Manuel Daza y su arma secreta

Aviso: Este artículo puede considerarse complementario de otro que publiqué en TecOb hace varias semanas: Toxpiro, el arma definitiva. | El texto del artículo de hoy forma parte del que publiqué en Historia de Iberia Vieja en Julio de 2008. En la imagen: Manuel Daza.

En un momento decisivo, cuando todo parecía perdido, la España de 1898 creyó que los combates podrían llegar hasta las costas peninsulares. El temor a que la guerra se extendiera por nuestro territorio hizo que aparecieran propuestas salvadoras de todo tipo. No debe extrañar, por ello, que la mención del arma secreta ideada por Manuel Daza hiciera pensar a muchos que podían cambiar las tornas del conflicto.

imgPoco es lo que se recuerda hoy de Don Manuel Daza Gómez. La extrema situación de crisis que la guerra con los Estados Unidos llevó a España en 1898, hace que sus patentes queden escondidas en la Oficina Española de Patentes y Marcas, para ceder el protagonismo a una de sus ideas que nunca consiguió patente, ni gloria ni utilidad, aunque durante algún tiempo hizo crecer la esperanza en que podía convertirse la negra situación en algo muy diferente. La preocupación por que los estadounidenses no se limitaran a conquistar Cuba, Puerto Rico o Filipinas hacía que se pensara en algo aterrador. Ya se veían aparecer en el horizonte buques de guerra con la misión de bombardear puertos y ciudades en las Islas Canarias o en la península. Cualquiera que planteara un modo efectivo de defensa sería bienvenido, con lo que la propuesta de Daza acerca de cierta arma secreta con potencia destructiva nunca vista, encontró eco en la prensa y las conversaciones durante un tiempo.

Manuel Daza Gómez, inventor nacido en Alhama de Murcia en 1853, ya era conocido en el 98 por sus ingeniosas propuestas a la hora de aplicar la electricidad en todo tipo de máquinas. Su sistema para excavar pozos o su taladradora eléctrica, hacían de este personaje alguien de prestigio, llegando a ser miembro de la Academia de Inventores de París. Pero ninguna de sus invenciones llamó la atención del público tanto como una que nadie había visto, el Toxpiro, tal y como fue conocido, el fuego venenoso, la venganza española, una supuesta máquina infernal capaz de disparar proyectiles explosivos a gran distancia. En teoría, un barco o puerto equipados con un lanzador de proyectiles-torpedo Toxpiro, podían terminar con toda una flamante flota de barcos de guerra americanos. La excitación ante esta solución “milagrosa” crecía por momentos, pues el anuncio de conversaciones entre Manuel Daza y el gobierno hacían pensar que el ejército adoptaría el Toxpiro en su arsenal. Sea como fuere, el negro panorama general hizo que tal excitación fuera moderada por grandes dosis de escepticismo. Veamos, por ejemplo, qué podía leerse en la edición de 20 de Julio de 1898 de la revista Nuevo Mundo

…la opinión acoge con ansiedad toda especie que tienda a mejorar la situación de la patria. La presencia de Don Manuel Daza, inventor del Toxpiro, en Madrid, y su presentación en los centros oficiales, despertó el sentimiento popular que sueña con un desquite, con un descalabro de las fuerzas enemigas, que aminore el duelo que nos han producido los combates navales en que han desaparecido los barcos españoles.

Impresionables con exceso, la prensa dio a la publicidad noticias exageradas, y el país sufrió una gran conmoción, siguiendo con vivo interés los pasos del inventor del Toxpiro, que si diese buenos resultados en las pruebas, serviría para defender las costas de la Península. Nosotros visitamos al Señor Daza, a quien acompañaban amigos íntimos, y le encontramos reservado y tranquilo.

–No he autorizado a nadie –nos dijo– para publicar noticias de mi invento, porque entiendo que no es labor patriótica la de exagerar sus efectos. He venido a solicitar el apoyo oficial, porque creo que puedo prestar un servicio señalado a España. Si hubiera querido hacer las experiencias públicas, sin el apoyo del Gobierno, me sobraban elementos. Son muchas las ofertas que en los últimos meses he recibido y he rechazado. Las experiencias que durante largo tiempo he verificado, con la mayor reserva, me satisfacen en absoluto. Veremos si la comisión técnica aprueba mi memoria, y después confiaremos en el porvenir.

