El equipo gaditano no está dando la talla desde que comenzó el play off, tan solo se pudo ver al Cádiz de la temporada regular en la primera mitad disputada en el Carlos Tartiere de Oviedo, desde entonces los profesionales han entrado en un preocupante bloqueo mental y físico, que ha imposibilitado la opción de contemplar la mejor versión del conjunto dirigido por Claudio Barragán. Es más si habláramos de boxeo, en la mayoría de los partidos, sus rivales ganaron a los puntos a los amarillos, y en el último partido disputado en San Mamés, el Bilbao Athlétic fue francamente superior ganando claramente por no KO. Pero como todos sabemos en esto del fútbol no hay nada escrito, y recientemente hemos contemplado ejemplos que nos hacen atisbar el velo de optimismo al que se aferra la sufrida afición cadista respecto a lo que sucederá en el Estadio Ramón de Carranza el próximo domingo a partir de las 12.00 horas, con unas previsiones meteorológicas de unos 39 grados centígrados.

No se ha dudado en ningún momento de la profesionalidad de los futbolistas, pero existe un justificado desconcierto respecto al nivel de la plantilla y en su caso del grupo IV, por esa razón de una vez por todas, los de Claudio tienen -sí o sí- que asumir riesgos, no albergar miedo a intentarlo, y no tener miedo a fallar, pues equivocarse es parte del camino al éxito. A día de hoy la cruda realidad depara que la ansiada meta del ascenso se haya convertido en un sueño casi imposible, por ello si comenzamos a tachar de locos a todos aquellos que siguen manteniendo la fe por perseguirlo, es el momento de demostrar que la locura amarilla no tiene cura, y que cada viaje a Carranza es el pequeño camino a la locura del que no se regresará sin conseguir lo soñado.

El fútbol como todas las facetas humanas encuentra las respuestas a las grandes preguntas en la historia, y en Cádiz hubo un espacio de tiempo en el que la palabra milagro cambió su significado de la RAE por la gesta que hacía un equipo de color amarillo y gaditano cada año. Es por ello que podríamos citar más de diez partidos en los que el Cádiz se vistió de milagro a lo largo de su historia, pero aquello se perdió en las arenas del tiempo, quedando tan lejano que es ciertamente complejo mantener la fe. Solo una afición como la del Cádiz sería capaz de ello, pero ciertamente ha recibido tantos reveses en su tortuoso camino que busca ansiosamente asideros de esperanza. Es por la citada razón por la que hay que buscar precedentes milagrosos en la grandeza y miseria de este deporte. Y precisamente uno de ellos es el que vamos a recordar, concretamente una de las mayores gestas conseguidas en el fútbol británico por un pequeño y modesto club que se vistió de gigante en una eliminatoria de copa.

Colin Adisson, el hombre milagro

Posiblemente solo los especializados en el fútbol británico recuerden la enorme gesta conseguida por el modesto Hereford United en 1972. En cambio en Inglaterra es motivo constante de elogio y veneración. La Copa inglesa es uno de los torneos más emocionantes del fútbol mundial, por su democrático sistema de competición y por la habitual guerra que presentan los pequeños a equipos que les multiplican el presupuesto. Este fue el caso del Hereford United, conjunto amateur “Non League” por entonces dirigido como entrenador-jugador por un viejo conocido del Cádiz: Colin Addison. Y suele tomarse como referente el Hereford por la sencilla razón de que fue el primero en tumbar a un gran equipo de la Premier. La gesta conmocionó al fútbol británico, y muchos siguieron el ejemplo del modesto club inglés, pero la figura de Adisson se erigió como líder de una eliminatoria absolutamente explosiva. Collin dirigía las operaciones desde la zona media y la Copa se reveló como una enorme puerta de luz para un equipo que no podía ni soñar con medirse a un grande del fútbol británico. Mucho menos plantarle cara y eliminarlo de la competición, para llegar a ese momento el Hereford pasó una eliminatoria tras otra hasta llegar sorprendentemente a cuarta ronda, donde en el sorteo le tocó el gordo del Newcastle United. El sorteo deparó que el partido se tenía que jugar en St.James Park y hasta el estadio de las urracas se desplazaron 5.000 aficionados del Hereford. El Newcastle salió con los suplentes con la idea de que se afrontaba una eliminatoria de puro trámite, pero desde el pitido inicial se pudo comprobar que el Hereford iba a plantar mucha más batalla de la esperada. No en vano a los diecisiete segundos de partido ya ganaba el Hereford 0-1 y aunque el Newcastle se las prometía muy felices cuando remontó el partido, en sus planes no entraba la aparición estelar de Adisson para marcar un golazo desde la zona ancha y llevar la eliminatoria al replay, a disputar en el viejo Edgar Street, estadio del Hereford.

