Está quedando retratado, si no lo ha estado ya durante estas cuatro décadas, el sistema oligárquico español. Algunos, me gustaría que fuesen muchos, pero no soy tan optimista, están empezando a darse cuenta -aunque sea un poco tarde- de que todo se reduce a ocupar, de cualquier manera, asientos de poder. Están todos cual buitres carroñeros ojo avizor para detectar al primer cadáver político y lanzarse a devorarlo. El pueblo les importa menos aún que su dignidad, de la que carecen. La masa solo les es necesaria como cifra votante, como números, porcentajes, intenciones de voto, como carne de encuesta.

Ahora, como hay dos actores nuevos en este triste escenario, el despellejamiento que llevan a cabo entre ellos es mayor. Pero, en vez de dar vergüenza, noto que para muchos es un espectáculo sin igual, del que disfrutan como niños en el circo. Una parte de la población se frotaba, con fruición, las manos, ante la inminente llegada de justo lo que tenemos ahora: una España ingobernada e ingobernable con titulares diarios en la prensa que no pueden ser más sonrojantes. Si les gusta el circo, que acudan a ver el Circo del Sol o cualquier otra compañía digna y profesional que les hará pasar un buen rato. Este circo que tanto agrada a algunos, es nuestro futuro y el de nuestros descendientes, y cuanto más dejemos que envilezcan al país con sus mentiras, juegos, traiciones, corruptelas y manejos, más nos hundiremos todos en el fango de la indecencia.

Creo que soy más afortunado que algunos compañeros del MCRC que viven también en el extranjero y que andan, a diario, respondiendo a las preguntas que les formulan los atónitos europeos ante lo que ven en España. En Rusia no se escandalizan fácilmente, y tampoco les interesa mucho la política española. De España les gusta el clima, las playas, la naturaleza, sus casas, la comida, etc, y no están dispuestos a perder un minuto hablando de lo que ellos conocen bien, como ningún otro europeo: la gran farsa de un sistema que se llama democrático cuando solo es oligárquico.

De todas formas, aunque no me vea acosado por tales demandas, el mero hecho de abrir un diario digital y leer por encima titulares y declaraciones de unos y otros ha hecho que me ponga enfermo. Y aquí estoy, con dolor de cabeza, de estómago y de alma. Que no se preocupen los míos, pues tengo medicina: Radio Libertad Constituyente. Comenzar a escuchar el Bolero de Ravel, que es la sintonía del programa, y pasarse todos los males, es todo uno.

Hay quien me dice que no podemos caer ya más bajo. Se equivocan. No hay límite si de bajeza se trata. Cuando no hay valores morales ni decoro ni sinceridad, cuando se dice lo que no se piensa o, a menudo, lo contrario de lo que se piensa, teniendo en cuenta solo el rédito electoral que aportarán esas palabras; cuando lo que se piensa (vamos a conceder que son capaces de ello) no se dice porque están calculando las consecuencias, todo lo que salga de ahí viene podrido de antemano. Es todo mentira, una farsa. Casi diez millones de decentes españoles se abstuvieron en las pasadas elecciones. ¿Cuándo van a hacerlo también los demás? ¿Hasta cuándo van a seguir yendo ustedes a votar corruptos, a participar en un sistema diseñado para ser corrupto, a votar listas de partido para que luego, entre ellos, dando un espectáculo repugnante, hagan sus componendas sin tener en cuenta ni a la nación ni a sus habitantes? ¿Qué esperan ustedes, votantes de listas? ¿Qué otra cosa imaginaban?

Los hay que acuden a las urnas tapándose la nariz. No entiendo bien el concepto. Si apesta de tal manera que tienen que coger la papeleta con pinzas y llevarla con el brazo extendido mientras con la otra mano se tapan la nariz, ¿por qué contribuyen, con su voto, a que el país siga hediendo? Quizá consideren que solo hiede el acto físico de votar y que después el olor no se notará hasta cuatro años después, es lo único que acierto a deducir. Es este gran grupo de personas el que me preocupa. Si ven tan claro que esto es una basura infecta, denle la espalda; no participen. No hace falta que vayan, no se tapen la nariz. Ese domingo, salgan a la playa, a la montaña, dense un paseo tranquilo y siéntanse liberados, que votar es un derecho y no un deber cívico. Cuando haya verdadera libertad política irán, y nosotros con ustedes, a elegir representantes, a votar personas, no listas, a ser responsables. Elegiremos y expulsaremos en caso de que mientan o no cumplan lo que se comprometan a realizar por su distrito de unos 100.000 habitantes.

Y también los hay -¿verdad, señor Savater?- que se dirigen a las urnas satisfechos, convencidos de que la democracia es simplemente votar, votar lo que sea, pero siempre votar; es decir, introducir un papel por una ranura y marcharse a casa con la satisfacción del deber cumplido. Ellos ni sienten ni padecen la hediondez que sufren los otros votantes. Supongo que estarán disfrutando del espectáculo actual, diciéndose (sabiendo que se engañan) que es el juego del poder, que es lo normal, que está bien que así sea. En todo caso, cabe la posibilidad de que alguna vez protesten un poco contra tal o cual candidato, tirándole un poco de las orejas con algún plano adjetivo o fingiéndose indignados dentro de un sistema donde se mueven como peces en el agua. De los bufones se esperan estas y otras bufonadas, fingiendo que riñen un poco a sus amos, pero temiéndolos en el fondo y arrodillándose para lamerles los zapatos cuando les otorgan, por los servicios prestados, cualquiera de los premios que para el caso posee el sistema, que lo tiene todo bien controlado.

A los amantes de este tipo de circos, les quiero decir que aprovechen y disfruten del corto espectáculo. Después del circo, vendrá la realidad, con estos reyezuelos sujetando las riendas del país, llevándolo, entre tumbos, a la ruina y, quizá, a su desaparición. No recuerdo ahora qué político alemán dijo una frase que se me ha quedado grabada: “España es el país más fuerte de todos. Llevan siglos intentando destruirse y no lo consiguen”. En ello seguimos. Ya casi lo hemos logrado. ¡Ánimo!

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