'Madame Bovary', apática adaptación de Sophie Barthes

'Madame Bovary', apática adaptación de Sophie Barthes

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'Madame Bovary', apática adaptación de Sophie Barthes

Deben quedar pocas personas que no hayan oído hablar de ‘Madame Bovary’, la creación literaria más famosa de Gustave Flaubert. Impulsiva, vanidosa y en ocasiones despiadada, es uno de los personajes femeninos más complicados y profundos de la literatura del siglo XIX. Flaubert supo captar su vida interior así como sus circunstancias exteriores con una claridad y una precisión únicas.

Quizá la riqueza emocional de este personaje pueda explicar la "obsesión" de muchos cineastas por trasladar su historia a la gran pantalla. Desde los años 30 se han estrenado en los cines cerca de 10 versiones, incluyendo las de los maestros Jean Renoir, Vincente Minnelli y Claude Chabrol. Eso sin contar con las cintas “inspiradas en”, como por ejemplo 'La hija de Ryan' (‘Ryan's Daughter, 1970) de David Lean o la más reciente ‘Primavera en Normandía’ (‘Gemma Bovary’, 2014) de Anne Fontaine.

Sophie Barthes viene con pocas novedades

Madame Bovary

Con esta versión moderna rodada en inglés, la cineasta Sophie Barthes, se aparta radicalmente del pelicular estilo que caracterizaba ‘Cold Souls’ (2009), cinta que supuso su debut como directora en el largometraje. Podría haber sido ella la que, con su ‘Madame Bovary’ nos trajera una nueva lectura de este clásico de la literatura, pero aparte de la asombrosa decisión de “dejar estéril” a la protagonista, no consigue aportar nada nuevo a lo que ya conocíamos.

Emma Rouault es un personaje complejo, con metas bastante más ambiciosas que las estipuladas para su posición social. Hija de un granjero viudo, sueña con casarse con un hombre capaz de satisfacer todos sus deseos y anhelos. Al final contrae matrimonio con Carlos Bovary (Henry Lloyd-Hughes, muy acertado en su papel de hombre insulso) que, a pesar de ser un buen hombre no tiene nada en común con ella. Las aspiraciones de grandeza de Emma así como sus deseos de hacer vida en la ciudad pronto se ven malogrados...

Completamente hundida por la falta de objetivos personales, tratará de llenar el vacío existencial de su alma de dos maneras: por un lado, buscará consuelo en dos relaciones extraconyugales (Logan Marshall-Green y Ezra Miller), que aunque inicialmente parecen colmar sus expectativas pasionales, al final terminan de la manera más abrupta e inesperada. Por otro lado, Emma dará rienda suelta a sus deseos más materiales y consumistas, lo que la llevará a derrochar de la peor de las formas.

Su excesivo comedimiento impide sentir el verdadero drama

Ezra Miller Madame Bovary

La directora y su co-guionista y productor Felipe Marino (que aparece en los créditos con el alias de Rose Barreneche) optan por un decidido pero nada arriesgado acercamiento académico, es decir, solo nos dan los conocimientos básicos sobre las motivaciones del personaje central: la pasión como reacción a un aburrido matrimonio, sus aspiraciones de ascenso social y su actitud hacia el dinero. Además al filme le falta potencial dramático para poder ser considerado como la verdadera tragedia que es. Sencillamente nos deja fríos.

Gran parte del vaporoso deseo y la angustia interna de la protagonista de la novela de Gustave Flaubert quedan atenuados en esta cinta que se queda simplemente en una adaptación refinada pero demasiado comedida, superficial, rígida e incluso forzada, que no solo no aporta nada nuevo sino que tampoco sabe captar la parte de crítica social que Flaubert quería transmitir…

Eso sí, ‘Madame Bovary’ es escrupulosamente realista en el vestuario y la ambientación, así como irremediablemente hermosa gracias a la fotografía de Andrij Parekh (pareja de la directora en la vida real) que hace muy buen uso de la luz oscura, tenue y lumínica. En definitiva, Barthes ha creado un filme de época perfectamente ambientado, siguiendo en este aspecto las letras del texto, pero es tan recatado en todo lo demás, que difícilmente logra captar el verdadero espíritu de la novela.

Lo mejor: El vestuario de época, la fotografía y la música. Lo peor: Mia Wasikowska no lo hace mal, pero su papel carece de los matices necesarios para entender debidamente su comportamiento. La historia comienza por el final, por lo que todos aquellos que no hayan visto otra adaptación o leído la novela conocerán prematuramente el desenlace.

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