Las palabras del Señor Daza no son las de un fanático, son las de un hombre sereno que abriga la seguridad de ser útil a su patria.

Como puede comprenderse, el público y los medios de la época estaban deseando saber si las conversaciones con el gobierno iban por buen camino. La Comisión designada por el ministro de Marina revisó la documentación técnica presentada por Daza, dictaminando que parecían existir algunas deficiencias que, en su opinión, hacían muy complicado producir un sistema de cohetes-torpedo del tipo ideado por el audaz inventor. Finalmente, se decidió que Daza se trasladara a Cartagena, en concreto a la escuela de torpedos, para llevar allí a cabo una prueba práctica del Toxpiro.

¿Qué sucedió con la esperada prueba? No está muy claro si la idea era demasiado compleja para llevarla a la práctica o si, por el contrario, los conflictos por mantener en secreto el diseño del Toxpiro entre Daza y el ejército hicieron que se rompiera la relación. Es conocido que de Cartagena no salió nada bueno, las pruebas no llegaron a nada y, poco a poco, la venganza en forma de arma secreta fue olvidándose. Antes de ser obviado por todos, todavía se mantuvo el asunto en el candelero durante unos meses, pero si anteriormente era motivo de elogio y de esperanza, ahora lo era por pura guasa. Daza pasó así a convertirse en objetivo de chistes y su Toxpiro tornó en sinónimo de cacharro chapucero. Afortunadamente, no apareció flota alguna para bombardear suelo español y el eco del ingenio de Daza, que tantos inventos había alumbrado, sólo quedó en los papeles de la época y en alguna cita literaria, como en la novela La Voluntad de Azorín.

El asombroso Toxpiro

¿Cómo era el Toxpiro? ¿Qué hacía de su diseño algo novedoso? Para imaginar cómo pudo haber sido un prototipo real del Toxpiro, nada mejor que acudir a una fuente de la época, en este caso se trata de Electrón, en su edición del 20 de Junio de 1898…

Si los norteamericanos cuentan con los inventos de Edison para sembrar el espanto en nuestros ejércitos, nosotros a nuestra vez contamos con un inventor que le da tres y raya al electricista yanki. Ignoramos si se trata de un explosivo simplemente, ó de alguna máquina infernal. El invento ha sido denominado Toxpiro por el Sr. Daza, que así se llama el inventor, y según los periódicos echará muy pronto por tierra todas las armas actualmente conocidas. El Toxpiro, a decir de un colega de Albacete, alcanza más que los mejores cañones, apunta mejor que todos ellos, no pesa nada, el coste es tan insignificante que es casi ridículo hablar de gastos, un solo hombre puede lanzar tres o cuatro proyectiles por minuto y llevar a cuestas los aparatos para disparar los explosivos. Estos destruyen tanto como los torpedos y se pueden fabricar en un mes muchos millares. Por si algo faltaba al invento, éste ha sido elogiado por toda la prensa política de Madrid.

Ante tantas ventajas, cabe preguntarse si las pruebas del invento dieron algún resultado. Dado el secreto con el que se llevó el tema, no es mucho lo que se sabe a ciencia cierta. Un testigo afirmó en la prensa haber estado presente, en la Pirotecnia Militar de Sevilla, ante un prototipo de Toxpiro allí construido:

…no se hicieron esperar en los talleres los croquis para la construcción y como no se había visto ni se vio nunca, ni creo que vio nadie en aquel establecimiento el plano general, y tanto la forma como estructura de las piezas no tenían símil alguno con los artificios de guerra conocidos, la gente se echó a cavilar y dio por artículo de fe que se trataba de un invento que tenía por objeto aprovechar el aire como fuerza motriz. Daban margen a esta idea, entre otras piezas del aparato, una volandera de cuatro aspas selenoidales y el número de atmósferas, verdaderamente enorme, que el inventor se prometía obtener. (…) La marcha del cohete tiene una velocidad progresiva, al contrario de lo que sucede con los proyectiles de cañón; razón de esto son las distintas condiciones en que se efectúa la combustión de la carga de proyección, por lo que aventuro a creer que tiene el cohete más alcance que un cañón. (…) A mi modo de ver, el cohete del Sr. Daza, para un combate naval, tiene las ventajas de los torpedos sin los inconvenientes de éstos.

A la vista de tal descripción, ¿podría considerarse a Daza como un adelantado a su tiempo y pionero de los actuales misiles?