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Rafael Cabrera y La Casa Blanca de Peña Nieto: “Me preocupa más la autocensura que la censura”

Por Esther Vargas

Publicado el 29 de octubre del 2015

A los 32 años, el mexicano Rafael Cabrera está convencido de algo: le falta mucho por aprender. El reportero de ‘La Casa Blanca’ –como algunos lo conocen– es parte del equipo de investigadores que puso al descubierto la mansión de Enrique Peña Nieto. A pesar de los premios y el reconocimiento, Cabrera insiste en la importancia de no creérsela porque “lo bonito del periodismo es que cuando terminas empiezas de cero otra vez”.

–Hemos pasado por una etapa de duelo. Del enojo a la tristeza, y al tratar de estar mejor. Yo estoy agradecido con los premios y el libro (“La Casa Blanca de Peña Nieto”), pero no me la quiero creer. Al final de cuentas lo que todos queremos es seguir trabajando. Lo que buscamos es continuar haciendo periodismo. Para nosotros, al menos, no es posible ahora. Estamos en Aristegui Noticias. Nos hicieron fama de desestabilizadores, de guerrilleros. Yo me quedo con el aprendizaje, con las técnicas, la colaboración. Estoy viviendo un gran momento de mi vida, algo luminoso. Es algo muy padre.

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Todo empezó en mayo de 2013. Rafael hacía las compras de la semana y de pronto fijó los ojos en la revista Hola. No tiene problema en reconocer que lee revistas frívolas, se la pasa bien. Pero esta portada era especial: allí estaba Angélica Rivera, la Primera Dama de México, en lo que sería su primera entrevista tras la llegada al poder de su marido. Si bien la entrevista era toda rosa y políticamente correcta, Rafael se quedó pensando en una declaración que desencadenaría la monumental investigación. ‘La Gaviota’ cuenta  a Hola que le ha dicho a sus hijos que esta es su verdadera casa (la casa de las sesión de fotos), y que Los Pinos es solo prestada por 6 años.

-En ese momento yo trabajaba en emeequisUno o dos mes antes había hecho un trabajo en esa revista con mi compañera Zorayda Gallegos que se llamó “La corte de la Primera Dama”. Era una revisión de esa figura medio ambigua que tenemos en México. Se le da personal, se le da oficina, se le asigna recursos, pero ella no es funcionaria y no tiene funciones legales. Hay un vacio legal. Me quedé con esa onda de saber más y más de la Primera Dama. Por eso, la revista me llama la atención.

Y Rafael –que tiene novio y gato– empieza a buscar información hasta llegar a la misma casa en Las Lomas de Chapultepec, un lugar que luego visitaría muchas veces para corroborar datos. Entre Google, cruce de datos, preguntas a amigos reporteros, el periodista empieza a juntar las piezas de lo que sería el gran rompecabezas de un secreto que los Peña Nieto pretendían esconder a la opinión pública.

LIbro La Casa Blanca

¿Obsesionado? “Pues sí”, responde. La investigación empezó en solitario. Lo hacía por su cuenta y en su tiempo libro. Ya para ese momento (octubre de 2013) estaba en Animal Político. El novio y el gato son mencionados en este artículo y en el libro “La Casa Blanca de Peña Nieto” (Grijalbo) por su participación anecdótica en la investigación. Pendiente de los detalles, Rafael se fijó en el tipo de madera de un mueblecito que aparecía en la foto de Hola y la imagen de la casa que se difundió en la web de Miguel Ángel Aragonés, el diseñador de la residencia.

El novio, botánico de profesión, le confirmó que eran la misma madera. Fue el novio el primero en escucharlo cuando sabía que tenía entre manos lo que sería uno de los escándalos políticos más importantes del régimen de Peña Nieto. ¿Y el gato? Darwin, el hermoso gato de Rafael, prestó su nombre para solicitar información que confirmaría un dato fundamental: el Estado Mayor cuidaba el domicilio privado del presidente, es decir, la Casa Blanca.

Rafael Cabrera

LO QUE APRENDIÓ

De principio a fin, durante la entrevista que se realiza en la librería El Péndulo de la colonia Roma, Rafael da muestras nítidas de su humildad. Nos tomamos el café en cámara lenta, mientras él repasa aquellos días previos al escándalo.

Rafael tiene sentido del humor, pero no puede ocultar la indignación que le produce todo lo ocurrido. Más allá de su despido,  y el de sus compañeros, remarca que Carmen Aristegui quedó fuera de la radio, y que hasta ahora nadie la ha llamado. “Es el cinismo de los medios. Parece que hay una mafia empresarial en los medios”, dice. Lo de Carmen es algo que hasta le ha generado culpa. Ha sentido que por llevar ese caso al equipo, Carmen, Daniel Lizárraga, Irving Huerta y Sebastián Barragán quedaron sin empleo. Pero no solo ellos: en total unas veinte personas fueron despedidas.

-No me imaginaba la magnitud de la investigación. Si bien se sabe que yo empecé el caso –y no quiero parecer ególatra–, la verdadera grandeza del reportaje está en todo el equipo. No hubiera sido lo que es sin todas las manos y las miradas, y las correcciones de Carmen, Daniel, Sebas, Irving…

Para Rafael Cabrera, muchas veces los periodistas tienen una visión corta de los hechos y deben reconocer sus limitantes: “Yo lo llevé hasta donde pude, pero cuando entran todos los demás el asunto crece. Fue impresionante”. Además, el tema se trabajó, en febrero de 2014, en un taller con Daniel Santoro y Carlos Eduardo Huertas, de Connectas: “Lo vieron, lo corrigieron, lo editaron, lo hablamos muchísimo”.

