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Llego Bloodborne y con él, volvemos al punto de inflexión que supusieron algunos de los juegos de sus mismos creadores: la dificultad como reto más allá de la alternativa de ocio en un momento en el que parece que los juegos complicados se han ido yendo de las estanterías poco a poco. ¿Por qué amamos los videojuegos difíciles? Vaya por delante que el concepto de videojuego difícil depende enormemente del jugador, pero siempre hay algún que otro título que destaca sobre el resto por la dificultad implícita en el mismo que, independientemente de la habilidad del jugador, supone un reto para toda la comunidad.

La recompensa no es el trofeo, es la autosuperación del reto impuestoTítulos como Contra, Dark Souls o el reciente Hotline Miami 2 son algunos ejemplos de llevar al extremo al jugador más experimentado o frustrar hasta el abandono al jugador más casual. Pero por encima de todo, por encima de su dificultad o del nivel de jugador, hay una serie de conceptos que hacen que estos juegos nos gusten y nos enganchen tanto. Recientemente hemos visto como se está criticando a los nuevos lanzamientos por su facilidad, incluso en la dificultad más elevada. Los juegos tutoriales, que han calado muy hondo en el panorama actual de los videojuegos, están haciendo que en la mayoría de las ocasiones jugar no suponga ningún reto al nivel de los juegos más antiguos.

Hemos perdido la ilusión de la autosuperación en los videojuegos relegándola a conseguir trofeos sin sentido (sabiendo hay muy pocas personas a las que les importan los trofeos), de forma que los desarrolladores puedan contentar al grueso de usuarios que solo quieren evadirse un rato delante de la consola. La caída de la dificultad y de la atmósfera agobiante de los juegos, cuyo ejemplo, con los matices y la dificultad de la franquicia tiene su máximo exponente en el paso de Dark Souls a Dark Souls 2, y la tendencia de hacer cada vez los juegos más fáciles para llegar a más usuarios, está haciendo que un juego, cuya dificultad elevada y que suponga un reto para el usuario, tanto intelectual como en habilidad, se convierta en la IP nueva mejor valorada de esta generación de consolas a tan solo un día de su lanzamiento.

Por ello, cuando llega al mercado un juego como Bloodborne avisando que no es un juego para todos, aquellos que buscan un reto se lanza a por él por encima de cualquier otro juego. Un juego que puede ser calificado de nicho convertido en un superventas en su primer día de lanzamiento, para una sola de las plataformas disponibles. Ori and the blind forest, un juego indie solo disponible en digital, ha experimentado lo mismo en Xbox One por la combinación entre estética divertida y fresca y dificultad muy por encima de la media que este tipo de juegos de plataformas no tienen acostumbrados. Los juegos difíciles engancha. Los juegos-tutoriales han convertido a la mayoría del mercado en casual y simplón en términos de dificultad

Amamos los juegos difíciles porque, por encima de otros títulos, suponen un reto para aquellos que buscan algo más cuando se sientan en un momento en el que los juegos fáciles todo-jugador están dominando el mercado. En nombre de la accesibilidad para ampliar su atractivo y mercado se han ido poco a poco cargando los retos de los viejosjuegos para convertirlos en badges dentro de nuestro perfil social de usuario.

El propio Shigeru Miyamoto ha expuesto en varias ocasiones la tendencia del mercado de matar los juegos más complicados a favor de títulos mascaditos para jugadores ocasionales:

"He estado haciendo juegos de acción desde hace 30 años, y he estado pensando que su popularidad ha ido bajando poco a poco [...] Sí, es verdad que los juegos más complicados requieren un cierto nivel de habilidad. Algunos jugadores disfrutan simplemente jugando, algunos prefieren terminarlos y otros prefieren un desafío mayor. Las personas que buscan ese reto rechazarán un juego fácil por ser fácil. Pero haciendo las cosas muy difíciles, los que solo quieran jugar se verán desplazados. Siempre he querido dar cabida a ambos tipos."

No obstante, parece que esto ha ido cambiado en la última media década, ya que el mercado ha experimentado la vuelta de algunos títulos complicados como los de antaño; y algunos jugadores también se han apuntado al desafío. En este contexto, el nuevo éxito de los juegos difíciles esta motivado por el desafío que suponen o por las expectativas de autosuperación que muchos de los que somos jugadores habituales buscamos y que hace tiempo que se habían ido junto los con los títulos complicados de antaño.

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Usando de nuevo el ejemplo de Dark Souls, la dificultad y la obligatoriedad constante de repetir una y otra vez enemigos y fases, genera una experiencia de auto aprendizaje para el jugador que le ayuda a saber la rapidez de enemigos o los movimientos de estos, algo que ayuda a mejorar la perseverancia ante este tipo de situaciones que pueden tener una respuesta en un contexto real fuera del juego. Una suerte de efecto-recompensa que hace cuando superamos una situación difícil dentro de un juego la respuesta emocional a nuestro éxito sea mayor. Buscamos problemas más allá de los típicos por la recompensa de encontrar una solución. A mayor problema, mayor satisfacción emocional a la hora de conseguir la recompensa:

Podemos ver esto [la búsqueda de retos] en nuestra búsqueda de desafíos en los juegos, pero también en nuestra búsqueda de la excelencia de juego de fútbol con amigos, o la búsqueda de nuevos retos en el trabajo, etc. Nos gusta porque el éxito en un desafío satisface esta necesidad básica de sentir el crecimiento, una necesidad que nos ha energizado durante miles de años para seguir explorando, innovando, y hacer frente a nuevas fronteras. - Dr. Scott Rigby, presidente de Immersyve

En la búsqueda de la solución al problema y en el fracaso aprendemos cómo hacerlo mejor. Lógicamente, estos desafíos y esta dificultad pueden ser desalentadores para los jugadores condicionados por muchos juegos modernos en los que nunca mueres, nunca fallas, nunca repites. Pero lo cierto es que hasta los más jugadores más casuales responden positivamente a la solución de un problema complejo.

Todos amamos los juegos difíciles. En mayor o en menor medida encontramos en la soluciones de los retos la autosatisfacción y la autosuperación necesaria para continuar. Aprendemos con el fracaso, y ese fracaso nos hace más fuertes ante un reto similar. Amamos los juegos difíciles.

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