemos olvidado los juguetes, el agua, las galletas, las gafa de sol, el móvil y la dignidad. Son cerca de las 12 con la tontería y yo sin comida preparada, que la madre sigue con los pies en polvorones y hasta las 14 no llega de trabajar.
Una vez repasado el inventario y con la bolsa del niño como la mochila de Dora, vislumbramos al fin el parque, que dista unos 500 metros de casa. Huelga decir que el camino hasta el mismo es una travesía por el desierto, con Nacho intentando bajarse del carro y Adriana, que es muy suya para estas cosas, tropezando cada dos pasos y a punto de reservar noche en Urgencias. Por fin llegamos y comienza la aventura…..
CONTINUARÁ...
Esperando la tercera parte nos tienes.
ResponderEliminarEstamos....trabajando en ello 😄
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