Foto: www.fourfourtwo.com

El 5 de febrero de 1972 más de catorce mil personas se acomodaron como pudieron en el viejo estadio de Hereford. Malcolm McDonald, figura e ídolo del Newcastle ya se había encargado de dejar claro que no tendrían piedad al afirmar que les iban a meter diez. Pero para el Hereford, para sus futbolistas y sus aficionados era el partido de sus vidas y para nada lo iban a dejar pasar, mucho menos ponerle las cosas fáciles a un equipo que llegó con todas sus galas para solventar la eliminatoria consciente de que el Hereford no se lo pondría fácil. Como así fue, porque el modesto equipo inglés apretó y puso en serios apuros al Newcastle hasta el minuto 82, cuando con todo el estadio pensando en la prórroga, apareció la figura del internacional Malcolm McDonald para poner por delante al Newcarles y despertar del sueño a los aficionados del Hereford. Hasta Adisson, el jugador más talentoso y veterano del Hereford pensó que todo se había acabado, pero el fútbol les tenía reservado uno de sus milagros. En el minuto 85 de partido, Ronnie Radford, enganchó desde 35 metros un zapatazo descomunal que se coló por la escuadra de la meta del Newcastle. El Edgard Street se vino abajo, muchos aficionados saltaron al terreno de juego a celebrar el gol y cuando el árbitro reanudó el partido un buen porcentaje de ellos no podían creer que el sueño no se había acabado.

Newcastle y Hereford se fueron a la prórroga, tiempo extra en el que se acabó por consumar el milagro. En el minuto 103 Ricky George, que había ingresado en el terreno de juego como refresco, aprovechó un rechace en el área visitante para agarrar una pelota mordida y mandarla a dormir al limbo cobijado en el poste derecho de la portería defendida por McFaul, donde se obran los milagros. De esta forma se consumaba la primera y mayor sorpresa de la historia de la Copa británica, que aún sigue recordándose como constatación de que los milagros en fútbol existen. Como notario de aquel milagro Colin Adisson, también el estadio del Hereford, en el que la grada principal del campo pasó a llamarse "Colin Addison Court".

Años más tarde la televisión llevó a Adisson al viejo escenario para que recordara la tremenda gesta del año 72. Cuando pisó el verde, le preguntaron al viejo zorro inglés y apenas pudo articular palabra, las lágrimas se asomaron por su rostro y se limitó a decir: This. Por su cabeza comenzaron a fluir las imágenes, el caleidoscopio de un milagro, Adisson estaba reviviendo el milagro y pensando una y otra vez que el fútbol es el deporte más impredecible de cuantos existen y por ello se suscita en derredor suyo semejante pasión.

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Es obvio que las circunstancias no son las mismas, en la sartén de Carranza se medirán dos equipos de igual categoría en una lucha de poder a poder en la que el Athlétic ha tomado franca ventaja, pero si se quieren milagros a los que poderse asir hay muchos en la vasta e inmensa historia del fútbol. En esta ocasión elegimos el vivido por el viejo Colin Adisson por la sencilla razón de que el inglés protagonizó uno de esos milagros amarillos en la temporada 89/90 en Primera División, cuando junto al tristemente desaparecido y muy recordado Ramón Blanco, logró mantener al equipo con una situación mucho más compleja que la que ahora se le presenta al conjunto de la Tacita de Plata. El Cádiz tenía que ganar los cuatro últimos partidos para conseguir la permanencia, y los ganó con uno de esos hombres milagros que hicieron la vida más feliz a miles de aficionados amarillos.

Es complejo, el Cádiz, su afición busca nuevamente un hombre milagro, un asidero de esperanza y los futbolistas no volverán a tener una ciudad entera a sus pies. Como dijo recientemente un sabio hinchapelotas de la ciudad cuyos glóbulos de sangre son de papelillos en amarillo y azul: en este mundo de Ronaldos y Messis, es un privilegio ser un futbolista de Segunda B, y ser ídolo. Y esos futbolistas del Cádiz son los ídolos de muchos chavales que nunca tuvieron la oportunidad de ver al equipo de su corazón compitiendo en el fútbol profesional. Sería bonito que tras la decepción, tuvieran guardada la carta del orgullo, de aquel milagro que al Cádiz hace años abandonó. Sin duda los chavales del Athlétic tanto por talento como por juventud e ilusión, serán un duro hueso de roer, algo que se pudo comprobar en la ida con la lección de fútbol que dieron, pero el juego, nos da lecciones cada semana tras las que solemos repetir: Impossible is nothing.