¿Goza de buena salud el periodismo de investigación en América Latina? 

Cabrera toma un sorbo de café y responde: “Mi visión muy personal es que ha habido mas incentivo hacia la crónica, pero siento que se ha frivolizado mucho. No hay reporteo. Se vuelve más como un artificio. Muchos efectos especiales, palabras bonitas y nada de sustancia. Lo ideal es equilibrar estética e investigación, no tendrían que estar peleados. Al menos, en México, el periodismo de investigación está medio cojo.

¿Qué aprendiste con la investigación de “La Casa Blanca de Peña Nieto”?

–Que hacer trabajo duro es importante, importantísimo. Resalto mucho el trabajo en equipo, la narrativa multimedia, la precisión (confirmar y reconfirmar, teníamos todo, era como armar un rompecabezas).

Los periodistas a veces sufren de impaciencia…

–Sí, pero yo sabía que no era correcto sacarlo sin tener todo. Con un tema tan delicado no podías salir con cosas a medias. Ahora, yo puedo cubrir la agenda diaria, pero dedicar mi tiempo libre a proyectos personales, y esto empezó como algo personal. Para mí no era un problema dedicar el tiempo. Creo que los periodistas hacemos nuestro trabajo porque nos gusta. Sin desmerecer a contadores o cajeros, yo creo que en este oficio hay una dedicación especial, no hay hora de salida.  El periodismo es mi trabajo y es mi hobby. Quizás no es muy bien pagado pero me gusta. Y regresando al asunto de la paciencia mencionaré mi tesis de licenciatura, la cual me tardé ocho años en acabar. Era sobre Elena Garro. Eso me enseñó a ser paciente. Y rápido no significa bueno y preciso. Hay que aprender a tener calma, tampoco se trata de abandonar algo por seis meses. Es como una plantita que va creciendo, y hay que mirarla.

Daniel Lizárraga me dijo hace unos días que en México se está regresando a la dictadura perfecta que mencionó hace años Mario Vargas Llosa. ¿Qué opinas?

A mi me preocupa más la autocensura que la censura. El hecho de que los medios se callen para no importunar al presidente cuando quizás el gobierno no ha dicho nada es lo más grave. Yo creo que este es un caso. No tengo forma de comprobar que Peña Nieto ordenó que no salga el reportaje, pero tengo claro que la empresa decidió, y eso fue una autocensura para no importunar al poder. Estábamos haciendo periodismo. Solo eso.

Los periodistas también caen solitos en la autocensura.

–Ese es otro problema. Es una decisión personal y compleja en el escenario mexicano. Sin embargo, si un periodista se autocensura y no investiga, no está haciendo periodismo. Disculpen, pero no es periodismo.

Casa Blanca

 

LECCIONES DE REPORTERO

Ahora que estudia una maestría, que trabaja en su casa para Aristegui Noticias y que tiene un poco más de tiempo para reflexionar, Rafael Cabrera dice que el libro, que ya está en librerías y es la historia detrás de la investigación, trata sobre la vanidad del poder. Y recuerda las orquídeas que acompañaron a ‘La Gaviota’ en diversos momentos: en la foto que desató el escándalo, en el video desafortunado de su descargo, y en el ramo de su boda. Así lo menciona Rafael, un hombre pendiente de los detalles, que hila fino.

Los días en MVS no fueron los mejores cuando los dueños se enteraron de que estaban tras la Casa Blanca de Peña Nieto. Llegaron al extremo de hacer juntas en la calle. Ya no hablaban del tema en la redacción. Y él no usaba la computadora de la empresa. Llevaba la suya, y tenía sus archivos encriptados:  “Era una estupidez trabajar así. Era estar con el enemigo en casa”.

 

¿Qué lección le daría a los jóvenes reporteros? Le cuesta hacerlo porque es un tipo sencillo y humilde.

-Yo diría que tengan paciencia, paciencia a sí mismos. En periodismo hay que aprender a correr. Primero cores un kilómetro, luego cinco, luego diez. Luego llegas a un maratón. La Casa Blanca fue un maratón. Creo que es importante hacer redes con los compañeros y combatir un problema grave, muy típico de los periodistas: sentir que lo sabemos todo. Esta arrogancia es mala. Nuestra labor es hacer preguntas y dudar. Si un tema los obsesiona no duden en convertirse en expertos. Eso no se trabaja de un día para otro. Y finalmente creo que hay que mirar más temas. No es posible que el periodismo en México esté centrado solo en narcos, víctimas y desaparecidos. Por esta razón, muchos otros temas quedan sin reportear.

¿Sigues comprando la revista Hola? Rafael sonríe, toma el café y evidencia su gusto por estas revistas.

–Sí. En la frivolidad también hay profundidad. Ahora, no es que me compro todas. Pero si veo a Anahí (la esposa del gobernador de Chiapas) en una portada, la compro. Hay que leer de todo.

Lee el reportaje aquí 

Ver  Daniel Lizárraga y la historia detrás de la historia de “La Casa Blanca de Peña Nieto”

Publicado por:

Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.

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